Por Juan Salinas Quevedo
21/05/2017
No sé decir adiós (Lino Escalera, 2017), ganadora de cuatro biznagas de plata en el pasado Festival de Cine de Málaga (Premio Especial del Jurado, mejor guión –Pablo Remón–, mejor actriz –Nathalie Poza– y mejor actor de reparto –Juan Diego–), llega a los cines este viernes tras su preestreno en Madrid y Barcelona recibiendo el aclamo de la crítica y el público.
La ópera prima de Lino Escalera nos habla del trámite por el que han de pasar dos hijas al conocer que a su padre, víctima de una enfermedad, le queda poco tiempo de vida. La incapacidad para afrontar la pérdida conlleva que los personajes huyan de sus propias emociones, dando lugar a un film elaborado desde la más absoluta contención.
La negación forma parte del entramado emocional como forma de catalizar los sentimientos y establece una incomunicación que permite no pisar terrenos dramáticos tremendistas ni desmesurados, apostando por una sutileza que invita al espectador a embarcarse en un viaje hacia la muerte donde no existen despedidas.
Nathalie Poza, acompañada por unos extraordinarios Juan Diego y Lola Dueñas, se postula con esta interpretación como una de las actrices destinadas a cosechar todo tipo de premios (tras cuatro nominaciones al Goya, quizá sea este el momento de levantarlo), con un trabajo realizado desde la introspección, brindándonos la posibilidad de comprender las latentes emociones que emergen del relato.
En la rueda de prensa de presentación, aseguró haber trabajado mucho «los silencios, todo lo que no se expresa, para conseguir trasladarlo más allá de la pantalla».»Ha sido el viaje más intenso, privilegiado y hermoso con el que no me esperaba encontrar ya”, declaró. También quiso hacer hincapié en la precaria situación de las actrices de su generación: “No es fácil que una actriz de mi edad se encuentre con un trabajo con tantas secuencias como este”.
Por su parte, el veterano Juan Diego, que da vida al padre en la historia, explica dónde radica el mayor acierto de la película: “Para mí el logro no está en lo que se cuenta, sino en la forma de contarlo”.
Un cine sobrio, sin florituras, cimentado desde las emociones más profundas.
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