Alemania, una de las principales economías de la Unión Europea, está copando titulares en los medios por los desencuentros con trabajadores de varios sectores estratégicos del país. Es común observar protestas laborales en otros países del bloque, pero no en Alemania. Pero en los primeros tres meses de 2024 se han registrado más huelgas que en 25 años.
Las manifestaciones reivindicativas suelen reportarse con más frecuencia en España, Bélgica o Francia. Alemania, en cambio, se ha caracterizado de fomentar una negociación colectiva armonioso.
Sin embargo esas relaciones amigables parecen estar cambiando. Según algunas medidas, recogidas por The New York Times, los primeros tres meses del año han tenido la mayor cantidad de huelgas en el país en 25 años.
Los trabajadores inconformes han paralizado los medios de transporte más importantes: ferrocarriles y aeropuertos. Los médicos han abandonado los hospitales. Y los empleados del banco dejaron de trabajar durante días. Este es un ligero vistazo a las cientos de horas de negociaciones infructuosas y caídas en la producción de bienes y servicios.
“Alemania: ¿nación en huelga?” preguntaba un titular reciente de la revista alemana Der Spiegel. Jens Spahn, líder adjunto de los conservadores democristianos en el Parlamento, denunció una “locura de huelgas” que, según dijo, corría el riesgo de paralizar al país.
Durante mucho tiempo Alemania fue la potencia económica de Europa. Ahora es el de más lento crecimiento entre los 20 países que utilizan el euro. Entró en recesión en 2023 y se prevé que se estancará en 2024. El aumento vertiginoso de los precios de la energía y la caída de la producción, golpean a los indicadores económicos y sociales. El año pasado el país sufrió su inflación de 5,9%, la segunda cifra más alta registrada en el país desde la reunificación, hace más de tres décadas.
Alemania, la locura de huelgas
Alemania ha trascendido como el “milagro económico” del siglo XX, pero el malestar de sus trabajadores podría incidir en sus desafíos.
El peso del descontento recae especialmente en sus trabajadores de ingresos bajos y medios. Desde 2022, sus salarios reales, según un estudio, se han reducido más que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, Alemania enfrenta una escasez de mano de obra cada vez más grave y una población que envejece.
Algunas organizaciones estiman que habrá una escasez de siete millones de trabajadores para 2035. Eso significa problemas para el generoso sistema de bienestar del que los ciudadanos alemanes han dependido durante mucho tiempo.
«Alemania está saliendo de la crisis más lentamente de lo esperado», dijo la semana pasada Robert Habeck, ministro de Economía.
La inflación alemana se ralentizó a 2,9% interanual en enero, su nivel más bajo desde junio de 2021 (cuando fue de 2,4%), según cifras de la Oficina Federal de Estadística (Destatis).
Durante décadas, la economía alemana avanzó de manera rentable, apuntalada por las exportaciones a China y el gas barato de Rusia. Pero la invasión de Ucrania por parte de Moscú llevó a Europa a desconectarse del gas ruso que impulsaba la industria alemana.
Y, la estrategia cada vez más profunda de Pekín de “Hecho en China”, está convirtiendo un enorme mercado asiático que alguna vez fue una fuente de crecimiento para Alemania en un rival industrial.
El impacto en Alemania ha sido peor que en otras partes de Europa precisamente debido a su enorme industria manufacturera, que representa una quinta parte de la producción económica general del país, casi el doble que en Francia o Gran Bretaña.
Mejores condiciones laborales
Para los trabajadores de bajos ingresos, que se preparan para un futuro menos próspero que el presente, hay poco a qué recurrir. Alrededor del 40% de los hogares tienen poco o ningún ahorro neto, dijo Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán de Investigación Económica.
«Las preocupaciones, las insatisfacciones y los temores de los jóvenes están plenamente justificados. Y, por supuesto, de los padres que temen por sus hijos», afirmó el investigador a Nytimes.
«La gente confiaba en que el bienestar social podría proporcionar», añadió. «Ya no puede ofrecer lo que solía ofrecer».
En la planta de chatarra, los trabajadores se turnan para mantener su huelga de 24 horas fuera de los portones. Calentándose dentro de contenedores de construcción o alrededor de fogatas improvisadas alimentadas con madera de desecho.
Los paros han obligado a la planta a suspender los turnos de noche y sólo una de las cuatro líneas de producción está operativa. Los huelguistas, que quieren un aumento salarial del 8%, se sienten envalentonados.
Sin embargo, la cuestión no es sólo la salarial en este caso y en otros en Alemania, en que han convocado a huelgas. Los trabajadores también exigen mejores condiciones laborales, la capacidad de planificar turnos de trabajo y vacaciones con mucha antelación. Un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal y menos horas de trabajo.
«El trabajador se ha vuelto más seguro de sí mismo», dijo Katrin Heller, una trabajadora de seguridad de 61 años que marchó con cientos de colegas en huelga con chalecos fluorescentes en el aeropuerto de Berlín. Protesta que obligó a suspender los vuelos.
Paralizaciones, pérdidas, crisis
A medida que los trabajadores en huelga demuestran su poder, los costos para la economía en general corren el riesgo de acumularse a medida que la infraestructura crítica en toda Alemania se paraliza.
Según un grupo industrial, la huelga de un día en los aeropuertos de Berlín y Hamburgo la semana pasada dejó en tierra unos 570 vuelos y afectó a 90.000 viajeros.
Mientras, el Instituto Kiel para la Economía Mundial calcula que las huelgas de los conductores de trenes cuestan a la economía alemana unos 100 millones de euros al día.
Varios analistas sugieren que todas estas circunstancias afectan el ánimo de los alemanes y alimenta la sensación de crisis.
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