Por Iñigo Aduriz
14/03/2017
El fin de semana se aclaró, por fin, cuál será el tablero de la partida que jugará el PSOE a partir de la próxima primavera y hasta el Congreso de junio, para poner fin a la permanente crisis interna que vive el partido desde hace más de seis años. Los jugadores serán el exsecretario general Pedro Sánchez, defenestrado en la vergonzante jornada del 1 de octubre, el exlehendakari y fugaz expresidente del Congreso, Patxi López; y, finalmente y como se esperaba, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.
Si la batalla interna ya estaba siendo encarnizada durante el mandato de Sánchez y, aún más, tras su destitución, a los socialistas les esperan aún largas semanas de confrontaciones ideológicas y personales antes dar con el líder que tendrá la misión de sacar al partido de su suelo electoral, de convertirlo de nuevo en alternativa de gobierno al PP y de hacer frente al ascenso de Podemos como referente de la izquierda española.
Además de por el poder, los aspirantes pelearán por el control del aparato del partido sin olvidar la seducción de las bases y prometiendo la unidad que los socialistas no han sabido lograr prácticamente desde que José Luis Rodríguez Zapatero dejó la Moncloa, a finales de 2011.
El apoyo de los grandes barones
En la primera tarea, la del control del aparato, Díaz es la gran maestra. Gestionó de forma férrea la federación sevillana del PSOE mientras fue su secretaria de Organización, entre 2004 y 2010. Y ya como secretaria general de los socialistas andaluces y como presidenta de su comunidad, ha evidenciado su poder orgánico una y otra vez.
Primero, protagonizando la oposición interna al entonces líder estatal Alfredo Pérez Rubalcaba; después, respaldando a Pedro Sánchez frente a Eduardo Madina y decantando el voto de las grandes federaciones socialistas a favor del primero, porque el segundo impulsó la premisa de ‘un militante, un voto’ con la que Díaz no estaba de acuerdo; y, a continuación, promulgando de nuevo un enfrentamiento con la dirección de Sánchez que acabó con su destitución y con la llegada de una Gestora afín a sus ideas.
Ahora, y de cara a la carrera por la Secretaría General del PSOE, la presidenta andaluza también parte con el apoyo de los pesos pesados del partido, así como con el de los barones o secretarios generales de las principales federaciones, como el extremeño Guillermo Fernández Vara, el valenciano, Ximo Puig o el aragonés Javier Lambán.
Puño en alto
Así, su gran rival en las próximas primarias, Pedro Sánchez, se lanzará a por el voto de las bases. El madrileño ha decidido centrar su campaña en los sentimientos, las tripas y el simbolismo de los socialistas. Según los distintos sondeos, el exlíder es el favorito del electorado más de izquierdas. Y los afiliados del PSOE suelen identificarse siempre más a la izquierda que sus dirigentes, lo cual podría beneficiarle en las votaciones.
Sánchez, que cuando tenía el apoyo de Díaz se le identificaba con las posiciones más centristas del partido y que evitó un gran acuerdo de izquierdas con las confluencias de Podemos y apostó por el pacto con Ciudadanos cuando estuvo en su mano la gobernabilidad del país, ha decidido ahora recorrer el país puño en alto y entonando La Internacional en cada mitin.
Por lo ocurrido en los últimos meses, tanto Díaz como Sánchez tienen más que complicado que el electorado socialista pueda identificar a alguno de ellos con la unidad del partido. Y esa es la gran baza del tercer candidato en liza, Patxi López, que apela una y otra vez a la unión del PSOE como único aval para poder volver a situar a la formación en posición de liderazgo.
La polarización del debate podría relegarle a un segundo plano durante la campaña, pero también podría concitar el respaldo de los militantes hartos de que su partido ocupe portadas únicamente por sus líos internos. Por el momento, la secretaría general de los socialistas baleares y presidenta de la comunidad, Francina Armengol, ya ha planteado que López y Sánchez hagan valer la unidad juntándose para hacer frente a Díaz.
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