Por Miguel Martín Bernardi
Teniente General Segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército
26/05/2018
Los pasados días 13 y 14 de marzo, el Ejército de Tierra organizó las IV Jornadas Retos Futuros del ET, desarrolladas en la Escuela de Guerra del Ejército en Madrid, bajo el título Entorno operativo futuro y las fuerzas terrestres en 2035: la necesaria adaptación a los retos y amenazas. Estas jornadas se vienen desarrollando desde hace cuatro años con la finalidad de dar a conocer, en un foro multidisciplinar, con total transparencia y claridad, la respuesta del Ejército de Tierra a los retos futuros. Conceptos como frontera avanzada, la dimensión humana de los conflictos y la guerra híbrida fueron tratados en ediciones anteriores y sus enseñanzas han sido incorporadas, en mayor o menor medida, al planeamiento de las operaciones, a nuestra orgánica y procedimientos y a los despliegues en operaciones.
Es obvio que la preparación de los Ejércitos debe evolucionar al ritmo de los acontecimientos y adelantarse a ellos siempre que sea posible mediante un proceso continuo de análisis e investigación prospectiva, para poder responder así a los retos que se presenten, mediante los necesarios ajustes en la organización, doctrina, dotación y preparación de nuestros soldados y nuestras unidades. Por ello, el Ejército está inmerso en los estudios para definir la Fuerza que el Ejército precisará en el entorno del año 2035. Dentro de esta iniciativa se enmarca el desarrollo de estas jornadas, como un elemento fundamental para el intercambio de ideas y difusión de los retos a los que nos enfrentamos en el futuro.
El año 2035 es una referencia obligada para los que estudian la evolución de las grandes tendencias mundiales: desde el clima, con un pico de aumento de la temperatura mundial, hasta la gobernanza, con el cambio en las relaciones de poder, el futuro papel de los actores no estatales, de las mega-ciudades o de los grupos ideológicos radicales, la economía basada en el hidrógeno, la globalización financiera, los grandes avances tecnológicos disruptivos y los retos éticos de la inteligencia artificial.
Desde el punto de vista operativo y de las Fuerzas Armadas, en los próximos años, el entorno de actuación seguirá siendo impredecible, dinámico, inestable y de creciente complejidad: el desigual crecimiento demográfico, la lucha por los recursos, las diferencias raciales y religiosas, la globalización, la criminalidad, las crisis económicas, las reivindicaciones territoriales, la proliferación de los extremismos y la facilidad de acceso a la tecnología, dibujan un futuro incierto, en el que habrá numerosos conflictos. Estos conflictos se producirán eminentemente entre la población, debido al previsible crecimiento de la urbanización, y en ellos será necesario pugnar por conseguir control y apoyo de esa población. Los riesgos y amenazas ya no se materializarán en un espacio determinado, dando lugar a una indeterminación del lugar y del entorno, estando más vinculados al factor humano que al entorno físico. El papel de las fuerzas terrestres seguirá siendo por ello primordial, al ser las únicas que pueden asegurar un contacto permanente con la población, acceder a ella y protegerla de los elementos hostiles que la amenacen.
Al mismo tiempo, los avances tecnológicos se producirán a un ritmo cada vez más acelerado. La aparición y popularización de nuevas tecnologías susceptibles de ser usadas para fines militares hace que los Ejércitos deban encontrar una forma ágil y eficaz de incorporarlas para aumentar y mejorar sus capacidades. También será necesario defenderse de la amenaza que supone su uso por potenciales adversarios y actores no gubernamentales debido a la facilidad que tendrán para acceder a ellas.
Pero también las capacidades en armamento, material, municiones o comunicaciones sufrirán una evolución radical. La incorporación y modernización a los Ejércitos de esas capacidades será esencial para afrontar el futuro con garantías de éxito. Para ello será preciso disponer de los adecuados recursos financieros que permitan hacer una previsión adecuada de su adquisición según va variando el entorno operativo y evoluciona la tecnología.
Por otra parte, habrá que hacer frente a un invierno demográfico: un estancamiento del crecimiento de la población con el envejecimiento subsiguiente y con ello la dificultad de atraer a los ejércitos el personal preciso en cantidad y calidad. Tendremos que equilibrar esta desventaja, intentando disponer de unos medios que, apoyados en el impulso tecnológico, hagan aumentar la potencia de combate de las unidades, compensando con ello la disminución de efectivos. Será preciso introducir nuevas capacidades basadas en la inteligencia artificial, la robotización, la proliferación de medios remotos y autónomos, la fabricación aditiva y los sensores de todo tipo.
En este entorno, las fuerzas terrestres deberán estar preparadas para realizar simultáneamente actividades muy diversas, desde las de combate convencional hasta las de ayuda humanitaria, pasando por la mentorización o adiestramiento de unidades, estando en disposición de hacer frente a una creciente amenaza híbrida. El elemento esencial para enfrentar con éxito el futuro será el combatiente, centro de gravedad de nuestra institución. El soldado del año 2035 deberá tener una formación multidisciplinar que le prepare para afrontar situaciones nuevas y cambiantes y que, bajo el mando de unos líderes ejemplares, mantenga los valores que caracterizan al soldado español: valor, disciplina y disponibilidad permanente. El combatiente futuro habrá de ser capaz de continuar operando en un ambiente electrónicamente degradado en el que, ante la ausencia de órdenes y directrices, sea capaz de cumplir la misión asignada interpretando inteligentemente el propósito del mando superior.
En el año 2035 la Unidad tipo Brigada seguirá siendo el elemento fundamental para generar fuerzas operativas terrestres y, por ello, el primer paso para determinar la Fuerza Futura es la definición de la Brigada 35: un sistema integral de combate que habremos de adquirir como una capacidad completa. Esta Brigada estará basada en la innovación, será reducida en personal, tecnológicamente avanzada, contará con capacidad para actuar en todo el espectro del conflicto, estará especialmente capacitada para el combate urbano y para actuar en los tres dominios —terrestre, aéreo y cibernético— y dotada con la adecuada protección, movilidad y capacidad de detección y ocultación. Para llegar a definirla, se va a poner en marcha, por primera vez en el Ejército, un proceso de experimentación sobre la base de la Brigada Rey Alfonso XIII II de la Legión en el que van a participar todos los mandos del Ejército. El primer paso será la recepción de los demostradores tecnológicos de los vehículos de combate de ruedas 8×8 y se prolongará, al menos, hasta el final del año 2019. Las conclusiones obtenidas tras el proceso de experimentación permitirán realizar una aproximación conceptual a la Brigada que nuestro Ejército necesitará en el año 2035.
Desde el Ejército de Tierra somos conscientes de que el futuro que nos aguarda va a traer consigo importantes cambios para los que hemos de prepararnos desde este momento. No es fácil determinar el futuro, pues como indicaba el profesor Jose Luis Feito —brillante ponente en estas jornadas— “esa determinación solo está autorizada a los dioses”. También es cierto, como afirmó el teniente general José Carrasco Gabaldón (Jefe del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de Tierra) que “el verdadero ejercicio de prospectiva será el que nos lleve a conseguir la mejor combinación de capacidades para adaptarnos a los cambios”, lo que está más en nuestras manos.
En cualquier caso es imprescindible tomar hoy las decisiones para enfrentar con éxito el futuro. No queremos que, cuando se vuelva la vista atrás, se llegue a la conclusión de que el Ejército no supo tomar las decisiones precisas, tal y como nos advirtió el profesor Marcos Urarte en la conferencia inaugural de las jornadas: “Las organizaciones están como están hoy, por las decisiones que no se tomaron en el pasado”.
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