Por Teresa Jiménez
19/11/2016
Se acerca el invierno. Esta frase que ha popularizado la serie Juego de Tronos no es sólo una amenaza para los habitantes del norte de los Siete Reinos, sino también para todos aquellos amantes de los viajes que quieran disfrutar de la variada oferta de ocio de Nepal.
Este país único, y lo es porque ningún otro puede presumir de contar con ocho de los 14 ochomiles que existen en el mundo, se puede visitar en cualquier época del año. Sin embargo, las nieves que acompañan al invierno hacen más difícil, sino imposible, realizar algunas de las actividades más populares en el país.
La mejor época para disfrutar de todo su esplendor es el otoño. Los meses de octubre y noviembre ofrecen un tiempo estable, una vez finalizado el monzón, que este año ha sido el más lluvioso de los últimos diez, según los locales; y antes de que llegue el crudo invierno. Y es que entre diciembre y febrero, el frío y la nieve hacen menos agradable pasear por las calles de sus principales ciudades y, sobre todo, por la cordillera del Himalaya, uno de los grandes atractivos del país.
Las actividades al aire libre son el reclamo de Nepal. Pero dentro de la variada oferta, el trekking es la estrella. Las opciones que puede elegir el visitante son infinitas, y dependerá de su nivel y de su forma física, aunque los hay que se atreven hasta con las expediciones comerciales a algunos de los picos más altos de la Tierra.
Pero si su nivel técnico no da para tanto, el Himalaya ofrece alternativas para todos los gustos. El ‘paseo’ más famoso y demandado es el trekking al Campo Base del Everest (5.545 metros). Alcanzar el punto de partida de los alpinistas que van a enfrentarse con el pico más alto de mundo (8.848 metros) es una excursión de dos semanas de duración (alargarlo en el tiempo es posible, hacerlo en menos muy demandante físicamente) en la que, aunque sólo se ve parcialmente la cima del Everest, se puede disfrutar de las vistas de algunas de los picos circundantes del Himalaya, como el Pumori (7.161 metros) o el Ama Dablam (6.812 metros).
La excursión no defrauda, tanto desde el punto de vista físico, con el esfuerzo que supone evitar el temido “mal de altura”, como paisajístico, pues cada día el Himalaya le mostrará una cara distinta y así como cultural, ya que el pueblo sherpa proviene de esta zona del país.
Casi todos los campos base de los ochomiles de Nepal se pueden visitar realizando un trekking: desde el Manaslu (8.163 metros) hasta el Makalu (8.462 metros), pasando por el Annapurna (8.0181 metros), que es una de las opciones más elegidas por los turistas. Esta excursión le llevará a atravesar el Thorung La Pass (5.416 metros), el paso de montaña más elevado del mundo. Alcanzar el Campo Base del Annapurna puede ser el objetivo final de este camino, que le llevará por plantaciones de arroz, paisajes selváticos y desérticos de alta montaña que le harán creer que está pisando la superficie de la Luna y por supuesto, disfrutar de las vistas de este pico y del Machapuchare (6.997 metros), montaña sagrada, cuya escalada no está permitida. La duración de esta excursión, dependiendo del punto de partida y de finalización, puede ser de 12 a 19 días.
Si además de visitar la cordillera más elevada del mundo, quiere seguir de turismo natural, Nepal tiene mucho que ofrecer. Chitwan es una de las reservas naturales del país, en la que podrá realizar desde un safari a lomos de un elefante o ver los famosos tigres de Bengala y muchos más animales que pueblan esta zona selvática.
La naturaleza es, sin duda, el principal atractivo de Nepal, pero no el único. Y, casi por obligación, el turista, que por lo general es montañero, tiene que encontrarse con algunas de las maravillas del país antes de llegar a su destino.
Los secretos de katmandú
La entrada a Nepal se realiza a través de su capital, Katmandú. La ciudad, que sufrió los devastadores efectos del terremoto de 2015, ha intentado recobrar poco a poco la normalidad. Si bien el desastre natural sigue siendo visible, con muchos de sus atractivos turísticos apuntalados para evitar su derrumbe, aún es posible admirar la riqueza de la cultura nerwa, una de las más presentes en la arquitectura de la ciudad.
De hecho, la Plaza Durbar es el centro turístico y monumental de la ciudad, donde se pueden contemplar vestigios de las distintas dinastías y reyes nepalíes. Actualmente Nepal es una república que fue establecida en 2008 tras varios años de inestabilidad institucional que vino precedida por la masacre del año 2001, cuando el príncipe heredero Dipendra asesinó a diez miembros de la familia real, incluido el rey Birendra. La mencionada Plaza Durbar es en realidad la unión de tres plazas interconectadas en las que los distintos reyes iban construyendo sus palacios. A pesar de que el terremoto la redujo a astillas (la madera es el principal material en los edificios de este espacio) aún quedan bastantes testigos de la historia de la ciudad. Cabe destacar el palacio de la Kumari, una diosa-niña que vivío en el palacio hasta que sangró, ya sea por la primera menstruación o por una herida, y a la que los nepalíes declaran una ferviente adoración.
Fuera de este espacio la capital nepalí esconde muchos rincones que visitar y permite además ir de compras por el barrio montañero de Tamel o comer los famosos momos o empanadillas de carne o vegetales. No se pierda Swayambhunath, conocido como “Templo de los Monos” ya que está habitado por primates. Es uno de los santuarios budistas más importantes del país.
Si se dispone de tiempo, puede aprovechar para ver algunas de las maravillas del valle de Kathmandú. Las ciudades medievales de Patan y Bahaktapur son una buena opción para continuar conociendo la historia del país. Pero también están algunas maravillas como Pashupatinath, el principal templo hindú de Nepal, que a orillas del río Bagmati permite observar a los peregrinos que acuden a diario a realizar las ofrendas a los dioses –el templo principal está vetado a los no hindúes–. O la famosa stupa de Bodhnath, que es el centro de la comunidad tibetana de Nepal y alberga la stupa más grande de Asia.
Además del valle de Kathmandú, visita casi obligada –sobre todo para aquellos que eligen el macizo del Annapurna para su trekking– está la ciudad de Pokhara. Esta localidad, situada a los pies del lago Phewa Tal, ofrece un ambiente relajado y más “occidental”. Uno de sus principales atractivos son las vistas del Macchapucchare y del Annapurna al amanecer, pero también es un lugar idóneo para practicar otras actividades como realizar una ruta en bici hasta los asentamientos tibetanos de sus afueras o practicar parapente.
Y si quiere completar su estancia con un viaje espiritual, ir a Lumbini es una obligación. Esta localidad acoge el templo Maya Devi, donde nació Buda, pero también distintos centros espirituales levantados por las comunidades budistas de varios países.
Todo aquel que haya visitado Nepal le dirá que es un país para volver en varias ocasiones. Le dirán que le atraerán las montañas pero volverá por su gente. Si bien los nepalíes son acogedores y amables, lo que atrapa al viajero son las cimas. Y como bien dice un proverbio tibetano “quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas, nunca la podrá olvidar”. Y esa voz dice vuelve.
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