apá, te quiero. Feliz cumpleaños”. Enmarcado en un cuadro, este mensaje escrito a mano –se adivina que por un niño pequeño-, preside una de las paredes del despacho de José Luis Molina, padre adoptivo de Adrián y Lucía, de Nicaragua y Ucrania, respectivamente. La adopción es considerada por muchos la última oportunidad para ser padre. Una parada con demasiado tiempo de espera.
José Luis y Ángeles se casaron con 30 años y pronto se dieron cuenta de que les faltaba algo. Comenzaban su vía crucis. “Un calvario”, así recuerdan su etapa en las clínicas de reproducción asistida. “Primero en Madrid, luego en Barcelona; inseminación, fecundación in vitro… ninguna funcionó”. Finalmente, Ángeles dejó el tratamiento y tomó la decisión de adoptar.
Emocionado al hablar de su familia, José Luis está convencido de que “eso de la sangre es una mentira”. De hecho, aún no encuentra la palabra para definir lo que sintió al ver la foto de su hijo Adrián, un bebé que les esperaba en una guardería en Nicaragua hace ya 20 años.
Fue a través de unos conocidos como acabaron en este país, donde se acostumbraron “a los continuos percances”. Les aseguraron que tendrían al pequeño en tres meses, al final fueron seis, un periodo de tiempo muy corto si lo comparamos con la situación actual (la adopción internacional suele ser más ágil –dependiendo de los requerimientos de cada país–, pero siguen siendo años de dilación en la mayoría de las situaciones). En caso de que sea un pequeño español (si hablamos de un bebé) la espera puede alargarse y superar los cuatro años.
Los trámites y papeleos son interminables, en demasiadas ocasiones las administraciones se convierten en “secuestradoras de niños”, critica José Luis.
“A nosotros nos pidieron un certificado de idoneidad, análisis, fotos de la casa, pruebas de nuestra solvencia patrimonial, cartas de recomendación de amigos… también nos tuvo que hacer un certificado una psicóloga aquí que luego nos tocó repetir en Nicaragua”.
Aún así se reconoce afortunado. “Es verdad que el proceso se ralentizó y que te piden un montón de dinero y que hay que dar propinas a todo el mundo, pero yo pude traerme a mi hijo a España”. Este arquitecto pone de ejemplo a una pareja que, al igual que él, viajó a Nicaragua en busca de su pequeño. “Después de hipotecar su casa para pagar este proceso, una vez allí, se enteraron de que era un niño robado y lo perdieron todo, al pequeño y el dinero”.
Sí recuerda como un drama su última estancia en este país, “habían pillado a un juez con un cheque y habían disuelto el tribunal. En todos los medios aparecía el escándalo de las adopciones. Finalmente, nosotros mismos pedimos una entrevista con el tribunal y liquidaron el expediente. Todo estaba en orden, pero hubo un momento en el que llegué a pensar que mi hijo era un niño robado”.
Esta historia la completa Lucía, de 18 años, que pasó a formar parte de la familia cuando su hermano Adrián pidió tener “una hermanita” un día tras llegar del colegio. No hubo dudas, “yo hacía tiempo que tenía preparada la habitación rosa”. En ese momento acudieron a una asociación que les informó de que en Ucrania se estaba adoptando con mucha facilidad. Y así fue. En 15 días Lucía tenía la nacionalidad española.
“Cuando llegamos a Ucrania, teníamos a nuestra disposición un abogado, una traductora, un chófer y un taxi. Hubo que firmar muchos papeles, pero fueron uno detrás de otro, organizadísimo. Eso sí, a cada sitio que íbamos llevábamos un regalo”, recuerda José Luis.
La pequeña contaba dos años y medio cuando aterrizó en España y había pasado todo ese tiempo en un orfanato en condiciones muy duras. “Tenía manchitas en la cara, los dientes minúsculos de la mala alimentación y no había conocido el cariño. Fue un caso completamente diferente –relata José Luis–, las dificultades no fueron burocráticas, sino de adaptación. “Pero con cariño todo se supera poco a poco”.
José Luis se considera un hombre afortunado, “hasta que no tienes un hijo no sabes que puedes querer de esa manera. No tiene nada que ver con el tema biológico, si tú te unes mentalmente a una persona, fluye el cariño”.
Como conclusión, una reflexión que este arquitecto retirado realiza en uno de los artículos que ha escrito sobre el tema: “La adopción es un estado tan natural que una vez cumplido el proceso administrativo y las lógicas etapas de adaptación queda totalmente desleída en la secuencia de la vida cotidiana”.
VUELVE AL ESPECIAL: EL DESEO DE SER PADRES
Suscríbete y apóyanos «Por un mundo más humano, justo y regenerativo»
Gracias por leer Cambio16. Vuestra suscripción no solo proporcionará noticias precisas y veraces, sino que también contribuirá al resurgimiento del periodismo en España para la transformación de la conciencia y de la sociedad mediante el crecimiento personal, la defensa de las libertades, las democracias, la justicia social, la conservación del medio ambiente y la biodiversidad.
Dado que nuestros ingresos operativos se ven sometidos a una gran presión, su apoyo puede ayudarnos a llevar a cabo el importante trabajo que hacemos. Si puedes, apoya a Cambio16 ¡Gracias por tu aportación!