Han transcurrido 10 años de uno de los desastres nucleares más sonados del siglo XXI, la catástrofe de Fukushima. El solo recuerdo sigue conmocionando al mundo por su aparatoso impacto. Tras un terremoto y un tsunami y el descalabro nuclear, persiste la radiactividad en esa localidad. Mientras el Gobierno y las empresas se debaten entre reabrir la fuente de energía nuclear o invertir en las renovables. La gran es la radiactividad presete. Por ejemplo, de las 22.314 hectáreas que componen el municipio de Namie, solo 2.140 hectáreas han sido descontaminadas, el 10% de total.
El 11 de marzo de 2011, a unos 130 kilómetros de la costa de Japón y a unos 32 de profundidad en el océano Pacífico se produjo el Gran Terremoto de magnitud 9. Catalogado como el cuarto temblor más fuerte registrado en los últimos 500 años. Este evento devino en un impetuoso tsunami, con olas y mares bravíos, acabando con la vida de cerca de 20.000 personas. Para mayor infortunio, las aguas se encontraron en su camino la central nuclear de Fukushima.
Más de 160.000 residentes huyeron a medida que la radiación se propagaba. El primer ministro de entonces, Kan Naoto, temía que Tokio debiera ser evacuada o algo peor.
Fruto de las inundaciones se inutilizaron los generadores de emergencia de la central y condujo a tres fusiones nucleares. Así como a tres explosiones de hidrógeno y la liberación radiactiva. La Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial clasificó el accidente en el máximo de la Escala Internacional de Accidentes Nucleares. El mismo alcanzado en el accidente de Chernóbil de 1986.
¿Cuál es la situación de Fukushima hoy? La industria nuclear de Japón sigue paralizada. La mayoría de los reactores están apagados o en vías de desmantelamiento.
En todos estos años, el Gobierno ha gastado unos 300.000 millones de dólares en la reconstrucción de la región de Tōhoku devastada por el tsunami. Pero las zonas situadas alrededor de la central de Fukushima siguen restringidas. La inquietud sobre los niveles de radiación no se disipa.
Sin embargo, el gobierno espera revitalizar el sector, en parte para reducir la dependencia de las importaciones de energía. También para cumplir el objetivo de neutralidad de carbono para 2050.
A 10 años de la catástrofe de Fukushima
En 2015 se realizó en Japón, la tercera Conferencia Mundial para la Reducción de Riesgo de Desastre. Expertos e investigadores fijaron su posición sobre lo ocurrido y de las discusiones surgieron las diez lecciones del desastre.
Diez años después de la catástrofe el folleto elaborado por académicos ha sido actualizado y dirigido al mundo. En sus lecciones, destaca como una: «No se deje engañar por la propaganda de “la energía nuclear es segura”.
La construcción y operación de las plantas de energía nuclear es promovida por ser “para el beneficio de la economía local”, dice el texto. Junto con reafirmaciones sobre seguridad que dicen que “un accidente jamás podría suceder”. Incluso en muchos casos, esta “seguridad” se proclama basándose en datos dados por expertos auspiciados por el gobierno. Por compañías manufactureras y de servicios públicos, que tienen mucho por ganar con la construcción de plantas nucleares.
Destaca la publicación que “una vez que un accidente grave sucede, la vida de la localidad, la industria y el medio ambiente quedan destruidos por completo, y del cual pueden ser incapaces de recuperarse. Ya para entonces, es demasiado tarde”.
No obstante esa consideración, Japón está deliberando de nuevo sobre el papel de la energía nuclear en su mix energético. Espera alcanzar la neutralidad de carbono para 2050 en su lucha contra el calentamiento global. Pero, una encuesta de la radiodifusora pública NHK revela que al 85 % de la población le preocupa la posibilidad de que sucedan accidentes nucleares.
“El futuro de la energía nuclear es muy sombrío”, aclaró Takeo Kikkawa, un experto en energía y profesor de la Universidad Internacional de Japón. Como mucho, será una energía de transición ya que no se prevé renovar el parque nuclear, asegura. Algunas empresas japonesas han empezado a invertir en energías renovables, un sector mucho más rentable.
En junio pasado, Tepco anunció que invertirá unos16.000 millones de euros en los próximos 10 años para incrementar la capacidad de la energía verde. Y Toshiba y Hitachi han abandonado en los últimos años proyectos de energía nuclear en Reino Unido.
Radiaciones y daños a la salud, posiciones encontradas
A 10 años de la catástrofe de Fukushima hay posiciones encontradas sobre el impacto de las radiaciones en la salud de la población.
La ONU, a través de su Comité Científico para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR), dijo que el desastre de Fukushima no ha provocado un aumento del riesgo de padecer cáncer entre su población. No ha supuesto estadísticamente un aumento de este riesgo “más allá de lo normal”, señaló el informe.
Los científicos han hallado indicios de que el aumento del cáncer de tiroides entre niños en la última década no está vinculado al aumento de la radiación en Fukushima. En otras zonas y países con menor exposición a la radiactividad se ha registrado también un aumento de este tipo de cáncer, según los resultados de las investigaciones.
Contrariamente, Greenpeace indicó la contaminación permanece y está muy extendida. “Todavía hay una amenaza muy real para la salud humana a largo plazo y para el ambiente. Las áreas contaminadas comprenden campos de arroz y otras tierras de cultivo, así como una gran cantidad de bosque.
Además, sostiene la ONG que el gobierno japonés afirma que la descontaminación se ha completado en gran medida en el Área Especial de Descontaminación (SDA). Greenpeace ha encontrado que la mayoría de los SDA, permanece contaminado con cesio radiactivo.
De hecho, los propios datos oficiales hablan de un 15% de descontaminación. En el caso de Namie, por ejemplo, de las 22.314 hectáreas que componen el municipio, solo 2.140 hectáreas han sido descontaminadas, el 10% de total. Una amenaza latente para la salud.
Toyota aprendió la lección
A 10 años de la catástrofe de Fukushima, es mucho lo que queda por decir. Bueno y malo. Toyota, por ejemplo, podría colocarse a salvo de la crisis de chips que actualmente a la industria automotriz del mundo.
Después del desastre ambiental y nuclear rompiera las cadenas de suministro de Toyota en 11 de marzo de 2011, la empresa se dio cuenta de que el plazo de entrega de los semiconductores era demasiado largo. Como para hacer frente a impactos devastadores como el vivido.
Entonces el mayor fabricante de automóviles del mundo ideó un plan de continuidad comercial (BCP). Establecía que los proveedores almacenaran entre dos y seis meses de chips para la Toyota.
Y es por eso que Toyota hasta ahora ha salido en gran parte ilesa de la escasez global de semiconductores. Luego de un aumento en la demanda de productos eléctricos bajo bloqueos por coronavirus que ha obligado a muchos fabricantes de automóviles a suspender la producción.
Otras empresas se han visto obligadas a cerrar de forma temporal algunas líneas de producción y otros tantos fabricantes han anunciado una desaceleración en sus fábricas para no quedarse sin stock. Y al mismo tiempo, tener que cerrar la línea de producción de forma temporal.
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