La caza indiscriminada y la cosecha industrial durante cuatro décadas llevó a la población de ballenas azules cerca de la extinción. Durante 70 años a 1.300.000 individuos de esta especie se les mató sin piedad en la Antártida. Sin embargo, ahora la historia está cambiando debido a que se avistó el regreso de estos gigantes marinos a su hábitat en el Océano Austral. El retorno de las ballenas a los polos pareciera indicar que finalmente se están recuperando.
Un estudio reciente revela que, en las inmediaciones de la isla subantártica de Georgia del Sur hay 41 nuevos ejemplares de ballenas azules. En los últimos 9 años es el mayor número de individuos que se ha catalogado. La isla vio morir a cerca de 3.000 individuos víctimas de la caza. Los científicos explican que uno de los motivos por el cual están regresando las ballenas, además de la eliminación de la caza, es por la recuperación del plancton, conocido como krill (su alimento principal), que abunda en las aguas que rodean a Georgia del Sur. Lo mismo ha sucedido con las ballenas jorobadas al oeste de la Península Antártica.
Qué diferencia a la ballena azul de otras especies
La ballena azul es una especie de cetáceo misticeto de la familia Balaenopteridae. Su tamaño medio es de entre 24 y 27 metros de longitud y pesan entre 100 y 120 toneladas. Hay registros de ejemplares que miden más de 30 metros y pesan 170 toneladas, lo que lo convierten en el animal más grande del planeta. No solo en la actualidad, sino también de la historia.
El cuerpo de este mamífero marino es de color gris azulado a lo largo del dorso y algo más claro en la zona ventral. Las ballenas azules eran abundantes en casi todos los océanos hasta comienzos del siglo XX. Durante más de cuarenta años fueron cazadas hasta casi su extinción. Su protección por parte de la comunidad internacional comenzó en 1966.
Un informe de 2002 estimó su número entre 5.000 y 12.000 ejemplares en todo el mundo. Antes del comienzo de la caza comercial de ballenas, la población más numerosa era la de la Antártida, con alrededor de 239.000 ejemplares. Actualmente solo quedan concentraciones mucho menores (de alrededor de 2.000 individuos) en los océanos Pacífico nororiental, Antártico e Índico. Hay dos grupos más en el Atlántico norte y por lo menos dos en el hemisferio sur.
El calentamiento global es una amenaza para las ballenas
El calentamiento global sigue siendo la amenaza más importante a la que se enfrentan las poblaciones de ballenas polares. El aumento en las temperaturas de las aguas les genera cantidades importantes de estrés. Sus fuentes de alimento se ven severamente mermadas.
La contaminación auditiva que sufren también impacta gravemente su bienestar. Las embarcaciones grandes producen ruidos fuertes que pueden recorrer largas distancias bajo el agua, que interfieren con el sonido que necesitan las ballenas para desplazarse en la oscuridad de sus hábitats submarinos. Así como los humanos necesitamos un poco de silencio para intercambiar ideas, las ballenas necesitan comunicarse entre sí para obtener alimento. Además de que les resulta muy molesto, puede ser mortal. Esta contaminación ha ocasionado que las madres se separen de sus crías, al no poderse comunicar con ellas.
Cuatro décadas de caza y explotación
Las ballenas azules, como cualquier otro cetáceo, son unos animales difíciles de capturar o matar. Su tamaño, velocidad y fuerza hacían que raramente estuvieran en el punto de mira de los primeros barcos balleneros, que tenían como objetivos principales a los cachalotes y a las ballenas francas.
La primera vez que se realizó una masiva caza de grandes cetáceos fue en 1864 en las costas de la antigua provincia noruega Finnmark. A causa de disputas con los pescadores locales, la última estación de caza de ballenas en Finnmark fue cerrada en 1904. Después de eso se inició su caza en Islandia, las islas Feroe, la isla de Terranova, Spitsbergen, las islas Georgias y Sandwich del Sur.
Tras la introducción de buques factoría a vapor con rampas a popa en 1925, el número de ballenas azules cazadas anualmente aumentó de forma drástica. Entre 1930 y 1931 estos barcos cazaron 29.400 ejemplares solo en la región antártica.
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial su población había sido considerablemente mermada y en 1946 se introdujeron las primeras cuotas que restringían el comercio internacional de misticetos, aunque resultaron ineficaces debido a que no contemplaban una diferenciación entre especies. Así, las especies más escasas podrían ser cazadas en la misma medida que aquellas que contaban con una población relativamente abundante.
La matanza comercial de la ballena azul fue prohibida en los años sesenta por la Comisión Ballenera Internacional, y aunque las comunidades indígenas de la zona continúan haciendo caza para su autoconsumo, no representa una amenaza para la especie.
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