Por Cristina Cabrejas (EFE)
El papa Francisco quiere que el próximo Jubileo esté realmente dedicado a la Misericordia y por ello en una carta indicó porqué concedió a los sacerdotes que absuelvan «el pecado de aborto» y que se conceda la indulgencia a los presos.
«Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie», así se expresó Francisco en una carta enviada al presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, y encargado de organizar el Año Santo extraordinario, y publicada este martes por la oficina de prensa del Vaticano.
«Por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón», explicó.
Según la doctrina católica, el aborto es un pecado grave que comporta excomunión y un sacerdote sólo lo puede absolver por orden de un obispo o del pontífice.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó que la decisión del papa «no es una atenuación de la gravedad del pecado (del aborto)», así como «no quiere de ninguna manera minimizar la gravedad de ello». Lo que quiere, añadió, es dar «una señal de extensión de la manifestación de Misericordia en términos más accesibles y disponibles por parte de la Iglesia».
Puntualizó además que esta decisión no es para siempre, sino únicamente durante el Año jubilar, que comenzará el próximo 8 de diciembre y concluirá el 20 de noviembre de 2016.
En su misiva, Francisco introdujo el tema afirmando que «uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida» y que «algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo».
«Pero muchos otros, en cambio -explicó el papa– incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir».
«Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión», escribió Francisco.
«Sé que es un drama existencial y moral»
La carta continúa: «Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza».
Francisco indica entonces a los sacerdotes que «se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión».
El Papa también recuerda que la celebración de un Jubileo siempre ha sido la ocasión de una «gran amnistía» para los presos, «que aunque mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad».
El organizador del Jubileo, Rino Fisichella, ha señalado que «Francisco, desde siempre, ha querido destacar que el Jubileo extraordinario podrá ser vivido en Roma, pero también en las diferentes diócesis».
Por ello, Francisco destacó que para recibir la indulgencia (el perdón de los pecados) los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa de San Pedro y de las cuatro basílicas romanas, pero también «en la catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano».
A quienes por diversos motivos se vean imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, como enfermos y las personas ancianas y solas, «también a través de los diversos medios de comunicación».
Otra de las sorpresas de este Jubileo es que Francisco también concede que puedan dar el perdón de los pecados los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X, los llamados lefebvrianos.
Y desea «que se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad», que no reconoce las novedades introducidas en el Concilio Vaticano II, lo que desató en 1988 un cisma en la Iglesia católica.