Desde que el brote por coronavirus (COVID-19) se notificó por primera vez en Wuhan, China, el gobierno que preside Xi Jinping ha apelado a la censura, al control informativo, como mecanismo para tratar de minimizar el impacto de una enfermedad que este jueves ha afectado a más de 126 mil personas, con 80.981 infectados en el gigante asiático.
El afán gubernamental por ocultar lo inocultable dio pie a protestas. Pero también ha apelado a la creatividad de las personas para poder mantenerse informado de lo que está sucediendo.
Ya AI (Amnistía Internacional) lo había dicho: “Las autoridades chinas se arriesgan a estar ocultando información que ayude a la comunidad médica a combatir el coronavirus y ayudar a que la gente se proteja. El hecho de que parte de esta información no esté disponible para todos aumenta el riesgo del daño del coronavirus y retrasa una respuesta efectiva”.
Y es que lo que comenzó con esa práctica común de los regímenes poco democráticos de solo difundir una cara de la moneda, dejando de lado lo que consideran les pueda afectar política y socialmente, se ha convertido en un “boomerang” para el propio régimen.
El encubrimiento de la epidemia de Coronavirus y restricciones a información de interés público, ha exacerbado las críticas al gobierno
🤐 En respuesta a la oleada de censura online, ha aparecido una cantidad de nuevos términos “sensibles”
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— amnistia . org 🕯 (@amnistia) March 12, 2020
Creatividad para contrarrestar la censura
Patrick Poon, investigador de la organización defensora de los derechos humanos de AI, afirmó a la agencia EFE que “el brote ha provocado indignación pública. Mucha gente corriente ha recurrido a expresar sus preocupaciones y difundir información sobre lo que saben de la epidemia en redes sociales. Aunque se ha actuado contra algunos disidentes y se les ha detenido, la gente sigue tratando de difundir información”.
Señala que esto lo hacen a través de ‘memes’ o lenguaje en clave. Se recurre a la creatividad para contrarrestar la censura.
“La gente que planta cara en China se enfrenta a graves riesgos. Por eso me encargo yo de publicarlo en nombre del autor”, dijo el disidente chino Badiucao, un artista que vive en Australia y que publica al inglés el diario de la cuarentena de un residente en Wuhan.
Li Wenliang, el detonante
⛔ China: El médico Li Wenliang murió luego de contraer el Coronavirus mientras trabajaba en el hospital central de #Wuhan
Las autoridades lo silenciaron y castigaron por “difundir rumores”
¡Deben combatir la epidemia respetando los #ddhh!https://t.co/wPPZH2c5g8
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Fue esa censura la que hizo que apenas se declaró el brote en Wuhan el 31 de diciembre, la respuesta no haya sido más rápida y efectiva. Lo ocurrido al médico Li Wenliang es un ejemplo de ello.
Mientras trataba a pacientes contrajo el virus. Intentó alertar a sus compañeros sobre lo que parecía un virus mortal parecido al SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), pero la policía lo calificó de promotor de rumores falsos.
Los días pasaron y los médicos, sin ningún tipo de protección, seguían atendiendo pacientes, mientras las autoridades de Wuhan insistían en que las personas se infectaban por estar en contacto con ciertos animales. Wenliang enfermó y el 12 de enero fue hospitalizado. Tan solo fue el 20 de enero cuando China declaró la emergencia por coronavirus.
«Si la sociedad no dice la verdad, la gente morirá»
“Los profesionales médicos de China trataron de dar la alarma sobre el virus. Si el Gobierno no hubiera intentado minimizar el peligro, el mundo podría haber respondido a la propagación del virus a tiempo”, dijo en su momento el director regional de AI para Asia, Nicholas Bequelin.
La muerte de Wenliang, el 7 de febrero, produjo una ola de indignación tal que muchos ciudadanos dejaron de bajar la cabeza y salieron a las calles, algo inusual en un país de casi 1.400 millones de personas.
«Este virus me ha dejado conmocionado”, señaló un joven de Wuhan, quien indicó que él solía pensar antes del brote que su gobierno tenía problemas como sucede con cualquier gobierno, “o si me callo no hago daño a nadie”, pero “esta vez me ha tocado experimentarlo en primera persona. He visto morir a gente cerca de mí y me he dado cuenta de que si no se dice la verdad, si la sociedad no dice la verdad, la gente morirá. Nos enfrentaremos a daños de la propiedad y a la muerte”.
El pánico se genera y desaparece con rapidez
En todo este contexto es fundamental la información veraz y rigurosa. José Ramón Ubieto, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), sostuvo, sin embargo, que ese proceso de difusión no puede ser “a cielo abierto”. Los datos deben ser analizados y contrastados antes de ser volcados ante el público.
Afirmó que el sentimiento de miedo que hay entre las personas ha conducido a una crisis de la confianza que se ha generalizado, donde no se confía ni siquiera en la Organización Mundial de la Salud, y como cualquier crisis se hace difícil de gestionar.
“Es necesario alertar, pero hay que evitar sembrar el pánico. El origen está en el tratamiento que cada sociedad hace de la incertidumbre», sostuvo, al tiempo de agregar que el conteo constante de casos «no añade ningún plus a la información y contribuye al pánico”.
Coronavirus + desconfianza = miedo viralizado
De acuerdo al especialista en análisis del comportamiento contribuyen con ese sentimiento de miedo colectivo hechos como la falta de respuesta de la ciencia, el exceso de información y lo que llama “efecto imagen”. Ver calles desiertas, estantes vacíos en supermercados o personas con mascarillas ejemplifican esa cruda realidad.
Para Ubieto la fórmula del coronavirus sumada a la desconfianza lo que hace es viralizar el miedo, pero con la misma rapidez que el pánico aparece también desaparece.
Una vez que la tasa de contagio comience a disminuir, los ciudadanos percibirán control de la situación y el temor irá desapareciendo. Mientras los casos de coronavirus se mantengan en el alza es clave cuidar cada palabra que se utilice para no contribuir con el pánico e informarse a través de medios de comunicación con alta credibilidad.
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