Pasado el momento de celebración y aplausos, llegan los análisis de científicos y expertos de lo alcanzado en la COP28. Ninguno se deja impresionar por el lenguaje grandilocuente y los juegos semánticos. Ni les impresiona que finalmente se haya nombrado al elefante (los combustibles fósiles) en el salón. Tienen 30 años señalandolo con el dedo. Contrario al éxito rotundo que pregonan las potencias, opinan que la cumbre climática de Dubái apena dio un titubeante paso adelante, lleno de promesas.
Los delegados deben haber hecho sus maletas y el lujoso ExpoCityDubái retiranlos pendones alusivos a la reciente Cumbre Climática. Pero, como los gases que se quiere eliminar, lo acordado en el Balance Global se expande y es ahora cuando quienes no estuvieron presentes, los más afectados, revisan cada uno de los 21 folios.
A juicio de los ambientalistas, científicos del clima, países insulares y pobres, el documento está lleno de buenas intenciones, muchas promesas, pero nada concreto. Otra vez, como en Sharm el-Sheikh, habrá que esperar el próximo año, la COP29, para ver si finalmente se concretan las sugerencias y recomendaciones que frenarán el cambio climático. El tiempo se agota y el planeta se calienta.
A las puertas del infierno
La imagen de la representante de los países insulares sollozando es un registro fidedigno de la impotencia que sintieron al leer el documento. Ni siquiera estaban presentes en la plenaria cuando fue aprobado. Por acuerdo, no por unanimidad. Para estos países las puertas del infierno siguen abiertas. Pero no bloquearon la aprobación del Balance Global. Samoa, hablando en nombre de los pequeños estados insulares, advirtió que el mundo está muy lejos del límite de 1,5 °C. Y que este acuerdo no corregirá el rumbo.
Más de 190 naciones aceptaron un texto que insta al mundo a “hacer una transición para alejarse de los combustibles fósiles». La interrogante quedó en el aire. ¿Marca el fin del gas, el petróleo y el carbón o es simplemente otro paso hacia un futuro incierto?
Aunque se pide a los países que inicien una eliminación gradual de facto de los combustibles fósiles, no hay nada que los obligue a hacerlo. Las numerosas lagunas jurídicas plantean muchos desafíos. Las naciones más pobres necesitan cientos de miles de millones en financiamiento para abandonar el carbón, el petróleo y el gas. Pero los países desarrollados y los productores de petróleo no están obligados a actuar. Y menos aún a la velocidad que exige la ciencia climática.
La otra negociación
Estados Unidos, que vino a reivindicar su papel de líder ambientalista parece satisfecho de la política del COP28. Con un exiguo compromiso de menos de 20 millones de dólares en nueva financiación para el mundo en desarrollo y manteniendo su posición como el mayor productor de petróleo y gas del mundo. China, por su parte, continuará incrementando la producción de carbón en paralelo a la energía renovable. La industria del carbón de la India tampoco tiene mucho que temer.
Este imperfecto e inocuo acuerdo, sin embargo, enfrentó al fuerte rechazo de los países productores de petróleo. Arabia Saudita intentó hasta el último momento eliminar cualquier referencia a los combustibles fósiles. Cedió a cambio de que insertaran referencias a la captura y almacenamiento de carbono, una tecnología que defiende y elogia, pero en la que no invierte.
Los resultados fueron tan satisfactorios para los sauditas. Ya anunciaron que sus planes de producción seguirán como estaban programados. Los EAU elevarán a 5 millones de barriles diarios su producción y Brasil sacará petróleo del delta del Amazonas. Rusia trabajó entre bastidores para frustrar el progreso. Pero guardó buena parte de su artillería para el próximo año en Bakú, Azerbaiyán.
Este acuerdo, como todos los de la ONU, es frágil. Los productores de petróleo podrían intentar dar marcha atrás el próximo año. Los productores de petróleo trabajaron tan arduamente para socavar el acuerdo porque no se trata simplemente de palabras. El acuerdo tendrá un impacto en el mundo real. En las decisiones tomadas por inversores, bancos, instituciones financieras, gobiernos y empresas privadas.
Promesas, solo promesas
Pero los países pobres y los Estados insulares solo obtuvieron más promesas. En Dubai, los gobiernos acordaron un manual para adaptarse al cambio climático en áreas como la salud, la protección de la naturaleza y la seguridad alimentaria y del agua. Sin embargo, mientras los países ricos celebraban el acuerdo, los países en desarrollo, y en particular los africanos, denunciaron la ausencia de un objetivo para proporcionarles apoyo financiero y tecnológico.
Madeline Diouf Sarr, negociadora de Senegal y presidenta del grupo de los países más pobres, criticó el resultado. Afirmó que “está lleno de lenguaje elocuente, pero lamentablemente carece de compromisos viables”. Bouzekri Razi, jefe de la delegación de Marruecos, advirtió que “sin financiamiento adicional los compromisos seguirán sin cumplirse”.
Desde Glasgow, los negociadores celebraron ocho agotadoras reuniones para determinar el objetivo. Los países en desarrollo querían objetivos específicos, como reducir los impactos climáticos adversos en la producción agrícola en un 50% para 2030, pero los países ricos desatendieron las recomendaciones. En el borrador del lunes los gobiernos se “comprometían a cerrar la brecha en el financiamiento de la adaptación, que significa entre 194.000 millones y 366.000 millones de dólares al año, en el texto final se utiliza un verbo menos comprometido: tratarán de cerrar esta brecha. En esta batalla, los países en desarrollo apenas obtuvieron una victoria procesal. Se llevará a cabo otra negociación de dos años más para cuantificar esos objetivos para la COP30 en Brasil.
Mercado de carbono también en el aire
Tampoco cristalizó la opción para los países pobres de conseguir recursos a través de los mercados de carbono. El enfrentamiento entre la Unión Europea y Estados Unidos. No lograron ponerse de acuerdo sobre el comercio bilateral de compensaciones. Ni para poner en marcha un mercado global sancionado por la ONU.
Las negociaciones estuvieron marcadas por dos fuerzas opuestas e irreconciliables: la necesidad de poner en marcha el sistema lo más rápido posible y, al mismo tiempo, garantizar su integridad y transparencia. Estados Unidos defendió un enfoque regulatorio “ligero y sencillo”. Que otorgaría un papel destacado a los actores del sector privado del criticado mercado voluntario.
El bloque liderado por la UE, junto con Estados africanos y latinoamericanos, proponía controles y equilibrios más fuertes. Así como una flexibilización de las cláusulas de confidencialidad que podrían haber impedido el escrutinio. El nuevo mecanismo podría convertirse en un vertedero de créditos basura.
Tras intentos de salvar un acuerdo, la presidencia presentó un texto de “tómalo o déjalo” que contenía disposiciones de confidencialidad consideradas inaceptables por muchos y que fueron rechazadas. El colapso dejó los acuerdos bilaterales en el limbo.
El rey desnudo
Si se necesitaron 30 años de cumbres climáticas para lograr la mención de los combustibles fósiles (2 veces en 21 folio), ¿cuántas se requerirán para que se concreten los acuerdos para financiar la adaptación y transición de los países pobres? Hasta ahora el mayor porcentaje de los recursos aprobados se han ido al norte y China, y se ha marginado el sur global.
Celebrar una conferencia en un estado petrolero, como se previó, no es lo más apropiado. Los líderes europeos y muchas de las naciones más vulnerables al clima extremo estaban presionando por un lenguaje que pidiera una eliminación “completa” de los combustibles fósiles. Pero ante la amenaza de veto por parte de los principales productores de petróleo liderados por Arabia Saudita, como hicieron en la COP27, optaron por un término «medio». Al final mencionaron, como dijo un delegado, “al elefante en la habitación”. Aunque probablemente para más de un científico y ambientalista la escena se asemejaba más al cuento de Andersen y finalmente reconocieron que el “rey estaba desnudo”.
Es notable que hayan tenido que pasar 28 de estas conferencias anuales sobre el cambio climático antes de que los gobiernos estuvieran dispuestos a nombrar los combustibles fósiles. Con menos volumen, dejaron sin posibilidades de financiamiento para la transición, ni recursos para la adaptación o reparaciones a los países más afectados por el calentamiento global. Los líderes de los Estados insulares y países pobres seguirán sujetos a la buena voluntad de los potencias, mientras el agua les llega al cuello.