Cada momento de la historia tiene sus protagonistas, desafíos y circunstancias. Este siglo está caracterizado -entre otros rasgos- por la creciente penetración tecnológica y por la causa climática que determina inversiones y proyectos. El polifacético Mark Mills tiene una visión que aquieta los ánimos catastróficos que prevén unos años convulsos. El físico experimental, ingeniero, analista financiero y energético, afirma que una convergencia de tecnologías impulsará un auge en la economía global en esta década y que la transición energética ocupará un lugar protagonista.
Mills es miembro principal del Instituto Manhattan y de la Escuela McCormick de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad Northwestern, donde codirige un Instituto de Ciencia e Innovación de la Fabricación. También es socio estratégico de Montrose Lane, un fondo de riesgo de tecnología energética. Fundó el Centro Nacional de Análisis de Energía y, antes fue presidente de tecnología de ICx Technologies. Es el autor de La revolución de la nube: cómo la convergencia de las nuevas tecnologías desatará el próximo auge económico y una década de 2020 rugiente. Un libro optimista y refrescante para los líderes que toman decisiones políticas, económicas y, tal vez, deseen un anticipo de lo que el destino depara al planeta y sus habitantes. Suena ambicioso.
Mills considera que los principales pronósticos que se tienen sobre lo que está por venir se dividen en tres bandos. Están los que creen que la actualidad es la “nueva normalidad”, donde pedir transporte o comida en un teléfono inteligente o intercambiar bitcoins es lo mejor que puede haber. Otros estiman una era distópica de destrucción generalizada de empleos. Un tercer grupo sostiene que la única revolución tecnológica que importa se encontrará en las energías renovables y los coches eléctricos.
Las tecnologías darán vigor a la economía global
Pero según Mills, una convergencia de tecnologías impulsará un boom en la economía global en la próxima década, también llamada “década rugiente”. No provendrá de un solo gran invento, sino de la confluencia de avances radicales en tres dominios tecnológicos principales: microprocesadores, materiales y máquinas, refiere en su libro.
Los microprocesadores están cada vez más integrados en todo. Los materiales con los que se construye todo están surgiendo con capacidades novedosas, casi mágicas. Y las máquinas, que fabrican y mueven todo tipo de cosas, están experimentando una transformación complementaria. Acelerar y permitir todo esto es la “nube”, señala Mills, es la infraestructura más grande de la historia, que a su vez se basa en los componentes básicos de los microprocesadores y la inteligencia artificial de próxima generación.
Hemos visto este patrón antes. La revolución tecnológica que impulsó la gran expansión económica del siglo XX se remonta a una confluencia similar, que fue visible por primera vez en la década de 1920. Una nueva infraestructura de información (telefonía), nuevas máquinas (autos y centrales eléctricas) y nuevos materiales (plásticos y productos farmacéuticos), repasa el analista y escritor.
Los inventos aislados no generan grandes auges de ciclo largo, comenta en ‘La revolución de la nube’. Siempre se necesitan revoluciones convergentes en las tres esferas centrales de la tecnología: información, materiales y máquinas. A la fecha, la humanidad ha extraído mucha magia de las tecnologías que impulsaron el último y largo auge. Pero, dice, “la gran convergencia que está en marcha impulsará la década de 2020. Y esta vez, a diferencia de cualquier época histórica anterior, tenemos la ‘nube’ amplificándolo todo. El próximo gran boom comienza ahora”.
El boom está por comenzar
Estados Unidos, con una economía sólida, atraviesa por una “transición” desde los hidrocarburos hacia un futuro dominado por las llamadas tecnologías verdes y este paso se ha convertido en una de las divisiones políticas centrales de nuestro tiempo.
Para los políticos progresistas en EE UU y en Europa, la “transición energética” ha alcanzado un estatus totémico, reseña City Journal. Pero es fundamentalmente una afirmación que depende de evaluar el futuro de la tecnología. No se trata sólo de que actualmente más del 80% de las necesidades energéticas se satisfacen directamente con la quema de petróleo, gas natural y carbón. Una proporción que ha disminuido sólo unos pocos puntos porcentuales en las últimas décadas.
El hecho clave es que el 100% de todo en la sociedad civilizada, incluidas las propias máquinas de “energía verde”, depende del uso de hidrocarburos en algún lugar de las cadenas y sistemas de suministro.
La escala de las intervenciones de políticas verdes actuales no tiene precedentes y se centran en los combustibles que sustentan la asequibilidad y disponibilidad de todo.
En Estados Unidos, las políticas de transición energética se centran en la Ley de Reducción de la Inflación de 2022. Tanto los críticos como los entusiastas señalan que la cifra presupuestaria anunciada cuando se aprobó la legislación (369 mil millones de dólares) no se acerca al costo real. Un análisis de Wood MacKenzie muestra que el precio del Green New Deal se acerca más a los 3 billones de dólares.
Eso no es todo. A través de una orden recientemente anunciada por la Agencia de Protección Ambiental exigen que más de la mitad de los automóviles y camiones vendidos deben ser vehículos eléctricos para 2032. Eso exigirá la reestructuración completa de la industria automotriz de EE UU de 100 mil millones de dólares.
Miles de millones en circulación
Un futuro dominado por los vehículos eléctricos supone más recursos. Requerirá cientos de miles de millones de dólares más en gastos del sector de servicios públicos para ampliar el sistema de distribución eléctrica. Y alimentar los vehículos eléctricos, sostiene la revista de políticas públicas publicada por el Manhattan Institute for Policy Research.
El gasto total directo e inducido en la transición energética podría fácilmente superar los 5 billones de dólares antes de que pase una década, o antes, si prevalecen los defensores. Para ponerlo en contexto, toda la Segunda Guerra Mundial le costó a EE UU cerca de 4 billones de dólares (en dólares de hoy). Más relevante en términos de alcance interno: la construcción de todo el sistema de autopistas interestatales del país costó sólo 600 mil millones de dólares (también ajustados a la inflación).
El gasto de transición que se avecina sumará mucho más dinero que la cantidad impresa para el “rescate” económico durante los bloqueos de la Covid. Muchos de los que lideran las grandes naciones han sido testigos de sorprendentes transformaciones tecnológicas durante el último medio siglo. Cuando se destinó suficiente dinero a diseñar y construir máquinas, ya sea para la guerra, para autopistas o para viajes espaciales.
Frente a fuertes expectativas y disyuntivas, Mills ofrece una evaluación optimista del mediano plazo. Comenta que ese boom esperado de la economía, respaldado por todo tipo de tecnologías, será positivo: “cuantas más “manos” (humanas y automatizadas) produzcan juntas a nivel mundial, mejor estaremos todos”.
Cerca del final de su libro, Mills afirma que “estamos en el comienzo de la época más emocionante y prometedora de la historia».
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