Por Andrés Tovar
14/07/2017
Esta semana, varios de los grandes medios especializados en tecnología han publicado reportajes entusiastas sobre «el primer abogado robótico del mundo«. Se trata de una idea de un estudiante -que prefiere ser llamado «empresario» de la Universidad de Stanford, Joshua Browder, creador de un chatbot llamado DoNotPay que ofrece asesoramiento legal gratuito en los Estados Unidos y el Reino Unido.
El chatbot –una página donde usted introduce su problema legal y espera la ‘asistencia en línea’- está disponible en y su creador la defiende argumentando que su invento, de acceso totalmente gratuito, está «haciendo libre a la ley» y que incluso los bufetes y el Estado le agradecerán pues está descongestionando la demanda y ahorrando tiempo y dinero a los funcionarios. «Algunos de los bufetes más grandes no podrán estar ser felices!», asegura.
Ciertamente la tecnología está hecha -o debería ser, ese debe ser su médula- hacernos la vida más sencilla y que la automatización de varios rubros del mercado constituye hoy por hoy una realidad ineludible. Pero un chatbot no es un abogado y no podrá ser nunca uno.
Usted puede decirle a DoNotPay cuál es su problema legal y, en algunos casos, puede dirigirle a formularios legales e información que considere relevantes. Sin embargo, las ofertas de la aplicación son extremadamente limitadas -Browder admite esto-. Por otra parte, la aplicación -según dicho por su propio creador- fue creada con la ayuda de «voluntarios y abogados de tiempo parcial» que proporcionaron a Browder comentarios sobre la legislación local en dos países en dos continentes. Pero no puedes verificar su certificación.
La aplicación no puede visitarlo en la cárcel -espero que nunca le haga falta, estimado lector-, ni representarlo en la corte, ni firmar un documento, ni convencer a la contraparte ni mucho menos a un juez; ni argumentar ante el fiscal, ni pagar su fianza, ni negociar una resolución. Es así, las habilidades lingüísticas de las máquinas no son lo suficientemente avanzadas como para manejar problemas humanos matizados y tal vez nunca lo sean, según los expertos en Inteligencia Artificial. O mejor, pregúntele a su abogado.
El arte de abogar
En este sentido, bien valdría la pena hacer algunas consideraciones en la sobremesa, extensible para esas profesiones donde el contacto real es fundamental.
No hay que creer todo lo que se lee: Los abogados y reporteros usan el lenguaje para presentar información. Obviamente, sus contextos son diferentes y por lo tanto sus métodos deben divergir. Cuando los reporteros escriben sobre el «primer abogado robótico del mundo», buscan tantos lectores como sea posible, no la precisión. Pero las definiciones son todo en la ley, y en este caso es seguro decir que el chatbot no puede ser un abogado como el término se entiende culturalmente. El bot es incapaz de hacer una representación legal y no está admitido para ejercer el derecho. Browder merece felicitaciones por su espíritu emprendedor, pero vale la pena señalar que ni él ni su bot estarían listos para postularse a una escuela de leyes.
Nadie es responsable de este consejo. Una de las grandes ventajas de tener un buen abogado «humano» es que usted puede llamarle para ver cómo va su caso o, en el peor de los casos, demandarlos cuando se estropean. Eso no pasará con una aplicación. Los usuarios son responsables de su propia representación y, en última instancia, carecen de la orientación de un especialista.
Los abogados son gente también. Los abogados parecen terribles porque en su mayoría sólo los necesitan en momentos difíciles, pero en realidad son grandes porque son humanos, igual que usted, y se especializan en resolver problemas. Su abogado no ofrecerá respuestas automáticas para todo, como lo haría una aplicación. Además, dentro de lo puramente legal, hay un componente emotivo, marcado por la seguridad y la confianza. Si tiene un problema con su hijo, su abogado seguro que intentará ponerse en su lugar -o por lo menos lo intentará en la medida de sus posibilidades, objetivamente- e incluso puede servirle un café antes de entregarle malas noticias.
El verbo es clave. Cualquier tecnología que no pueda manejar los matices culturales o lingüísticos carece de la capacidad de dominar la habilidad clave de abogar, que es el arte de discutir. Los abogados odian las respuestas directas porque la ley es matizada, los casos son específicos de los hechos y el lenguaje es para la interpretación. Cualquier máquina o persona que proclame que tiene respuestas basadas en generalizaciones obviamente no ha pasado tiempo en las trincheras legales. Las máquinas están lejos de ser lingüistas súper avanzados y algunos expertos en IA dudan de que alguna vez lleguen a una experiencia similar al lenguaje, porque la adquisición del lenguaje es un complejo misterio cognitivo y cultural que depende del contexto.
Browder ha dicho que espera desbaratar la industria legal estadounidense de 200.000 millones de dólares con su aplicación gratuita ahora que hasta ahora ha demostrado ser útil para ayudar a las personas a luchar contra las multas de tránsito. Pero mientras DoNotPay dice que ahora es capaz de manejar 1.000 tipos diferentes de reclamaciones, todavía no hace divorcios u otro tipo de litigios más complicados.
En conclusión, no es éste un artículo en contra de la automatización, sino que aboga por la misma pero bien entendida. Igual pasa con las aplicaciones médicas que prometen darle asesoría médica «con tan solo un click». Nada mejor que su médico.
Así que la próxima vez que alguien afirme que una aplicación simplista puede hacer el trabajo complejo de un ser humano que se especializa en el lenguaje y está capacitado en el arte del argumento, no lo dude. Nada como tener un buen abogado.
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