Por Iñigo Aduriz
13/08/2016
De Bilbao, la gran metrópoli vasca, a la romántica y detallista San Sebastián o a Vitoria, la ciudad ejemplar. Las tres capitales de Euskadi ofrecen cientos de planes y actividades al visitante que quiera escapar del sofocante calor del verano y busque combinar cultura, gastronomía, naturaleza verde y playa. La estabilidad y una importante inversión turística ha vuelto a poner de moda estas ciudades.
Vitoria es la capital verde por excelencia desde que la Comisión Europea le otorgara el título Green en 2012 por su carácter sostenible, su compromiso con el medio ambiente y su multitud de jardines y parques. Distancias asequibles y una llana orografía la convierten en una ciudad ideal por la que caminar a pie o descubrir en bici.
La capital vasca es casi milenaria y conserva aún gran parte de su trazado medieval, con su curiosa forma de almendra y restos de muralla. Es imprescindible la visita a la zona vieja, declarada monumento histórico en 1997. Esta Almendra Medieval, premiada hasta en tres ocasiones por las rehabilitaciones realizadas, descubre edificios civiles, palacios, casas torres y hermosos templos testigos de indudable interés del arte gótico, renacentista, barroco o neoclásico.
También se encuentra en esta zona la mejor cocina en miniatura, los aclamados pintxos. En el extremo sur del casco está la Plaza de la Virgen Blanca, que enlaza la zona vieja con la nueva ciudad y que la primera semana de agosto es testigo del inicio de la Semana Grande con el descenso de Celedón desde la torre de la Iglesia de San Miguel.
La catedral de Santa María, cuya construcción se inició en el siglo XIII, sirvió de inspiración al autor norteamericano Ken Follet. Allí presentó Un mundo sin fin, continuación de Los pilares de la tierra.
Quienes prefieran el arte moderno podrán visitar Artium, el Museo Vasco de Arte Contemporáneo, un centro abierto y dinámico.
De la decadencia a la modernidad
A tres cuartos de hora en coche de allí está el templo vasco del arte más vanguardista. Bilbao se ha transformado por completo en estos últimos 20 años y lo ha hecho alrededor del Museo Guggenheim, que en los meses del verano propone descubrir los juegos espacio temporales de Louise Bourgois a través de sus propios dramas personales, o discurrir a través del juego cromático de las sombras de Andy Warhol.
La capital vizcaína es el germen del Gran Bilbao, la metrópoli vasca que reúne a cerca de un millón de almas a uno y otro lado de la ría del Nervión en varios municipios. Su renovación, el paso de la decadencia postindustrial a la urbe moderna y de negocios, también ha sido trazada principalmente en torno a la ría. El turista puede comenzar su paseo en el Bilbao más tradicional, el del Casco Viejo, por cuyas calles se sigue realizando a diario –pero especialmente en fin de semana–, el popular txikiteo (ir de bar en bar bebiendo vinos cortos), habitualmente amenizado con coros y bandas de música popular.
De allí y dejando atrás el histórico Teatro Arriaga comienza un espléndido paseo de cerca de media hora –siempre que el sirimiri lo permita– por la ría, pasando por el ayuntamiento, cruzando por el polémico puente de Calatrava que da acceso al moderno complejo de Urbitarte, y llegando al aclamado Museo Guggenheim, que ha impulsado la regeneración de Abandoibarra. De allí, siempre siguiendo el Nervión, el visitante llega a la histórica sede de la Universidad de Deusto y podrá contemplar el rascacielos de Iberdrola, orgullo bilbaíno.
Continuando con el paseo está el Palacio Euskalduna, sede de la ópera y, más adelante, el lugar que ocupaba el mítico astillero Euskalduna, víctima de la reconversión industrial que aún conserva la grúa Carola. Siempre siguiendo hacia el mar el visitante se encontrará con el flamante Nuevo San Mamés, estadio del Athletic construido en 2013, que tiene una fachada luminosa visible desde numerosos puntos de la ciudad.
La caminata llega a su punto final en la península de Zorrotzaurre, en plena remodelación, que se convertirá en la sede del Bilbao de los negocios. Allí está prevista la construcción de numerosos rascacielos. Este antiguo suelo industrial acoge actualmente algunos de los proyectos de cultura independiente más prometedores del País Vasco, como el espacio de exhibición para las Artes Escénicas Proyecto P6. La música más popular también tendrá cabida en la Aste Nagusia, las fiestas de la ciudad, que serán del 20 al 28 de agosto.
En Bilbao el espacio para las compras está en el elegante ensanche, iniciado en el siglo XIX y residencia de la burguesía vasca, donde destacan el parque de Doña Casilda o el Azkuna Zentroa (antigua Alhóndiga), un antiguo almacén de bebidas reconvertido en un moderno espacio de ocio y cultura.
Parisina y romántica
También burguesa por antonomasia es la cuidada área romántica de San Sebastián, de inspiración parisina, que se prolonga desde el barrio de Amara hasta la Parte Vieja, ocupando todo el centro de la ciudad. La Bella Easo está de celebración ya que este 2016 es, junto con Wroclaw (Polonia), la Capital Europea de la Cultura. Además de la ya habitualmente nutrida programación estival, habrá un buen número de actividades –hasta 400– relacionadas con la citada capitalidad.
El furor festivalero de Donostia comenzó en julio con el de jazz, el Jazzaldia, que se diferencia de los de Vitoria o Getxo por los conciertos a pie de playa. Le ha seguido la Quincena Musical que se prolonga durante todo este mes de agosto y que reúne a las mejores orquestas y solistas de la música clásica. Ya casi en otoño San Sebastián despliega la alfombra roja en su histórico Festival Internacional de Cine Zinemaldia.
Si es la primera vez en San Sebastián, la ruta imprescindible comienza en la Bahía de La Concha. Al oeste de este enclave natural –que aúna playa, montaña, ciudad e incluso una isla– está el Monte Igueldo con su histórico Parque de Atracciones al que se puede acceder a través de un viejo funicular rojo. Desde lo alto se pueden obtener las mejores panorámicas, ya que la vista [en un buen día] llega hasta Francia o Navarra. En las faldas está el Peine del Viento, mítica escultura de Eduardo Chillida.
Desde allí se puede iniciar un paseo por la bahía. Tras cruzar las villas y el barrio de El Antiguo se llegará al Palacio de Miramar, antigua residencia real, con sus espectaculares jardines. La Perla, antigua caseta de baños de los reyes y actual centro de talasoterapia, propone un circuito de termas y spa y acoge restaurante y gimnasio. Una vez en el centro destaca por sus espectaculares jardines la plaza de Gipuzkoa. Resulta imprescindible recorrer las calles del ensanche con su particular ruta comercial llena de autóctonos y visitantes que recorren las elegantes tiendas de ropa y establecimientos de moda.
La Parte Vieja es el epicentro vasco de los pintxos, si bien se pueden degustar por toda la ciudad. En el extremo oeste está el puerto, prácticamente sin actividad pesquera pero con cada vez mayor entrada y salida de embarcaciones de recreo. En el inicio del Paseo Nuevo que bordea el Monte Urgull (al que se puede ascender a través de hasta 75 rutas diferentes) está el Aquarium, con uno de los túneles de agua más extensos del mundo.
Al otro lado del Río Urumea está el barrio de Gros, más juvenil especialmente los jueves cuando tiene lugar el pintxopote. Básicamente consiste en ir de bar en bar degustando pintxos y bebidas a un precio asequible. En este barrio y pegado al mar se encuentra el Kursaal, el centro de congresos, sede de los principales festivales de la ciudad como el de cine. Estos dos cubos, que ya son parte del paisaje donostiarra, combinan a la perfección con el neorrenacentismo del contiguo Teatro Victoria Eugenia o con el hotel de las estrellas de cine, el María Cristina.
El que está en ebullición es el barrio de Eguía, popular y obrero, que además del Parque de Cristina Enea acoge un inmenso centro de arte contemporáneo construido en el antiguo edifico de la Tabakalera. Es también en esta zona donde se concentra el San Sebastián más canalla. Aquí han surgido en los últimos años locales como Bukowski o DabaDaba que concentran la oferta musical más alternativa.
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