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Decir palabrotas alivia el dolor y aumenta el rendimiento físico

Erika Diaz by Erika Diaz
09/06/2022
in SOCIEDAD
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Noticias Basada en hechos, observados y verificados por el periodista o por fuentes. Incluye múltiples puntos de vista, sin la opinión del autor. Si incorpora análisis, se etiqueta como noticias y análisis.
Decir groserías también puede aliviar el dolor, reducir tensiones y aumentar el rendimiento físico, según un nuevo estudio. Foto Pixabay

Decir groserías también puede aliviar el dolor, reducir tensiones y aumentar el rendimiento físico, según un nuevo estudio. Foto Pixabay

Hablar con palabrotas es un comportamiento casi normal del desarrollo humano. Sin embargo, algunas personas consideran que usarlas a diario es una falta de respeto o es un signo de que quien las usa es un maleducado. Incluso la biblia deja claro que decir malas palabras es un pecado. Efesios 4:29 dice: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes». Jesús enseñó que lo que sale de nuestra boca es lo que llena nuestros corazones.

Aunque se ha relacionado el malhablar con el mal comportamiento, un equipo de la Universidad de Keele liderado por Richard Stephens llegó a la conclusión de que también pueden aliviar el dolor, reducir tensiones y aumentar el rendimiento físico. El estudio publicado en la revista Quarterly Journal of Experimental Psychology asegura que con los ensayos descubrieron que los participantes que maldecían durante ejercicios de mantenimiento físico soportaban la actividad más tiempo.

Mejora el rendimiento físico y alivia el dolor

El equipo de Stephens realizó un experimento en el que 174 voluntarios realizaban actividades de esfuerzo físico. Antes de cada ejercicio, se les pidió que repitieran una palabrota o una palabra neutra durante 10 segundos. A un grupo de participantes se les indicó qué blasfemia («joder») debían pronunciar de manera reiterada, así como el término neutro que debían decir; a los demás voluntarios se les permitió elegir ambas expresiones.

En otra prueba el profesor de Psicología de la Universidad Keele les pidió a varias personas que le dieran una lista de palabras, incluidas maldiciones, que dirían si se pegaran en el dedo con un martillo. Después les pidió una lista de palabras neutrales para describir una silla. A continuación, les dijo que sumergieran una mano en agua helada tanto tiempo como aguantaran mientras repetían una palabra de alguna de las listas: una maldición o una palabra neutral. Los resultados demostraron que quienes repitieron una palabrota pudieron mantener la mano sumergida en el agua helada por casi 50 % más tiempo que los que repitieron una palabra neutral.

Decir groserías también hizo que los participantes no sintieran el dolor tan intensamente, según el Dr. Stephens. Por lo que concluyeron que decir groserías tiene el efecto de reducir la sensibilidad al dolor. “Para aliviar el dolor, las malas palabras parecen desencadenar la respuesta natural de ‘lucha o huida’. Así como un incremento de adrenalina y de los latidos del corazón”, dijo Stephens. “Esto lleva a una analgesia inducida por estrés; es decir, a ser más tolerante al dolor”.

Blasfemar puede ser catártico

Así como las palabrotas se relacionan con un rendimiento físico positivo o superior que quien no las dice, también es considerado un ejercicio efectivo para hacer catarsis. Cuando nos pegamos el dedo meñique del pie con una mesa, por ejemplo, un reflejo inmediato es decir una grosería. Probablemente no lo pensamos mucho, pero quizá esa reacción es una manera correcta de nuestro cuerpo buscando defenderse.

Las groserías tienen un fin fisiológico, emocional y social, y son efectivas solamente porque son inapropiadas y se les da poder. Cuando somos niños nos dicen que decirlas está mal, y que incluso se relaciona con un vocabulario pobre o un vocabulario de una clase social inferior. “La paradoja es que el mismo acto de represión del lenguaje es lo que crea esos mismos tabúes en la siguiente generación”, dijo Benjamin Bergen, autor de What the F: What Swearing Reveals About Our Language, Our Brains and Ourselves.

Investigaciones como las del Dr. Stephens y sus colegas demuestran que decir palabras obscenas tiene beneficios más allá de hacer más colorido el lenguaje. Según los autores del estudio es simplemente el acto de pronunciar una palabra tabú lo que la vuelve catártica. Y eso también aplica a la catarsis emocional.

Decir groserías, un tabú creado por nosotros mismos

Timothy Jay, profesor emérito de la Massachusetts College of Liberal Arts, ha escrito mucho sobre las palabrotas. “Podemos expresar nuestras emociones, especialmente el enojo y la frustración, hacia los otros de manera simbólica y no con el uso de uñas y dientes. Blasfemar significa sobrellevar, o desahogarnos, y nos ayuda a lidiar con el estrés”.

Incluso señala que las malas palabras pueden ayudarte a comunicar tus emociones con más precisión. La creencia popular de que usar palabrotas demuestra que una persona tiene «un vocabulario inferior» es solo un mito según el cual la gente dice groserías porque desconoce las palabras adecuadas debido a un vocabulario empobrecido, dijo Jay. “Cualquier estudioso de la lengua sabe que es al contrario”.

Uno de los estudios de Jay sobre decir malas palabras prueba la habilidad de la gente de producir palabras que comenzaran con una letra en específico. El resultado desmintió el mito de la pobreza de vocabulario, dijo. La investigación realizada en 2015 y publicada en Language Sciences demostró que las personas que podían enlistar muchas palabras que comenzaran con una letra y nombres de animales también eran las que podían emitir la mayor cantidad de groserías. “Por lo tanto, si la fluidez aumenta, también lo hace la habilidad de decir malas palabras, no al contrario”, concluyó.

La creencia popular de que usar palabrotas demuestra que una persona tiene «un vocabulario inferior» es solo un mito. Un estudio, liderado por Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Facultad de Lenguas y Educación de la Universidad Nebrija, y María del Carmen Méndez Santos, profesora del Área de Lingüística de la Universidad de Alicante, recogieron más de 8.000 palabrotas han clasificado según su frecuencia de uso y la edad, origen e identidad de género de los hablantes.

Hay un vínculo entre decir groserías y la honestidad

Un estudio de 2017 publicado en la revista especializada Social Psychological and Personality Science concluyó que “las groserías están asociadas con menos mentiras y engaños a nivel individual”. Según los autores los mentirosos necesitan usar más su cerebro y requieren más tiempo para pensar e inventar mentiras, recordarlas o simplemente evitar decir la verdad. En cambio, los que suelen decir la verdad van al grano más rápido, lo que puede implicar hablar impulsivamente y sin filtro.

Al respecto, Benjamin Bergen dijo que cuando la gente usa palabras malsonantes eso da muestras de su estado emocional, y no es algo que la gente haga todo el tiempo o sin razón. “Mucha gente esconde sus emociones por diversas razones y creo que podemos inferir cuando alguien dice groserías que no las está escondiendo; más bien está expresando honestamente su postura emocional. Si quieres que la gente piense que estás diciendo la verdad, entonces decir malas palabras puede ayudarte en tu propósito”, explicó.

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Erika Diaz

Erika Diaz

Licenciada en Comunicación Social, Universidad Santa Maria, 2016, especialización en periodismo digital Universidad Monteávila. Redactora en las páginas web y RRSS, de Cambio16 y Energía16. Redactora de la revista Cambio Financiero. Líder de equipos dedicados a Estrategias Digitales en Redes Sociales. Premio Social Media Manager del año 2017 en el Diario El Nacional Venezuela (GDA). Profesora universitaria en materias de tecnología, comunicación e información (UMA - USM). Amante de las nuevas tendencias. Venezolana radicada en Venezuela. Membresía: Asociación de Revistas ARI.

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