Por casi cuatro décadas, China fue el gran basurero del mundo. Los países le exportaban sus desechos para ser reciclados y, en algunos casos, darles un segundo uso. Pero esa práctica, convertida en negocio, ha cesado. El gigante asiático no permite, desde inicios de 2021, la importación de ninguna clase de residuo.
La economía creciente de China exportaba muchos productos manufacturados. En lugar de que los barcos regresaran vacíos, se cargaban con desechos para que en ese país se reciclaran.
Esto, como una manera de dar empleo a los más pobres y rezagados sociales. Y de obtener material secundario asequible para obtener productos para el reciclaje nacional e internacional.
La organización británica Verisk Maplecroft señala que a nivel mundial se producen más de 2.100 millones de toneladas de desechos cada año. Pero solo un 16% (323 millones de toneladas) de esa basura es reciclada. En China, incineran los desechos que no sirven.
Pero en 2017, ese país inició una campaña para irse apartando de esa actividad. Anunció la Operación Espada Nacional, según la cual solo aceptaría basura bien ordenada. Y que no contenga más del 0,5% de desperdicios que no deberían estar en los envíos. Antes, el porcentaje de impurezas solía ser 40 veces más.
China, basurero del mundo, da un vuelco
Varias razones llevan China a deslastrarse de ese papel de basurero del mundo y absorber los residuos del planeta. China tiene una economía fuerte y puede proveer de mejores empleos y salarios a sus trabajadores. Y ahora, debe ocuparse de sus propios desechos. Al mismo tiempo, proteger la salud de su población y su medio ambiente.
En 2017 China recibió 7 millones de toneladas de basura plástica de Europa, Japón y EE UU. Así como 27 millones de toneladas de papel usado. Pero además, ese año recolectó 215 millones de toneladas de residuos domésticos de sus ciudades. Cifra más elevada que los 152 millones recogidos en el año 2007. En otras palabras, gran parte de su superficie estaba atiborrada de basura.
Pero ese proceso progresivo de marcar distancia con los desechos, llegó a su punto máximo este 1 de enero de 2021. El régimen de Xi Jinping decidió que solo podrán entrar a China los materiales reciclados que ya hayan sido procesados en el extranjero. Admitirá por ejemplo, la importación de la pulpa de papel, pero no el papel usado.
Pekín se ha convertido en la segunda ciudad del país, detrás de Shanghái, en hacer obligatorio el reciclaje de basuras en cada vecindario. A partir del primer día del año quedaron prohibidas las bolsas de plástico no biodegradables en las grandes ciudades. En el resto del país, será en 2022.
Proceso gradual de rechazo al comercio tóxico
En estos años de transición en el que China ha rechazo ese duro y cuestionado rol de ser el basurero del mundo y propiciar el comercio tóxico, otros países lo han suplido. Es el caso de Malasia, Turquía, Filipinas e Indonesia, que han importado parte de lo que ahora China no recibe.
Pero estas naciones han tenido problemas manejando la cantidad de esos desechos. Frecuentemente acaban en vertederos gigantes y fuera de control en sus tierras.
Por los momentos estas naciones surgen como potenciales opciones para canalizar el envío de desechos por parte de Estados Unidos y Europa.
Pero estos países desarrollados tendrán que adecuar sus políticas más amigables con el medio ambiente y sus gentes. A través de iniciativas de reciclaje y compostaje. Además, la recolección de gases en vertederos se ha convertido en el principal mecanismo para recuperar energía de los desechos en la región.
Greenpeace insiste en la concienciación de las personas, pero sobre todo de las empresas, en el trabajo de evitar residuos o darles un uso correcto. Señala que las 10 transnacionales que más contaminan con piezas de plástico son Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé, Danone y Mondelez Internacional. Así como Procter & Gamble, Unilever, Perfetti van Melle, Mars Incorporated y Colgate-Palmolive.
¿Dónde irán a parar los desechos de estas potencias? ¿A los mares y océanos?
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