Por María Ruiz | Efe
La Unión Europea (UE) intenta mantener la calma y afianzar su supervivencia una semana después de la victoria del Brexit, en la que ha dejado claro a Londres que no está dispuesta a hacerle concesiones y ha escuchado los deseos de Escocia de seguir en el bloque comunitario.
Tras el «shock» inicial con el que despertó la UE el viernes 24 de junio, echó a rodar el «plan B» europeo con el que se intentará minimizar el impacto de la retirada británica tras más de cuatro décadas de membresía, y reforzar la cohesión de los 27 socios restantes.
Las declaraciones políticas de unidad no han podido contener, sin embargo, el nerviosismo en los mercados financieros que han registrado un desplome, que según el magnate George Soros ya alcanza dimensiones comparables a la crisis de 2007 y 2008.
La agencia de calificación Standard & Poor’s (S&P) decidió este jueves rebajar un escalón la nota de la deuda a largo plazo de la UE, de sobresaliente alto (AA+) a sobresaliente (AA), precisamente a raíz del triunfo del «brexit» en el referéndum.
El primer ministro británico, David Cameron, anunció su dimisión inmediatamente después de conocerse el resultado de la consulta, así como su incapacidad para liderar un proceso de salida con el que no comulga, y dejó en manos de su sustituto -que como pronto llegará el 9 de septiembre- la invocación del artículo 50 del Tratado de la UE, con el que se inicia oficialmente el divorcio.
No pudo ahorrarse, no obstante, el viaje a Bruselas del martes para participar en su último Consejo Europeo y constatar que la salida británica es «irreversible».
Los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la Unión restantes se dieron cita por primera vez sin Cameron al día siguiente.
El encuentro permitió incidir en dos cuestiones: que la UE no está dispuesta a permitir «un mercado único a la carta» para el Reino Unido y que hay que hacer frente al descontento ciudadano si se quiere frenar el auge de los populismos.
Iniciaron entonces un ejercicio de reflexión sobre el futuro comunitario, en el que profundizarán en una segunda cumbre informal a 27 en septiembre en Bratislava, que discurrirá de forma separada a las discusiones con Londres sobre su nueva relación con la UE, que no comenzarán hasta que haya notificación oficial de su deseo de marcharse.
Los líderes se apresuraron a recordar al Reino Unido que acceder a un mercado único de más de 500 millones de consumidores conlleva «reglas y obligaciones» como el respeto a las libertades fundamentales, incluida la libre circulación de trabajadores de otros Estados miembros, que tantos problemas ha planteado en el país, y la contribución al presupuesto comunitario.
En paralelo, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, inquieta por una salida de la UE que los escoceses no desean, logró que la recibieran en Bruselas los presidentes del Parlamento Europeo (PE), Martin Schulz, y de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien se mostró dispuesto a escuchar sin interferir en una cuestión que considera que debe resolverse en el Reino Unido.
«Escocia quiere seguir siendo parte de la UE y tengo un deber como ministra principal de buscar la manera de responder a la voluntad democrática de Escocia», señaló Sturgeon el miércoles tras las reuniones, y recordó que en su región más del 60 % de la población votó por permanecer en el club comunitario.
El presidente del Gobierno español en funciones, Mariano Rajoy, consideró ese mismo día en Bruselas que «si el Reino Unido se va en la negociación, Escocia también se va de las instituciones de la UE», mientras que el presidente francés, François Hollande, advirtió de que la negociación «se hará con el Reino Unido, no con una parte del Reino Unido».
Sturgeon aseguró no estar sorprendida por esta respuesta puesto que aún «estamos en una etapa temprana».
Si todo sigue su curso, no cabe esperar grandes novedades en Bruselas sobre el proceso del Brexit hasta septiembre, aunque las capitales se han mostrado abiertas a reunirse de urgencia en cualquier momento si llega a ser necesario.
Una vez que haya notificación oficial de la salida, algo que tampoco se espera hasta la vuelta de las vacaciones estivales, los líderes europeos podrán mantener su primer encuentro formal sin el Reino Unido y valorar los modelos de asociación con el que se convertirá en un nuevo país tercero, vecino, pero no comunitario.