Por Paz Mata
03/06/2016
Aunque ya no es el soltero de oro de Hollywood, sigue siendo su galán por excelencia. Es el rey de la seducción, uno de los hombres más atractivos del mundo, una mezcla de caballero y canalla que rompe corazones con sólo insinuar una sonrisa, que lo mismo vende café o tequila que denuncia la situación de los campos de refugiados en África dirigiéndose al Senado de los Estados Unidos o al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Su arrebatadora simpatía y su elocuente discurso han conseguido traspasar fronteras, vencer obstáculos y conquistar múltiples corazones, el último el de una prestigiosa abogada libanesa-británica, Amal Alamuddin, con la que rompió su voto de soltería pasada la barrera de los 50. Sin embargo, el cine sigue siendo el medio donde más brilla. Este año le vimos en la sátira de los hermanos Cohen, ¡Ave, César! y en la última, Money Monster, en la que interpreta a un peculiar presentador de un informativo de economía que analiza las acciones, las tendencias del mercado y que repite constantemente las palabras “Dow Jones”. El conductor en cuestión baila, canta y se exhibe como el triunfador descerebrado que muchos sueñan con ser. La cinta, dirigida por Jodie Foster, habla del poder político de la televisión, de la fina línea roja que existe entre la información y el entretenimiento y de los efectos devastadores del discurso de un charlatán que trata de convencer a mucha gente de que coloquen sus ahorros en activos tóxicos.
Encontrarse con George Clooney (1961, Lexington, Kentucky) es siempre un motivo para alegrarle a una el día. Suele ser puntual, aunque a nuestra cita en Los Ángeles llega un poco retrasado, “me he quedado atascado en el tráfico,” dice quitándose la chupa de cuero y arreglándose el pelo. Clooney nunca está de mal humor, o si lo está no se le nota porque, como buen profesional del show business, sabe que para promocionar su trabajo siempre hay que poner buena cara, y George es de los que derrochan encanto y buenos modales.
¿Es la película un reflejo de esos programas de televisión obsesionados con hablar las 24 horas de las cotizaciones en Bolsa y otras noticias financieras?
Muestra cómo este tipo de programas ha cambiado en los últimos años. De ser informativos a secas con información contrastada y muy precisa, se han convertido en programas de entretenimiento, con mayor poder para captar audiencia y son mucho menos educativos, aunque en ellos se siga insistiendo que se te está educando en cuestiones de economía y finanzas.
¿Cómo es Jodie Foster como directora?
Es una profesional muy precisa y muy preparada, que llega al rodaje sabiendo perfectamente lo que quiere hacer. El hecho de haber sido actriz durante tantos años hace que entienda muy bien a los actores y nuestro proceso de trabajo. Además, es muy compasiva con nosotros (risas).
La mentira y la falta de lealtad son el hilo conductor de sus últimas películas. ¿Cómo lleva usted esos males tan generalizados en nuestra sociedad?
Ambas cosas son lo peor que te puede ocurrir. La falsedad y el engaño resultan muy perjudiciales en la relación entre los seres humanos. Fomentan la desconfianza, el recelo y la duda. Está claro que una sociedad asentada en la mentira y el engaño, está destinada a desmoronarse.
Además de interpretar hombres que no son precisamente modelos de perfección, ¿a qué se debe este interés por este tipo de personajes?
Supongo que es la edad (risas). Creo que los defectos en el ser humano aumentan a medida que uno va envejeciendo y eso es algo que quiero compartir con todo el mundo a través de mi trabajo en la pantalla. Por eso pensé que personajes como Matt King en Los herederos era una buena oportunidad para hablar de cosas como el miedo y la pérdida de personas que son importantes en tu vida. Encima tenía a Alexander Payne, que es el director perfecto para este tipo de historias. Es un film en el que he descubierto lo que significa actuar fuera de mi zona de confort, fuera de lo que he hecho antes y eso para mí es una gran liberación.
Su anterior film, ¡Ave, César!, hablaba del sistema de trabajo en los estudios de cine en los años dorados de Hollywood. ¿Habría sobrevivido usted en ese sistema?
Quisiera pensar que habría tratado de hacer algo que no fuera siempre lo que me pidieran los estudios y habría trazado mi propia carrera, que es lo que hice después de trabajar en una cierta película sobre Batman (risas). Desde entonces creí que lo mejor era elegir yo mis filmes y que si iba a ser criticado por mi trabajo, éste debería haberlo elegido yo y no otros por mí. Dicho esto, trabajé durante 20 años en los estudios de la Warner Brothers y conocí a mucha gente, sobre todo de los equipos técnicos, que llevaban 50 años trabajando allí y me contaron todo tipo de historias sobre los directores y actores que trabajaron en esos años dorados de Hollywood y lo que puedo atestiguar es que todos hablaban de que entonces se trabajaba en equipo y existía una gran camaradería, cosa que actualmente se está perdiendo.
¿Le resulta más fácil ahora encontrar papeles que le interesen?
No, es muy difícil encontrar buenos guiones que traten de temas relevantes ya sea un guion original o una buena historia que poder adaptar al cine. Llevamos más de cien años haciendo cine y se nos están acabando las historias, o tal vez sea el sistema de los estudios de Hollywood que no siempre es el más favorecedor a la hora de financiar buenos guiones, pero sigue habiendo pequeñas películas de cine independiente que son buenas y también hay mucha gente joven contando historias muy interesantes con sus videocámaras.
¿De cuál de las historias que ha contado se siente más satisfecho?
He tenido la suerte de haber hecho algunas películas que han sobrevivido al paso del tiempo y se han mantenido en pantalla algo más de una semana. Filmes como Tres Reyes, Good Night and Good Luck y Michael Clayton, que no recaudaron mucho dinero en taquilla, pero después han tenido una larga vida. Luego he hecho otras bastante malas y cometido muchos errores, pero de todos ellos me siento orgulloso porque me han permitido aprender mi oficio y entender mejor el negocio del cine.
¿Y a qué personaje le tiene más afecto?
Siento un gran afecto por la mayoría de los personajes que he interpretado a lo largo de mi carrera porque, al final de la película, siempre te preguntas qué les pasará a lo largo de la vida y sería interesante ver lo que han hecho. Pero, sin duda, con el que más me divertí fue con Everett McGill, mi personaje en O Brother!
En el terreno personal, ¿cuál ha sido su mayor logro hasta la fecha?
De lo que más satisfecho estoy es de haber podido usar mi popularidad para atraer la atención hacia temas sociales y políticos, como la situación del campo de refugiados de Darfur y los conflictos en el sur de Sudán. Esa gente no tiene voz a la hora de hacer un llamamiento a la comunidad internacional sobre la trágica situación que están viviendo y yo les presto la mía en lo que puedo. La buena suerte hay que compartirla con los demás.
Hablando de política, en 2012 participó muy activamente en la campaña del presidente Obama. ¿Piensa hacerlo esta vez por Hillary Clinton?
Sí, aunque soy un gran admirador de Bernie Sanders y me alegro mucho de que entrara en el debate demócrata porque ha hecho que se hable de muchos temas que nunca antes se habían tratado en la política de los Estados Unidos. Entre ellos, la disparidad entre los ricos y los pobres, cosa que está empeorando cada día. Bernie es muy persistente en eso, cosa que admiro.
¿Qué me dice del candidato republicano, Donald Trump?
Empecemos por comentar que estamos en temporada de elecciones y en estos períodos la gente tiende a decir muchas locuras y los que tienen la voz más alta suelen ser los más extremistas. Por eso se oyen locuras como la de que se va a construir un muro, que pagarán los mexicanos, para que no pasen más inmigrantes por la frontera con México; que se va a deportar a 12 millones de mexicanos o que no dejarán entrar a ningún musulmán en este país. Nada de eso va a ocurrir y es importante que la gente lo entienda. Como decía Winston Churchill: “pueden contar con que América haga las cosas bien, después de haber agotado todas las demás posibilidades” (risas). Todo este sinsentido continuará por pocos meses, pero a la larga toda esta locura cesará y entonces empezaremos a hablar en serio de los temas que realmente son importantes no sólo en este país, sino en el resto del mundo.
¿Qué es lo que más le preocupa en estos momentos?
Me preocupa que estemos tan ocupados con la política interior de este país que pocos hablan de lo que ocurre en el exterior, sobre todo de la crisis de los refugiados sirios. Apenas se menciona algo en las noticias, unos segundos bastan para tocar el tema sin profundizar en ese gravísimo problema que afecta a todo el mundo. Creo que si los medios de comunicación hablaran más de ello, la gente se involucraría más y se harían más cosas para ayudar a resolverlo.
¿Ha pensado alguna vez que podría ser un buen candidato a la Casa Blanca?
No se me ocurriría pensar en ello. Ahora mismo soy muy feliz con la vida que tengo, soy libre de dedicar mi tiempo a lo que más me gusta, que es hacer cine y usar mi popularidad para sensibilizar a la población en temas sociales y políticos sin que nadie me ponga cortapisas.
¿Qué significa el tiempo para usted?
A medida que voy envejeciendo mi concepto del tiempo va cambiando porque cuando eres joven te ves inmortal. Sin embargo, ahora siento que no puedo perder un minuto, por eso lo dedico a lo que más me importa en la vida, mi esposa, mis padres, que todavía son jóvenes y puedo disfrutar con ellos y mis amigos. También soy consciente del papel que juega la suerte en nuestras vidas y yo me siento afortunado por haber conocido a una extraordinaria mujer con la que comparto mi vida y con la que celebro todos los días el hecho de estar vivo, sano y ser libre.