Por Ores Lario
6/11/2015
Con su personaje de la inspectora Petra Delicado, Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) ha conseguido convertirse en la gran dama de la novela negra española. Pero ha sido fuera de su territorio literario, el género detectivesco, con el que ha ganado el 64 Premio Planeta de Novela. Arropada con el seudónimo Toni Farga, presentó la historia ganadora: Hombres desnudos, una obra que se adentra en los efectos devastadores de la crisis a través de la figura de un profesor de literatura que se queda sin trabajo y se ve arrastrado al mundo de la prostitución masculina.
La escritora, inmersa en la vorágine de las entrevistas, se muestra feliz y relajada. Parapetada por su sempiterna melena con flequillo, de actitud tranquila, sonrisa fácil y con voz susurrante, Giménez Bartlett disfruta hablando de su novela y desvelando los entresijos de esta obra urbana escrita durante tres años en una casa en el campo.
¿Cómo una dama de la novela negra da el salto a otro género?
Tengo otras novelas que no son de género negro. De vez en cuando, si siento que tengo en mi cabeza otra historia, aparco y luego vuelvo. Con el personaje de Petra Delicado me divierto y tengo un montón de lectores. Además el género negro permite más cosas de las que parece, como el humor o la crítica social más directa. Yo me siento muy cómoda.
Hombres desnudos es una novela crítica con la crisis y la sociedad. ¿También se ha sentido cómoda?
Siempre sufro más cuando escribo una historia sin género porque la novela negra tiene sus propias reglas: un muerto, una investigación… Además, tengo los personajes hechos, porque en las tramas de Petra Delicado no he cambiado de protagonistas, así que me muevo con más facilidad que cuando empiezo desde cero. Ahora he tenido que encontrar la voz del narrador, la peripecia, los personajes y he sufrido un montón.
Aunque el cierre de la obra ganadora del Premio Planeta es muy de género negro…
Sí, pero no lo podemos contar. Ahí podría empezar una novela negra.
¿Qué le ha llevado a adentrarse en el mundo de la prostitución masculina?
No se ha escrito mucho sobre este tema, cada vez más presente y que ya tiene una envergadura general. Tengo muchos recortes de periódicos y las estadísticas revelan que desde hace seis años la prostitución masculina ha aumentado en España en torno a un 30%. Yo lo he experimentado en mi propio entorno, a través de amigas que me han presentado a compañeros de una o más noches, con los que tienen sexo o no. Es como un ejercicio de poder: no sólo se tiene el poder económico sino que se liberan de lazos sentimentales y prefieren un acompañante.
¿Cómo ha investigado el tema?
Por amigas y por la prensa, sobre todo. Funciona con contactos de boca a oreja. Hay agencias sólo para mujeres y también se trabaja mucho con turistas… Igual que antes para los señores.
La crisis está muy presente en la novela. ¿Buscaba analizar cómo afecta en la sociedad?
La crisis desencadena todos los dramas de la novela. Uno pierde su trabajo, la otra cierra su empresa, a otra le abandona su marido ante un matrimonio de conveniencia… y de repente se encuentran los personajes en un régimen de supervivencia sentimental y económica. ¿Hasta dónde nos afecta perder un trabajo? No es un tema sólo económico, hay muchas más consecuencias, como la autoestima, la pareja… Somos seres humanos.
¿Hacen falta relatos realistas como éste para despertar conciencias?
No sé si para despertar consciencias, pero sí para explicar entre todos lo que estamos viviendo. Ésta había sido la labor tradicional del escritor: dar testimonio del mundo en el que vivía, aportar su propia explicación, su visión de los hechos. Yo aprendí mucho más de la revolución industrial leyendo Germinal, de Émile Zola, que estudiándola como un asignatura.
¿Quién es su personaje preferido de la novela?
Es Iván. No debería decirlo, porque es políticamente incorrecto, machista, brutal, malhablado, amoral. Pero al mismo tiempo está muy vivo, es un superviviente y tiene sus valores. Sobre todo la amistad, que para él es importantísima. En lo demás, no cree. Su manera de hablar y de moverse me ha dado mucha vida y me ha divertido, aunque es el peorcito.
¿Cuánto tiempo ha dedicado a la escritura del libro?
Tres años. Empecé cuando me instalé definitivamente en Vinarós. Ahora voy los fines de semana a Barcelona para quedar con los amigos, ver cine en versión original o comer en un restaurante étnico… Es decir, disfrutar de esas cosas pijas que hacemos los de ciudad. El resto de la semana estoy en el campo, que es una gozada.
¿Cómo es su ritual de trabajo?
Respeto el fin de semana, nunca he trabajado en sábado y domingo, porque quien vive conmigo no tiene por qué sufrir los rigores de la creación. El resto del tiempo trabajo de 9 a 4 ininterrumpidamente. No como, sólo tomo café, que me alimenta durante la mañana. Y después paseo con los perros, estoy en el jardín y leo mucho.
¿Se escribe pensando en un premio?
No.
¿Cambia la vida un premio Planeta?
No, yo ya he hecho muchas promociones. Ésta es más larga y más intensa, pero luego sigues con tu vida normal. El premio es bueno, ganas más lectores, te dan mucha pasta -601.000 euros-, te tratan muy bien, pero tu vida sigue igual. Al día siguiente de recoger el premio estaba en Madrid y la gente me paraba por la calle. Y yo pensaba, qué horror, pero luego me di cuenta de que eso pasa rápido. Probablemente en Barcelona no me hubiera pasado eso.
¿Cómo se le ocurrió presentar la novela?
Porque mi agente me lo sugirió. Me animó la idea de escribir con seudónimo, porque si no, no sé si me hubiera atrevido.
Su agente literaria de toda la vida fue Carmen Balcells (fallecida en septiembre de este año). Hábleme de su relación con ella.
Era muy mandona. He estado toda la vida con ella. Actuaba como una madre, con carácter, pero también nos juntaba en su casa a los escritores y unas hacía fiestas estupendas. Fue una época dorada.
¿Ya tiene otro proyecto entre manos?
No. Ahora estoy de promoción, intento hacerlo bien y comunicar mis ideas. El resto, ya llegará. De momento, me divierte estar con los periodistas y procuro no decir siempre lo mismo y dar matices.