Por Cambio16
Seifedin Rezgui, un joven estudiante universitario de 23 años, disparó de forma indiscriminada contra las personas que se encontraban en la localidad turística meridional tunecina de Susa disfrutando de sus vacaciones. Mató a 38 personas.
Yashim Salhi, de 35 años y padre de tres hijos, decapitó a su jefe y trató de volar una planta química en el este de Francia.
Un terrorista suicida sorprendió a los creyentes de la mezquita chií del Imán Al Sadik, situada en el centro de la capital kuwaití. Irrumpió durante en la oración del mediodía del viernes, el principal rezo de la semana y el más concurrido entre los musulmanes, especialmente en el mes sagrado de Ramadán. Fallecieron 27 personas y otras 227 resultaron heridas. El ataque fue reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
Son los autores de las matanzas del viernes negro, una jornada en la que tres atentados, en Túnez, Francia y Kuwait, se saldaron con la muerte de más de 60 personas. Esto es lo que se sabe hasta la fecha de los terroristas.
Túnez
Los testigos aseguran que, en el atentado del viernes en el hotel Marhaba Imperial de Susa con 38 víctimas mortales, los servicios de seguridad tardaron casi 45 minutos en intervenir y abatir al «lobo solitario», por lo que se ha vuelto a exigir una investigación.
Los expertos recuerdan que el país estaba en estado de alerta ante la amenaza de que los atentados regresaran con el inicio del Ramadán, por lo que la Policía Nacional y el Ministerio de Interior «deberían dar explicaciones».
Las dudas y las incertidumbres en torno al ataque y al autor del mismo, Seifedin Rezgui, un joven estudiante universitario de 23 años, siguen siendo numerosas.
Los investigadores examinan su ordenador -donde han hallado pruebas de sus visitas a foros del grupo yihadista Estado Islámico (EI)- y sus vínculos en la ciudad de Kairauan, donde estudiaba y uno de los bastiones del movimiento radical islamista Ansar al Sharia.
Se estudia también la influencia de Libia, adonde muchos de los líderes de esta organización huyeron tras la ilegalización, y las posibles conexiones con los autores del atentado de la capital.
Unas pesquisas en las que, como admitió la ministra de Turismo, Salma Lloumi, han pedido participar Alemania, Francia y reino Unido, tres países con nacionales entre los 38 muertos.
Francia
Yashim Salhi, el sospechoso del atentado en el este de Francia, confesó haber decapitado a su jefe y haber tratado de volar una planta química, pero se mostró menos claro a la hora de desvelar los motivos de su acción.
El sospechoso, que tras un breve paso por el hospital se encontraba en las dependencias de la policía de Lyon, fue trasladado a los locales de la brigada antiterrorista situados a las afueras de París, donde seguirá en arresto provisional hasta ser presentado ante un juez antes del martes.
Salhi, de 35 años y padre de tres hijos, reconoció que asesinó en un aparcamiento a su jefe en la empresa de paquetería en la que trabajaba desde hacía unos meses y, posteriormente, le decapitó.
Con la furgoneta de reparto en la que habitualmente hacía su trabajo, se dirigió a la planta que la empresa estadounidense Air Products tiene en Saint-Quentin-Fallavier, a pocos kilómetros de Lyon, tercera ciudad de Francia.
Allí, tal como se desprende de las grabaciones de las cámaras de seguridad, le abrieron la puerta pensando que iba a hacer una entrega.
Salhi colgó la cabeza de su jefe de una valla y la rodeó de banderas con inscripciones musulmanas, antes de estrellar el vehículo contra un almacén repleto de bombonas de gas, lo que provocó una gran deflagración, aunque ninguno del casi medio centenar de trabajadores de la planta resultó herido.
Levemente herido, se dirigió a otro almacén, donde fue reducido por un bombero cuando abría bombonas de acetona, aparentemente con la intención de hacer volar por los aires la fábrica, según su confesión.
Salhi se mostró, sin embargo, menos claro a la hora de desgranar los motivos de su acto. Según la página web del diario Le Parisien, Salhi explicó que atraviesa «dificultades personales ligadas a su trabajo y a su familia».
La cadena de televisión BFMTV afirmó que Salhi confesó haber tenido una fuerte disputa con su esposa la víspera del atentado, mientras que la emisora France Info señaló que también reveló que había discutido con su jefe. Según la radio, Salhi reveló que había intentado inmolarse en la planta química. Pero el móvil terrorista sigue siendo uno de los que tratan de aclarar los investigadores.
Además de las banderolas con inscripciones musulmanas que colgó junto a la cabeza de su jefe, las sospechas del carácter terrorista del atentado se alimentan en el hecho de que Salhi había sido seguido por los servicios secretos franceses por sus vínculos con medios salafistas entre 2006 y 2008 y, de forma puntual, entre 2011 y 2014.
Además, las pesquisas tratan de determinar los motivos por los que el sospechoso envió un «selfi» a través de su teléfono móvil con la cabeza de la víctima al número canadiense de un usuario que, posiblemente, está en Siria.
Según la web del semanario Le Nouvel Observateur, que cita fuentes cercanas a la investigación, Salhi envió el mensaje a un destacado miembro del Estado Islámico, conocido en Francia por haber participado en las redes de reclutamiento de activistas hacia Siria desde el este de Francia.
Kuwait
Menos datos se tienen del terrorista suicida que perpetró el atentado contra la mezquita chií del Imán Al Sadik, situada en el centro de la capital kuwaití, en el que perdieron la vida 27 personas. De lo que se tiene constancia es de que fue reivindicado por el Estado Islámico (EI).
En el comunicado difundido por los yihadistas del EI, se acusa a los chiíes de promover el politeísmo y de intentar extender su ideología entre los suníes, credo al que pertenecen los seguidores del grupo extremista.
Varias páginas de información kuwaití mostraron imágenes captadas por las cámaras de seguridad de cómo el supuesto terrorista entró en el templo antes de detonar la carga que lleva oculta.
El supuesto terrorista iba ataviado con una túnica tradicional y atraviesa el edificio cuando ya todos los creyentes se encontraban en la gran sala de oración, que también sufrió numerosos destrozos.
Esta es la segunda vez en poco más de un mes que el EI, que incluso considera infieles a los musulmanes suníes que no comparten su misma interpretación rigorista del islam, atenta contra la minoría chií en el golfo Pérsico.
El pasado 22 de mayo, el EI asumió la autoría de un atentado suicida contra otra mezquita chií en la población saudí de Al Qadih, en el este de Arabia Saudí, donde murieron una veintena de personas y un centenar resultaron heridas.
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