Por Iñigo Aduriz | Foto: Mendia Echeverría
«Ahora sé lo que es ser feliz”. Gerardo Vizmanos confiesa a sus 46 años que no fue hasta hace apenas dos o tres cuando descubrió lo que era la felicidad. En 2012 cambió su vida. Mantenía una importante trayectoria profesional como abogado, tras su paso por uno de los despachos más importantes del país y, después, por una farmacéutica multinacional. Pero entonces lo dejó todo por la fotografía.
Fue en el año 2000 cuando cayó en sus manos una cámara digital que le acompañó a Hong Kong en un viaje con amigos. Allí se percató del poder de las imágenes. “Hice dos instantáneas de un mismo edificio y, al verlas, me di cuenta de que cada una de ellas reflejaba una construcción completamente diferente. Me dije: ‘Se pueden contar historias con esto’”. No se lo tomó en serio hasta el año 2008. “Quería aprender y me inscribí en la escuela TAI de Madrid. Allí hice un máster de fotografía. Me venía bien porque había flexibilidad de horarios y podía compaginarlo con mi puesto en la farmacéutica y mis continuos viajes de trabajo a Estados Unidos”.
La escuela era parte del concurso ITS de Italia para descubrir nuevos talentos. Escogía a un solo alumno entre todo el planeta a quien le concedía una beca para estudiar durante un año en la prestigiosa School of Visual Arts de Nueva York (SVA). El centro madrileño eligió el proyecto de final de curso de Vizmanos, lo presentó y ganó. “Pensaba que era imposible. Argumentaba que no me interesaba irme de mi puesto como abogado pero en realidad quería irme. Me apetecía mucho dejar mi profesión racional y hacer algo más creativo”, asegura. Aunque su trabajo como abogado no le aburría, confiesa que “había algo que no encajaba”. “Tenía algo metido dentro de mí que tenía que explotar. Y, además, a determinada edad la estabilidad y el dinero se relativizan”.
Sabía que en el caso de resultar ganador del concurso, no regresaría a su rutina anterior. “Tenía muy claro que si me daban el premio era para cambiar de vida. No me iba a ir un año a Nueva York para luego volver. ¡Vaya vacaciones más caras!” En su empresa no se lo tomaron mal del todo. “Me conocían y sabían que era capaz de dejarlo”. Fue claro: “Quiero irme a descubrir si puedo ser fotógrafo”, les dijo.
Poco antes de marcharse se rompió una pierna en un accidente de moto en pleno centro de Madrid. Así que la llegada a la Gran Manzana fue algo accidentada. Los primeros meses tuvo que vivir de sus ahorros. También vendió su piso de España. “Tenía que planear cómo ganarme la vida y desarrollar mi estilo”. Y mientras hacía el curso en la SVA comenzó a fotografiar eventos. Ya en noviembre de 2013 presentó su primera exposición en una galería de la ciudad.
Define su trabajo como “limpio y ajeno al espacio”. El principal motivo es el cuerpo humano al que refleja en calma pero a la vez en tensión con el espacio. Asegura que es un trabajo también psicológico. “Hay un mensaje detrás. No represento lo que soy sino cómo interpreto lo que soy. Por ejemplo, al principio trataba de explicar visualmente por qué quise dejar la abogacía y ser fotógrafo”. En sus obras tiene mucha importancia la sexualidad. De hecho, el proyecto que le hizo ganador del premio para mudarse a Nueva York trataba sobre parafilias sexuales. “Se puede sexualizar todo. Es un punto fundamental de la construcción del individuo”, concluye.
Aunque desde que se hizo fotógrafo “desapareció” su tiempo libre, Vizmanos ha conseguido rehacer su vida y vivir del arte de obtener imágenes. Compagina trabajos puntuales como retratista de empresas o de distintas marcas comerciales, con exposiciones y la venta de sus cuadros. Ha publicado en revistas como Gentleman México, Amenity, Fucking Young o la edición española de Hola. Y su obra ha sido mencionada en Neo2 o Vogue. Colabora con Ágatha Ruiz de la Prada y trabaja habitualmente para jóvenes diseñadores españoles o norteamericanos como Dolores Haze o Maria Ke Fisherman. También realiza fotografías de danza –otra de sus pasiones–. Por delante de su objetivo han pasado bailarines de la Compañía Nacional de Danza española, del New York City Ballet, The Julliard School o del Houston Ballet. El pasado noviembre inauguró exposición en Madrid.
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