Meghan P. Keating, Clemson University
Las ratas prosperan cerca de los humanos por una buena razón: se alimentan de cultivos y basura y se adaptan fácilmente a muchos entornos, desde granjas hasta las mayores ciudades del mundo. Para controlarlas, se suele recurrir a los venenos. Pero los productos químicos que matan a las ratas también pueden dañar a otros animales.
Los venenos más utilizados son los rodenticidas anticoagulantes. Actúan interfiriendo en la coagulación de la sangre de los animales que los consumen, que mueren desangrados. Estos bloques de cebo de tentador sabor se colocan en el exterior de los edificios, en pequeñas cajas negras en las que sólo pueden entrar ratas y ratones. Pero el veneno permanece en el cuerpo de los roedores, amenazando a animales más grandes que se alimentan de ellos.
Recientemente, mis colegas y yo revisamos estudios de todo el mundo que trataban de documentar la exposición de carnívoros mamíferos salvajes a rodenticidas anticoagulantes. Los investigadores detectaron rodenticidas en aproximadamente un tercio de los animales de estos análisis, incluidos gatos monteses, zorros y comadrejas. Y relacionaron directamente los venenos con la muerte de un tercio de los animales fallecidos.
El uso de rodentificidas no está regulado
La mayoría de los venenos detectados en estos estudios eran los denominados rodenticidas anticoagulantes de segunda generación, desarrollados a partir de 1970. Estos productos se utilizan exclusivamente en zonas residenciales y urbanas y pueden matar a una rata o un ratón después de alimentarse de ellos una sola noche. Los rodenticidas de primera generación, que suelen utilizarse sólo en granjas, requieren varias dosis para matar.
Estos venenos están ampliamente disponibles y su uso no está regulado en la mayoría de los países. Aunque puede estar contribuyendo al declive de muchas especies de carnívoros en todo el mundo, está previsto que su uso aumente todavía más.
Ascendiendo a través de las cadenas alimentarias
Cuando los animales salvajes consumen veneno para ratas –normalmente, al comer una rata envenenada– los efectos pueden incluir hemorragias y lesiones internas, letargo y una respuesta inmunitaria reducida, lo que puede hacerlos más susceptibles a otras enfermedades. En muchos casos, el animal muere. A veces estas muertes se producen a escalas lo suficientemente grandes como para reducir las poblaciones locales de depredadores.
Comenzamos nuestra revisión recopilando una lista de 34 especies de las que se sabe que están expuestas a venenos para ratas. Entre ellas había miembros de las familias de las comadrejas y los perros, como armiños, turones occidentales y zorros rojos, además de gatos monteses y otros carnívoros.
Sorprendentemente, algunos depredadores expuestos al veneno, como los pumas y los lobos grises, no suelen cazar roedores. Incluso se han detectado rodenticidas en depredadores semiacuáticos como la nutria de río, que normalmente se alimenta de crustáceos y peces.
Es probable que grandes carnívoros como los lobos estén consumiendo raticidas al alimentarse de otros carnívoros envenenados, como mapaches y linces.
Este movimiento de los venenos en la cadena alimentaria se denomina bioacumulación. En el ejemplo más conocido, importantes rapaces estuvieron expuestas al pesticida DDT en el pescado que consumían antes de que Estados Unidos lo prohibiera en 1972. Muchas especies afectadas, entre ellas águilas calvas, águilas pescadoras y halcones peregrinos, vieron reducir drásticamente su población durante años debido a los efectos del DDT.
Carnívoros en peligro
Encontramos docenas de estudios previos que intentaban cuantificar el riesgo de exposición a los venenos para ratas, normalmente examinando los hábitats de los animales. Algunos estudios hallaron un riesgo elevado de consumir raticidas en zonas urbanas y agrícolas, pero también en espacios naturales.
Por ejemplo, un estudio de 2012 encontró raticidas en martas –carnívoros de tamaño medio– que frecuentaban lugares de cultivo ilegal de cannabis en el condado de Humboldt, California, en los que se usaban venenos para ratas. Otros factores que pueden contribuir a la exposición son el sexo y la edad del animal. En definitiva, es necesario estudiar más a fondo qué animales corren peligro.
Poca atención a África, Asía y Australia
La mayor parte de la investigación sobre este tema se lleva a cabo en Norteamérica y Europa. Hasta la fecha, sólo un puñado de estudios se han centrado en Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, aunque más de la mitad de todas las especies de carnívoros de interés mundial se encuentran en Asia, África y Sudamérica.
En África, por ejemplo, los venenos anticoagulantes para ratas podrían amenazar a especies como el gato de patas negras, clasificado como vulnerable. Estos venenos también se utilizan mucho en Asia, sobre todo en las plantaciones de grasa de palma. Muchas especies salvajes viven en este tipo de zonas agrícolas boscosas, entre ellas carnívoros que cazan roedores, como la civeta común de las palmeras y el gato leopardo.
Nuestro estudio reveló que el 19 % de las especies de carnívoros incluidas en la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza tienen áreas de distribución que coinciden total o parcialmente con países donde se ha documentado la exposición de la fauna silvestre al veneno para ratas. Sin embargo, sólo en el 2 % de los casos la Lista Roja enumera los rodenticidas como una amenaza reconocida, y ninguna especie está incluida en el 19 % que nuestra revisión indica que pueden estar amenazadas por la exposición a rodenticidas. Esto sugiere que los investigadores y conservacionistas de la fauna salvaje no son plenamente conscientes del alcance de estos venenos.
El lince de Kiawah
Estoy haciendo mi tesis doctoral en la isla Kiawah de Carolina del Sur, donde los biólogos han detectado rodenticidas anticoagulantes en linces. Estos felinos de la isla cuentan con collares geologalizadores con GPS y han sido monitorizados desde principios de la década de 2 000, en uno de los estudios multigeneracionales más largos de un carnívoro en el mundo.
Entre finales de 2019 y principios de 2020, se encontraron tres linces muertos debido al envenenamiento con rodenticidas, incluidas dos hembras que murieron mientras daban a luz. Su población se redujo de una cifra estimada de 30 a tan solo 10 ejemplares. Estas muertes atrajeron la atención de los medios de comunicación, estimularon los esfuerzos para reducir el uso de venenos en la isla e impulsaron la investigación para entender cómo los venenos para ratas estaban afectando a los linces.
Kiawah es un popular destino turístico, pero estos linces han persistido durante décadas de desarrollo urbanístico. Parte de mi trabajo trata de desentrañar cómo los raticidas y la urbanización les están afectando.
En 2020, los residentes de Kiawah se ofrecieron voluntarios para dejar de usar rodenticidas en la isla, y el gobierno municipal llevó a cabo campañas de educación pública explicando la amenaza que suponía para la fauna salvaje. En la actualidad hay unos 20 linces en la isla, y se sigue trabajando para poner fin definitivamente al uso de rodenticidas.
Estos venenos han contribuido a la muerte de otros animales carismáticos, como los pumas urbanos, en el sur de California, o Flaco, un búho real euroasiático que se escapó del zoo de Central Park de Nueva York y vivió durante meses en el parque. En Europa, se han encontrado rodenticidas en los cadáveres de lobos italianos.
Las ratas dañan propiedades, contaminan alimentos y propagan enfermedades, por lo que controlarlas es un problema de salud humana. Sin embargo, mi investigación se suma a la evidencia de que se necesitan mejores métodos de control para reducir la necesidad de rodenticidas anticoagulantes.
Esfuerzos comunitarios como los de la isla de Kiawah pueden ayudar. También lo puede hacer la limpieza de basuras en las ciudades. Pero es probable que en muchos lugares del mundo se necesite una mejor regulación y seguimiento del uso de raticidas.
Meghan P. Keating, PhD Candidate in Wildlife and Fisheries Biology, Clemson University
Publicado en The Conversation. Lea el original.