POR ORES LARIO
21/06/2016
A130 kilómetros al este de París, en la región de Champagne, el paisaje está tapizado de viñedos en los que reinan las tres variedades de uva (chardonnay, pinot noir y pinot meunier) que intervienen en la creación de un mito. El champán es el vino espumoso más lujoso. Una bebida burbujeante, asociada a la celebración y al brindis. Su nombre, champán, se debe a la denominación de origen gala en la que se elabora, una región, la de Champagne, que tiene en Reims su epicentro. En esta localidad y en los pueblos adyacentes se asientan desde hace siglos los productores más importantes del mundo. Uno de los grandes nombres es Bollinger, fundada en la localidad de Aÿ en 1829.
El prestigio y la calidad de su producto le llevó a ser, en 1884, proveedora oficial de la corte británica y recibió la correspondiente cédula real de la reina Victoria. Cuando Jacques Bollinger, nieto de uno de los fundadores, murió durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial, le sucedió su esposa Lily Lauriston, que viajó por el mundo promocionando la marca. También hizo famosa esta cita: “Lo bebo cuando estoy feliz y cuando estoy triste. A veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando estoy acompañada lo considero obligatorio. Como con él si no tengo hambre y lo bebo cuando sí la tengo. En cualquier otro caso no lo bebo, a menos que tenga sed”.
“Hoy somos una empresa familiar independiente que pertenece a los sucesores de Bollinger”, asegura Dorothée Bonnaire, responsable comercial de esta firma en la que trabajan 120 personas. En la actualidad, la casa tiene un 60% de producción de sus propios viñedos, cuenta con 166 hectáreas, en las que principalmente cultivan pinot noir y desarrollan las fases de elaboración de manera rigurosa. “Estamos en el corazón de la región de Champagne, cuidamos nuestros viñedos, tenemos certificación medioambiental y practicamos una viticultura sostenible”, cuenta esta guía de lujo.
El frío invierno no parece afectar a Bonnaire, ya acostumbrada al duro clima, mientras enseña la inmensa bodega excavada bajo tierra y que mantiene una temperatura de 10 °C. “Es un punto clave para Bollinger”, explica. En este silencioso santuario se elaboran los champanes con métodos artesanales, con los que se obtienen espumosos de estilo poderoso, sofisticado y complejo. Allí, cada año obtienen el famoso sello Bollinger, encarnado por el Spécial Cuvée, con una profundidad que delata el predomino del pinot noir.
Es conocido como el champán de James Bond. Son diversas las películas en las que aparece el famoso agente secreto 007 disfrutando de Bollinger normalmente en compañía femenina. La relación comenzó cuando los productores de la famosa saga buscaban un vino que coincidiera con la refinada personalidad del espía. Desde que apareciera por primera vez en 1973, en Vive y deja vivir, acompaña a Bond en sus andaduras.
La familia Bollinger es también propietaria de la marca de champán Ayala, asentada en Aÿ. Su historia se inicia en 1860 de la mano del diplomático colombiano Edmond de Ayala. La firma fue proveedora de la Casa Real española y de la inglesa hasta los años 70 y en la actualidad, en sus centenarias bodegas excavadas en las laderas calcáreas obtiene vinos frescos, elegantes y de gran finura. Pura explosión de sabores en el paladar.
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