Albert Camus sufre el 1 de abril de 1960 un trágico accidente automovilístico en las cercanías de París. En su automóvil llevaba un maletín que se encontró en las cercanías del árbol donde se estrelló. Junto a unas cartas, su pasaporte y su diario, iba un manuscrito de 144 páginas difícil de descifrar por la falta de puntuación y la escritura rápida de Camus. El hallazgo no sólo significó el valor de una obra inconclusa, sino el último escrito de Albert Camus, su autobiografía novelada: Le Premier Homme.
Camus tiene una particularidad que le distancia de su último mejor amigo Jean Paul Sartre [así le llamó Sartre en su obituario]: la humildad. El escritor de La peste, aun en medio de sus desencuentros más profundos, no apela a la violencia ni a la pena capital.
Sartre -que miraba a Camus por encima del hombro por sentirse un erudito [comunista] de la Escuela Normale Superior de Paris- pidió pena de muerte a los colaboracionistas judíos con los nazis y alentaba la leva de armas del pueblo de Argel contra el colonialismo. Mientras que Camus, el hombre rebelde, de procedencia campestre, no creía en la pena capital y profesaba la lucha no violenta.
Me gusta Albert Camus
Me gusta Camus porque el debate filosófico sobre el poder, la vida, el sufrimiento, la muerte o la libertad lo asume sin radicalismo y con espíritu nostálgico. La venganza de las náuseas.
El argumento autobiográfico en el primer hombre, se centra en el regreso de Jacques Cormery, alter ego del escritor, a su país natal [Argelia], donde evoca sus recuerdos de infancia, la vida en una familia pobre, con su madre viuda y su tío, y con el profesor de escuela que le exige motivación para leer y dedicarse a la literatura.
Camus tenía de 44 años de edad cuando le sobrevino la muerte. Poco antes había declarado: «Mi obra aún no ha comenzado».
El primer hombre se publicó muchos años después (1994) en Francia. Cuenta la migración de los padres de Camus desde la metrópoli a la colonia, de la pronta muerte del padre en las trincheras de la I Guerra Mundial, de la infancia pobre pero feliz en Argel, del disfrute de los juegos infantiles, los baños en la playa, a la puesta del sol y de la capacidad de un niño –que representa a tantos otros– por sobreponerse a la adversidad y el anonimato de la pobreza.
La novela a la que pensó Camus con el título El nómada, se presenta como un elogio de la educación en su sentido más prístino. La educación como instrumento esencial para superar las diferencias que impone la cuna y que cada ser humano acceda al conocimiento en su sentido más genuino, sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre los otros.
Un grito de alegría
El primer hombre es un grito en favor de los olvidados de este mundo, de los que no tienen la posibilidad de tener un lugar en la historia. Leyendo la novela, el primer hombre es aquel que «camina en las noches de los años por la tierra del olvido». Aquel que, como Camus, tiene que «criarse solo, sin haber conocido nunca esos momentos en los que el padre llama al hijo cuando ha llegado a la edad de éste escuchar, para confiarle un secreto de la familia, o una antigua pena o experiencia de la vida». Aquel que «aprende solo, sin memoria y sin fe, crece solo, en fuerza, en potencia, encontrando solo su moral y su verdad, para nacer por fin como hombres y después nacer en un nacimiento más duro, que consiste en nacer para los otros». Un nacimiento distinto del de Sartre.
Me gusta Camus porque escribe sobre la sencillez de lo vivido. De las más amargas experiencias no brota rencor o resentimiento. Aflora la luz, el color, donde su musa es su tío, su padre que no conoció o su madre iletrada. ¿Cómo amar a quien nunca pudo abrazar? ¿Cómo querer y redimir a pesar de vivir en la oscuridad sin rumbo ni sendero? Me gusta Camus porque a pesar de sus carencias, no sabe de odios ni derrotas. Su victoria fue embriagarse del buen recuerdo de su pueblo que le vio marchar y en la gratitud a la tierra le vio llegar…y hambriento, le dio un libro y un trozo de pan.
Me gusta Camus porque en su prosa van los olvidados. Porque a través de la cultura y sus orígenes, rescata el amor y la confianza en la razón, en la humanidad, en la paz. Me gusta Camus, porque a pesar de la tragedia, el infortunio y la pobreza, se empeña en un grito de esperanza, de valor y de alegría… sin acritud.
La educación nos hará diferentes
Hoy son millones los que en el mundo son un primer hombre. Como recordaba Almellehan, “hay 25 millones de niños de primaria y secundaria sin escolarizar en zonas en conflicto. De todo el presupuesto para labores humanitarias, menos del 2% se ha invertido en educación. La mayoría de las ayudas a los refugiados van destinados a comida, agua, alojamiento o supervivencia …”
Camus es causa y consecuencia de la educación. Camus escribe el drama del extranjero y lanza al mundo un enorme desafío: querer a los inmigrantes tanto como a los lugareños, porque en ellos hay tanto dolor como amor, tanta sombra como resplandor, los más hermosos deseos de la vida.
El primer hombre es aquel que, en medio de su soledad y desarraigo, lleva a su madre y su padre en el corazón, a su tío, su amigo, a su pueblo en su alforja. Pero también a su maestro, al de la escuela que le vio ir y al que le vio llegar, porque gracias a ellos dejaron de ser el extraño, el extranjero, el excluido.
Y sí lo escribió, y así el mundo le premió, como el primer hombre, el premio Nobel.