Por Juan E. Ballesteros
8/3/2017
Casi un centenar de menores migrantes que no están acompañados por adultos duermen a la intemperie en las calles de Melilla, donde durante el pasado año se registró la llegada de 1.800 niños desplazados de sus países de origen que se hacinan en los centros de acogida cuando no se encuentran en situación de total desamparo, según revela el informe Rechazo y abandono. Situación de los niños que duermen en las calles de Melilla, realizado por la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE.
Este trabajo, realizado por la Cátedra Santander de Derecho y Menores, la Oficina de Compromiso Solidario (Comillas Solidaria) y la Clínica Jurídica de la Universidad Pontificia Comillas, profundiza en la marginación de este colectivo que soporta las más duras condiciones a las que se ven sometidos los menores en el centro de La Purísima, con medios muy limitados, adonde son trasladados los niños que son sorprendidos deambulando sin la compañía de un adulto y de donde se escapan para dormir y mendigar en la calle, donde son muy vulnerables y están expuestos a la acción de delincuentes y proxenetas o son víctimas de todo tipo de abusos.
La mayoría de estos menores, según fuentes de la Concejalía de Bienestar Social de la ciudad autónoma, tienen entre 10 y 17 años de edad y proceden de distintas zonas de Marruecos. Tras su localización e identificación, el informe detecta que no se cumplen el protocolo establecido ni los trámites administrativos pertinentes que aconseja la actual normativa en lo que se refiere al menos a la inscripción en el registro de Menores Extranjeros No Acompañados (MENA), establecida en el Protocolo de 2014. No obstante, la grave situación de los menores se remonta al año 1995.
Según Violeta Assiego, coordinadora del estudio y especialista en Derechos Humanos, existen unas condiciones de hacinamiento que provoca que los menores carezcan de las garantías que la ley prevé. “El desbordamiento de La Purísima impide y dificulta que se ofrezca una intervención individualizada y se ofrezcan actividades socioeducativas, se escolarice a todos los menores, se les facilite la tarjeta sanitaria y se gestiones su documentación”.
Para Isabel Díez, una de las estudiantes autoras del trabajo, los menores intentan sobrevivir en las escolleras expuestos a ser víctimas de abusos sexuales. “Llegan a los barcos a nado y en una sola noche pueden intentar tres o cuatro veces embarcar en uno y esconderse”.
“Son niños potenciales solicitantes de asilo”, dijo Nuria Ferré, investigadora de la Cátedra Inditex de Refugiados y Migrantes Forzosos de Comillas ICAI-ICADE. En este sentido, Luis Palazón, de Prodein, denunció que “el sistema de protección de menores en Melilla es un caos total; existe maltrato institucional y violencia física, no hay escolarización, y se marchan al puerto a ver si pueden subir en un barco para cruzar a la Península en lo que se conoce como riski”, revela.
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