A medida que los parques eólicos cobran mayor aceptación e impulso, se ha desencadenado una enorme demanda de madera de balsa para la elaboración de sus palas y un consecuente daño ambiental. Este contrasentido es denunciado por activistas e instituciones que señalan a Europa como cómplice de la deforestación en Ecuador para generar energía eólica. En España, la AEE afirma que la fabricación de estas partes de los aerogeneradores emplea «un proceso autosostenible y certificado”.
La madera de balsa es una especie tropical conocida por su ligereza y flexibilidad. Está presente principalmente en las selvas de Centroamérica y Suramérica, y en países como Ecuador, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, donde cada vez es más frecuente encontrar plantaciones para su explotación. Pero Ecuador resalta como principal productor.
El 77% de las exportaciones de balsa ecuatoriana en 2020 se dirigieron a Asia, 12% a Europa y 11% a América. “El boom de esta madera en Ecuador le sirvió al gobierno del expresidente Lenín Moreno para vanagloriarse del incremento de las exportaciones no petroleras”, señala el portal Amazonia Socioambiental. En el 2020, durante la emergencia sanitaria, ese país exportó 402 millones de dólares de esta materia prima, según cifras del Banco Central del Ecuador. En las comunidades de la Amazonía, mientras tanto, las consecuencias ecológicas, económicas y sociales del auge de este negocio son cada vez más alarmantes.
Las palas de los modelos de los aerogeneradores más antiguos contienen entre 1 a 3% de este tipo de madera, explica la Asociación Empresarial Eólica. En los últimos años, los fabricantes han venido sustituyendo la madera de balsa por PET (Polyethylene Terephthalate) y la previsión es que en el corto plazo este material plástico sea el que se utilice.
Ecuador y su madera balsa para la energía eólica
La madera de balsa, en especial la de Ecuador, es solicitada para elaboración de autogeneradores de energía eólica. Es un material muy ligero, adaptable y con buenas cualidades mecánicas. Demandado para múltiples aplicaciones como pueden ser las palas de los aerogeneradores, automóviles y embarcaciones. Como sucede con otros árboles, y debido a su origen, puede dar lugar a dudas sobre su proveniencia y el impacto social y medioambiental de las plantaciones, dice la AEE.
Sin embargo, los fabricantes de palas del sector eólico tienen especial cuidado en garantizar la procedencia de la madera de balsa que utilizan. Y exigen trabajar con empresas reconocidas y en posesión de certificaciones de calidad, sostenibilidad y trazabilidad, como la Certificación Forestal FSC (FSC, 2021). El objetivo del sector es adquirir madera de balsa procedente de bosques y plantaciones gestionados según estrictos estándares internacionales de sostenibilidad.
La aplicación de los estándares FSC asegura que las plantaciones deben respetar una serie de indicadores sociales. Incluyendo el bienestar social y económico a largo plazo de los trabajadores del bosque y de las comunidades locales. El respeto por las comunidades indígenas, el cumplimiento de los derechos de los trabajadores y la aplicación de unas condiciones laborales seguras.
Insiste la asociación que “la madera de balsa utilizada en las palas proviene de plantaciones sostenibles con una política de reforestación sólida y certificada. El proveedor tiene sus propias plantaciones donde controlan todo el proceso. Desde la plantación hasta su tala (ciclo de unos 4 años) para proceso y entrega a la fábrica, momento en el que replantan. Por tanto, es un proceso autosostenible, controlado y certificado, que en ningún momento contribuye a deforestar bosques en los países mencionados”.
Tala, invasiones y divisiones entre grupos indígenas
A fines de 2019, ya adentrado el auge de la energía eólica los madereros comenzaron a llegar a Ewegono, una aldea de nueve familias indígenas Waorani en el río Curaray en la Amazonía de Ecuador.
Buscaban balsa, una especie de árbol de rápido crecimiento cuya madera se utiliza en las palas de las turbinas de energía eólica. Hubo una escasez mundial. Al principio, los aldeanos “agarraron motosierras, hachas y machetes para cortarlo”, dice Saúl Nihua, líder de Ewegono a Economist. La paga podría ser de 150 dólares al día. Una fortuna en una región donde la mayoría de la gente no tiene trabajo.
Pronto la cosecha se convirtió en un evento gratuito. Algunos madereros obtuvieron permisos con la ayuda de los waorani, pero otros los falsificaron e invadieron la reserva indígena. Muchos tomaron camiones cargados de madera sin pagar a sus trabajadores. La gente de lugares menos remotos cortó toda la balsa que pudo encontrar, apilándola a lo largo de la carretera hacia Arajuno, el pueblo más cercano, cuenta Nihua. Los compradores de camiones pagaban tan solo 1,50 dólares por árbol.
Entonces la tala incontrolada degradó el bosque. «Han matado tremendamente la vegetación sin respetar los límites legales», insiste el líder que en parte se culpa a sí mismo. Pues animó a sus compañeros waorani a ganar dinero con la codiciada madera.
La falta de mecanismos de regulación comercial y ambiental en esta región derivó en divisiones internas en las comunidades. Los líderes indígenas advierten del aumento del consumo de alcohol, de drogas y otros delitos que en esta región no eran comunes.
Afectación a la biodiversidad y especies de animales
El biólogo y catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Álvaro Pérez, conoce la situación. Y reconoce que esta tala de balsa en Ecuador, requerida para la generación de energía eólica, no genera afectaciones al suelo. Sin embargo, indica que los problemas aparecen cuando se talan áreas de bosque para sembrar la balsa.
Para el científico, el impacto ecológico más grave de esta extracción puede recaer en los animales polinizadores que se nutren del néctar de las flores de los árboles de balsa. “Y también un gremio de animales que podrían afectarse por la disminución de población de balsa son los murciélagos nectarívoros”, precisa.
Pérez detalla que en la Amazonía, la balsa es parte de hábitats que se forman con rapidez y que configuran sitios de refugio, anidación. Y alimentación de especies como el tapir, el jaguar, aves como el papagayo, entre otras. Principalmente en las islas que se forman en los ríos, “son sitios muy dinámicos, de cambios rápidos, y la balsa coloniza estas áreas libres y crece en grandes cantidades”.