Siempre hemos escuchado que todos tenemos responsabilidad en la generación del cambio climático. Mucha razón puede haber en esto, pues la mayoría de nosotros participamos de una manera u otra en el consumismo desbordado, la generación de basura, la tala o quema indiscriminada, el uso frecuente de vehículos o en alguna de las tantas prácticas dañinas para el planeta. Sin embargo, cuando conocemos que detrás del 80% de las emisiones globales de dióxido de carbono de combustibles fósiles y cemento entre 2016 y 2022 solo hay 57 productores industriales, nos damos cuenta de que en eso de la huella de carbono hay unos que «pisan más fuerte» y tienen una cuota de responsabilidad mucho mayor en el desastre actual.
Y es algo histórico. Más del 70% de estas emisiones globales desde la era industrial por el año 1854 hasta 2022 se pueden atribuir a solo 78 entidades productoras corporativas y estatales. Los datos se desprenden de Carbon Majors, una base de datos que recoge históricos de producción de 122 de los mayores productores mundiales de petróleo, gas, carbón y cemento. Estos datos se utilizan para cuantificar las emisiones operativas vinculadas con la producción directa de estas empresas. Además, las emisiones de la combustión de productos comercializados que pueden atribuírseles. Carbon Majors fue lanzado originalmente en 2013 por Richard Heede, del Climate Accountability Institute. Desde entonces, el centro de investigación británico InfluenceMap la ha actualizado y manejado.
Fichados y con prontuario
Carbon Majors clasifica los datos por el tipo de propiedad de la empresa: privadas, estatales y de Estado-nación. El estudio de InfluenceMap destaca que los productores nacionales representan 38% de las emisiones de CO2 desde 2016. Las entidades estatales suponen 37%, y las empresas privadas 25%. Entre las primeras de este último grupo encontramos a Chevron, ExxonMobil, BP, Shell y ConocoPhillips, todas ellas responsables de 11,1% de las emisiones históricas de dióxido de carbono procedentes de combustibles fósiles y cemento. El porcentaje equivale a 196 toneladas de CO2. Entre las estatales están Saudi Aramco, Gazprom, la National Iranian Oil Company, Coal India y Pemex, que son responsables del 10,9% de las emisiones históricas de este gas de efecto invernadero.
Tzeporah Berman, directora de Programas Internacionales de la organización ambiental Stand.earth y presidenta del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, señala que la investigación muestra exactamente quiénes son los responsables del calor letal, el clima extremo y la contaminación atmosférica que amenazan vidas y causan estragos en océanos y bosques. «Estos productores industriales han obtenido miles de millones de dólares de beneficios mientras negaban el problema y retrasaban y obstruían la política climática. Gastan millones en campañas publicitarias sobre su participación en una solución sostenible, pero siguen invirtiendo en la extracción de combustibles fósiles”, acota.
No solo las 57 empresas más contaminantes. Un total de 117 productoras son responsables del 88% de las emisiones mundiales de CO2 procedentes de combustibles fósiles y cemento en los 7 años posteriores a la adopción del Acuerdo de París.
Parece que acordaron otra cosa
Un total de 195 países se comprometieron en 2015 a combatir el cambio climático. Prometieron acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de CO2. Pero desde esa fecha parece haberse hecho todo lo contrario. El informe de InfluenceMap indica que la mayoría de las empresas estatales e inversionistas privados ampliaron su producción después de la firma del Acuerdo de París. De los 100 productores industriales, tuvieron mayores emisiones en los 7 años posteriores al acuerdo.
Este aumento es más pronunciado en Asia, donde 13 de cada 15 (87%) empresas evaluadas están conectadas a mayores emisiones en 2016–2022 que en 2009–2015. También en el Medio Oriente, donde este número es 7 de cada 10 empresas (70%). En Europa, 13 de 23 empresas (57%), en Suramérica, 3 de 5 (60%), y en Australia, 3 de 4 empresas (75%). Al igual que 3 de las 6 (50%) empresas africanas. América del Norte es la única región donde una minoría de empresas, 16 de 37 (43%), están vinculadas con el aumento de las emisiones.
Los datos muestran que hubo un cambio gradual en el suministro de carbón en los 7 años siguientes al Acuerdo de París. La Agencia Internacional de Energía calcula que el consumo mundial de carbón aumentó casi 8% de 2015 a 2022 y alcanzó un máximo histórico de más de 8.000 millones de toneladas en 2022. Las emisiones de CO2 vinculadas con producción de carbón propiedad de inversionistas privados disminuyeron 28% entre 2015 y 2022, pero las emisiones de CO2 relacionadas con empresas estatales y Estados-nación aumentaron 29% y 19%, respectivamente.
Está en sus manos
El conjunto de datos de InfluenceMap a través de su Carbon Majors es fundamental para que los productores de combustibles fósiles rindan cuentas de sus impactos relacionados con el clima en contextos académicos, regulatorios y legales. La histórica investigación transformó el panorama de la responsabilidad climática. Se valió de las propias cifras de producción y operación reportadas por la industria de combustibles fósiles para calcular y exponer la verdadera escala de su impacto en la crisis climática.
Los datos actualizados exponen el grado de responsabilidad (y de actuación) que tienen las grandes productores industriales en el cambio climático. Es urgente que estas empresas adquieran compromisos ambiciosos y legalmente vinculantes. Son numerosas las posibilidades que tienen de adoptar estrategias de mitigación de mayor alcance. A diferencia de los gobiernos, su campo de acción traspasa fronteras. Las decisiones que se toman desde la matriz mitigan emisiones en distintas partes del mundo. Esa capacidad de influencia podrían extenderla a sus proveedores exigiendo condiciones mínimas de eficiencia medioambiental para sus suministros.
Pudieran dirigir sus estrategias a migrar a proveedores menos intensivos en carbono. También a inversiones en energías renovables para el autoconsumo y a la compra de energía con certificado de origen verde. La transferencia de tecnologías bajas en carbono a filiales y proveedores debe ser otra meta. Asimismo, podría poner en práctica políticas de compensación de emisiones a través de cambios en el uso de suelo, reforestación, adopción de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono. Su brazo financiero les facilita abordar los cambios e innovaciones necesarios. De esa manera puede establecer y supervisar estrategias de mitigación de las emisiones de carbono en distintas etapas y localizaciones geográficas de su sistema productivo.
Dejar una huella diferente
A partir de 2024 las empresas de más de 500 trabajadores en la Unión Europea están obligadas a informar su huella de carbono. Un ejemplo de que los gobiernos son los responsables de mitigar las emisiones de CO2. Lo hacen a través de regulaciones medioambientales, impuestos a los combustibles y otras políticas climáticas que desincentiven a consumir energías fósiles.
Sin embargo, estas políticas pueden ser regresivas si están mal diseñadas, afectan al bolsillo de los más vulnerables, resultan impopulares y motivan choques entre ciudadanos y Estado. Los gobiernos deben liderar los esfuerzos para cumplir el Acuerdo de París. No obstante, las estrategias utilizadas hasta ahora son ampliamente insuficientes y está agotando el tiempo para evitar que las consecuencias del cambio climático sean irreversibles. Por tanto, los esfuerzos deben dirigirse a incorporar al sector privado en los acuerdos climáticos internacionales con compromisos vinculantes.
La aprobación por el G7 de un impuesto mínimo de 15% sobre los beneficios de las multinacionales es un incentivo para que las multinacionales contribuyan a objetivos generales sin desviarse de sus intereses particulares. El impuesto se aplica más por distribución de la renta que por objetivos climáticos. Sin embargo, una opción para integrar ambas metas sería destinar una parte a financiar proyectos de inversión bajos en carbono.
El gran poder y la gran responsabilidad de multinacionales las convierte en agentes de cambio más influyentes que muchos gobiernos e instituciones. Su vinculación activa en la reducción de emisiones de CO2 es imprescindible revertir el cambio climático.
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