El Amazonas peruano es un área muy extensa de 68 millones de hectáreas, que se califica como el cuarto mayor bosque tropical en el mundo. También es una de las regiones más biodiversas del planeta y tendría un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático si llegase a ser bien gestionado.
La buena gestión de los bosques del Amazonas peruano pareciera no ser una preocupación para el Gobierno de ese país si se toma en cuenta la indiscriminada y cruenta tala ilegal de árboles. Es un negocio que aprovecha la falta de presupuesto para combatir la tala ilegal, la corrupción de policías y autoridades locales y el desempleo de muchos vecinos que trabajan como peones en la explotación ilegal, a pesar del inmenso daño que ejercen sobre su entorno.
La nefasta corrupción
En enero del año pasado, Global Witness denunció que el Gobierno peruano había tomado medidas que debilitaban al OSINFOR (Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de la Fauna Silvestre). La única agencia estatal que de manera independiente lograba combatir eficazmente el problema.
El negocio de la tala ilegal es complejo, pues los madereros encuentran formas cada vez más creativas y deshonestas de hacerse con la materia prima. Para el momento de la denuncia se aprovechaban de las áreas que el OSINFOR no podía supervisar para blanquear madera a gran escala y falsificaban la procedencia de los árboles en los documentos oficiales.
Policías, guardas forestales y técnicos ingenieros de la Autoridad Regional Ambiental aseguran que los funcionarios locales la gran mayoría de las veces son cómplices. Para sacar madera ilegalmente de un bosque se necesitan peones para cortar y recolectar la madera más camiones que la transporten.
Miles de árboles caídos
De acuerdo con Global Witness, en los últimos 10 años se han talado en Perú más de 130.000 árboles. En una noche de requisa, entre dos comunidades, Papaplaya y San Antonio de Huallaga, se incautaron 10.000 pies de las especies Quina Quina, Quinilla y Ana Caspi, madera que se utiliza para la fabricación de muebles, parquet y vigas de viviendas alrededor del mundo.
Pero la confabulación de los madereros ilegales no es solo con las autoridades locales. Los aserradores juegan un papel clave en la tala ilegal de árboles, pues pulen los tablones resultantes de manera que no se noten los cortes de la motosierra. Luego venden la madera a los carpinteros locales, madera que parece legal, pero no lo es.
El modus operandi de los madereros ilegales comienza realizándole un corte diagonal al árbol hasta la mitad para que el árbol caiga en el lugar que elijan. Luego con la motosierra hacen un corte limpio y recto para que el árbol caiga completamente al suelo.
El diámetro de los troncos pueden ser del tamaño de una persona. Lo más triste entre todo este proceso destructivo es que la madera que trocearon y no se puede transportar, se destruye para que nadie más la pueda aprovechar.
Tala ilegal de árboles, un negocio global
La Policía Ecológica de Perú señala que la tala ilegal de árboles es un delito tipificado en el código penal. Además, plantea la necesidad de un mayor patrullaje, dada la impunidad y desparpajo con el que se talan ilegalmente los bosques. Sin embargo, la falta de coordinación, dinero, efectivos y herramientas son una cruz que pesa e impide el descubrimiento de nuevas canteras.
El SERFOR (Servicio Nacional Forestal) apenas si cuenta con 760 personas para supervisar un bosque de 68 millones de hectáreas. La Global Witness en su llamado del año pasado exigía al Gobierno peruano que le devolviera las competencias que había derogado a la OSINFOR para que la tala ilegal de árboles contara nuevamente con una agencia eficaz y competente.
El llamamiento se extendía a China, Estados Unidos, Noruega, Alemania, México y la Unión Europea para que garanticen que ellos no importan madera ilegal peruana. Acabar con el negocio de la tala ilegal de árboles en Perú pareciera una tarea titánica, porque depende de terminar con la corrupción local, la falta de voluntad política y la compra de madera ilegal por parte de las economías desarrolladas.
Titánica o no, es una tarea urgente y necesaria. De otra manera la ilegalidad, la corrupción y la impunidad seguirán destruyendo el precioso tesoro que habita en el Amazonas peruano: los árboles, el oxígeno, la vida.
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