Por Gonzalo Toca
23/09/2017
Lejos de nuestra vista, muy sigilosamente, las empresas han comenzado a luchar por dominar las plataformas y los sistemas operativos que permitirán la interconexión de los electrodomésticos, los armarios, la caldera o la ropa inteligente que tengamos colgada en las perchas. Aquí no existe el equivalente de un Google o Apple que lo administre todo, gestione directamente la relación con el cliente, absorba sus datos y cobre al resto de los operadores por la intermediación. Y ese es precisamente el lugar que las grandes multinacionales aspiran a ocupar.
Antes de nada, hay que definir el campo de juego. La casa conectada puede ser una oportunidad prodigiosa para conocer y predecir, en alguna medida, los hábitos de consumo, los comportamientos y el grado de satisfacción de millones de personas cuando encienden la luz o utilizan la televisión, las calderas, las persianas automáticas, las neveras, las camas o el aire acondicionado. También puede convertirse en la vía rápida para dominar uno de los principales centros de compras de la población.
Allí es donde se descargan muchos de los contenidos audiovisuales, donde se define la lista de la compra antes de ir al supermercado, donde se deciden (y a veces también se abonan por internet) los principales planes de ocio y donde se contratan los servicios asociados a la energía, las telecomunicaciones, los paquetes audiovisuales de entretenimiento y la seguridad del hogar. Luis Ferrándiz, socio de Digital McKinsey Iberia, cree que esta hiperconexión de la vivienda supondrá que “los robots interactuarán con múltiples dispositivos, productos, mercados y redes porque los sistemas operativos no se limitarán a las ‘cuatro paredes’” de los domicilios. Quieren convertir nuestras casas en unos hubs regidos por la electrónica.
Obviamente, erigirse en el árbitro e intermediario de todas estas transacciones incendiaría los sueños de cualquier operador. Por supuesto, también desataría el miedo de sus rivales. Todos comprenden lo que les ocurrió a los periódicos con Google o Apple: saben que terminaron dependiendo de ellos para la distribución digital de sus productos y que éstos, además, se quedaron con los datos de la mayoría de los usuarios que visitaban sus páginas o descargaban sus aplicaciones de pago. Casi de la noche a la mañana, perdieron la relación directa con muchos de sus clientes y también la oportunidad de conocerlos mejor y de ofrecerles una publicidad personalizada. Su modelo de negocio saltó por los aires.
El temor a ese escenario explica los movimientos que han realizado tanto los gigantes tecnológicos como las empresas de telecomunicaciones, las eléctricas y hasta los fabricantes de electrodomésticos. Siemens y Bosch, por ejemplo, han creado una plataforma digital llamada Home Connect que sirve para gestionar remotamente la nevera o la lavadora y que aspira a animar primero –y a forzar después– a que otras marcas de la competencia se sumen. Quieren convertirlo en el Android de los electrodomésticos.
Las telecos, como decíamos, no se quedan atrás. Telefónica ultima una aplicación móvil con la que el usuario podrá gestionar directamente la conectividad y los equipos de su salón o su cocina. Primero, los fabricantes como Miele o Bosch tendrán que dar el ‘sí, quiero’. Además, la multinacional española ya ofrece soluciones de seguridad del domicilio con Securitas Direct e intenta que la televisión ocupe un lugar central en su estrategia. Desde julio, ya no comercializa paquetes integrados de servicios a particulares que no incluyan la televisión por cable. Su cabeza de playa para hacerse con la casa conectada son los dispositivos electrónicos que ya han instalado en nuestros hogares con nuestro permiso, la confianza de décadas que han establecido con sus clientes y una televisión con más de tres millones de abonados.
Ya nos conocen
Los gigantes del sector no solo tienen ya muchos de nuestros datos de consumo, sino que también saben, más o menos, cuántos viven en nuestro piso, si somos buenos pagadores o cuál es nuestro perfil demográfico y socioeconómico. Marco Laucelli, CEO de Novelti y de Kigg, dos firmas especializadas en datos masivos e internet de las cosas, recuerda que los gigantes ofrecerían “una plataforma de enorme interés” si fueran capaces de proporcionar servicios adicionales a través del router. Curiosamente, Telefónica acaba de lanzar un ambicioso descodificador inalámbrico para su televisión de pago y los analistas lo han identificado como una pieza de su estrategia para hacerse con el mercado de la casa conectada.
El futuro que Telefónica –y Vodafone y Orange– desea conquistar se parece un poco a lo que ya estamos viendo en las grandes tiendas de aplicaciones móviles de Apple o Google: ellos ponen en marcha la plataforma, excitan las pasiones de los desarrolladores para que la mejoren, crean sus propios productos e incorporan, previo pago, a otras empresas para que ofrezcan los suyos. Están aprovechando su acceso privilegiado a las casas para conseguirlo.
Las grandes eléctricas también llevan décadas con sus dispositivos instalados en nuestros hogares, y poseen datos que permiten construir un perfil muy aproximado de las familias que los habitan. Además, advierte Diego González de Cecilia, director de Deloitte Digital, “son conscientes de la amenaza que supone que los grandes players digitales vengan a ocupar su puesto en el hogar”. Quizás por eso, la eléctrica francesa Engie ha reconocido que el modelo de negocio tradicional de su sector está llegando a su fin. Los márgenes son demasiado pequeños, dicen, si los comparamos con lo que pueden obtener de sus clientes ayudándoles a gestionar sus viviendas.
Y las empresas han reaccionado en estampida. Las británicas Centrica, Ovo Energy y First Utility ya ofrecen una plataforma digital donde se puede contratar a fontaneros, electricistas y reparadores de calderas de confianza. En Iberdrola están comercializando un monitor inalámbrico con el que conocemos el consumo de los electrodomésticos en tiempo real, y un termostato sensorizado con el que se puede encender y apagar la calefacción y controlar su temperatura desde el teléfono. Por último, Endesa ha creado Nexo, un paquete que incluye sensores de movimiento repartidos por la casa, un termostato sensorizado y un enchufe especial para encender y apagar la luz mediante una aplicación móvil.
Todos estos movimientos de grandes protagonistas empresariales –desde las eléctricas, las telecos o los fabricantes de electrodomésticos hasta los proveedores de seguridad para el hogar– no ocurrirían sin el telón de fondo de la revolución de internet de las cosas (la conectividad y sensorización masiva del mundo), el inicio de la transición hacia el hogar conectado y la irrupción de competidores temibles por su tecnología.
El ruido y las nueces
Pablo González Muñoz, socio de Deloitte Digital, recuerda que, según Gartner Research, “el número de dispositivos conectados llegará a más de 26.000 millones en 2020” y que Cisco sitúa el valor de internet de las cosas en “14,4 billones de dólares” durante la próxima década. Luis Ferrándiz, de Digital McKinsey Iberia, asegura que “en cinco años habrá un aumento de dispositivos y herramientas y se espera que, en diez años, llegaremos al pleno desarrollo del hogar conectado”. Entre los competidores temibles, Amazon, Google y Apple han lanzado sus propios sistemas y dispositivos para coordinar y gestionar, simplemente con la voz, la temperatura y todos los equipos de la casa.
Así, por ejemplo, en Estados Unidos, los dispositivos Amazon Echo y Google Home operan ya con los equipos y el software de marcas como Honeywell, Philips, Samsung o Spotify. Además, son compatibles con termostatos inteligentes parecidos a los que comercializan las eléctricas y atacan el frente de la televisión de pago que las telecos intentan promover. Para esto último, Google Home se ha asociado con plataformas de entretenimiento en streaming como HBO Now y Hulu, mientras que el Amazon Echo depende más de las series y películas de Amazon Prime. Google Home permite acceder a una gama de más de 200 servicios propios y de otras empresas y con Amazon Echo ese surtido se dispara hasta 11.000. Apple ha tardado más en reaccionar: lanzó su HomePod en junio.
El inicio de un largo camino
Aunque las promesas de este sector son impresionantes, no se debe perder de vista que estamos solo al principio y que la evolución increíble que anuncian algunos analistas, no está ni mucho menos asegurada hagan lo que hagan los gigantes de Silicon Valley. Bajo la espuma de una auténtica industria del espectáculo en torno a camas que se hacen solas o cocinas que utilizan brazos robóticos para ordenarse y limpiarse, las empresas y los usuarios se mueven en un mar de expectativas por definir.
Por eso, no hay que olvidar que pueden surgir graves trabas regulatorias y sociales al compartir con las empresas este grado de intimidad. Adicionalmente, para atraer a grandes cantidades de clientes y no solo a un puñado de techies, Luis Ferrándiz cree que la oferta actual necesita sofisticarse más, que sean muchos más los equipos que se comuniquen entre sí y que los usuarios no alberguen la sospecha de que las empresas no tardarán en reemplazar los dispositivos actuales por otros mejores. Marco Laucelli, de Novelti y Kigg, afirma que todavía hay que desarrollar e incluso inventar una nueva generación de infraestructuras de telecomunicaciones. Queda mucho por hacer para que nuestros hogares se conviertan también en el hogar de los robots… aunque las cocinas se limpien solas.
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