Por Javier Herrero (Efe)
27/07/2016
El guión podría haber sido el de cualquier tarde de ceremonia lírica en el Teatro Real: 1.750 almas, una voz engolada, poses afectadas y vestuario acorde, ingredientes que, sin embargo, se han desbordado esta noche ante el fervor casi religioso que provoca Enrique Bunbury, muy emocionado también.
Esa pasión se atisbó por primera vez hace meses en la fulgurante venta de entradas, que colgó en menos de 24 horas el cartel de «aforo completo», el primero de este segundo Universal Music Festival de Madrid, con estrellas del calibre de Rod Stewart o Rufus Wainwright en el cartel.
Hoy, esa pasión ha derivado en arrebato, especialmente al sonar Maldito duende entre miradas de celebración en un solemne recinto que varias horas atrás había dejado ya de ser tan solemne, impregnado por otra lírica, la roquera, que ha llevado al zaragozano a saltar entre el respetable, coronar una montaña humana loca por tocarle y rematar un tema de por sí épico señalando al techo.
Porque no cabe duda de que volver a escuchar de su boca algunos de los temas de Héroes del Silencio, relegados durante años para darle espacio y calibre a su etapa en solitario, constituye uno de los grandes atractivos de esta gira, que se basa en su último disco.
En MTV Unplugged. El libro de las mutaciones (2015), aprovechó para examinar sus 30 años de canciones y seleccionar aquellas «que merecían una mayor proyección», dándoles una vuelta especialmente óptimas para el formato teatral. ¿Qué mejor lugar para rescatar esa idea que el Teatro Real?
Al final, en las dos horas y 22 canciones de la noche han sonado unos ocho temas del último álbum, no tanto su espíritu, diluido por la enorme energía que bullía y que ha hecho de esta una velada muy calurosa en el coliseo operístico.
Lo que sí ha mantenido intacto ha sido el arranque con Ahora, cuyos versos resultaban especialmente vívidos en su cariz confesional, como reconocía el público entre aplausos: «Ahora que el tiempo ha pasado / y he dejado de lado la competición / que veo mas claro / que escucho mejor / doy gracias por haber llegado hasta aquí».
Acompañado de los seis músicos que conforman Los Santos Inocentes, su banda, Bunbury ha tomado control del escenario desde el principio, enfundado en gafas de sol y en un traje negro acampanado con motivos asiáticos, emulando las poses imposibles de Elvis y compañía.
«Muchas gracias a todos por acompañarnos esta noche en nuestro debut en el Teatro Real, cuando, sin embargo, vamos a celebrar 30 años de mutaciones, con un recorrido por tres décadas de diferentes etapas; esperemos que el repertorio sea de su agrado», ha dicho el músico tras despojarse de sus lentes oscuras y antes de afrontar Dos clavos a mis alas.
Con una versión insinuante de Sirena varada, más soul, ha llegado el primero de los muchos clímax vividos a lo largo de la noche, al que han seguido Porque las cosas cambian y El camino del exceso, llena de distorsión electrónica.
Pese a su mayor densidad, la cercanía al espiritual negro que se percibe en el disco con Avalancha queda difuminada en favor del original más indómito, en parte por el fervor del respetable, que a estas alturas es ya un eco ensordecedor al que responde su ídolo lanzándoles la botella de agua medio llena de la que acaba de beber.
El sabor latino de Que tengas suertecita, imprescindible, anticipa la desgarrada Una canción triste, tango con el que abre su segmento de alma porteña.
Ahí entra a jugar un papel crucial el acordeón de Jorge «Reverendo» Rebenaque, protagonista en una celebrada y festiva El extranjero, y de Desmejorado, que tras un tránsito de vals circense, se desboca en un final apoteósico.
«Infinito», la canción que debiera haber entonado Chavela Vargas al llegar el «me calaste hondo», ha cerrado esta parte, a tiempo para el retorno del rock de latitud norte con El hombre delgado que no flaqueará jamás, Despierta y su gusto por las guitarras chisporroteantes y voladizas.
La intensa vibración a estas alturas invitaba a apelar a la siempre eficaz nostalgia, primero con Mar adentro y, después, con la citada Maldito duende, dos temas míticos de Héroes que ha llevado a cotas aún más legendarias.
«No se olviden de nosotros», ha suplicado Bunbury antes de saldar el concierto con la espacial Lady blue, otra de las infalibles, y con dos tandas de bises, empezando por Más alto que nosotros solo el cielo y El rescate, del que ha reconocido como un disco especial (El viaje a ninguna parte), así como con «La chispa adecuada», otro de los éxitos de Héroes.
«Está siendo una gira muy emotiva porque nunca habíamos juntado todas estas canciones en un solo set, tantas etapas conviviendo», ha reconocido el músico, visiblemente emocionado, que se ha despedido con Los habitantes, una colosal De todo el mundo y, cómo no, con …Y al final.