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Áxel Capriles: «Hay un escondido miedo a la libertad, a tomar decisiones, y una epidemia psíquica de narcisismo”

Juan Emilio Ballesteros by Juan Emilio Ballesteros
26/04/2021
in Revista
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Noticias Basada en hechos, observados y verificados por el periodista o por fuentes. Incluye múltiples puntos de vista, sin la opinión del autor. Si incorpora análisis, se etiqueta como noticias y análisis.
Áxel Capriles libertad

Foto: Antonio Navas

Sexo y dinero son las pasiones que más ocupan la mente del ser humano contemporáneo, pero no son las únicas. La vanidad y el poder alimentan el ego en una época narcisista de exaltación del yo que nos lleva a encumbrar a líderes tóxicos. Esperanza y resentimiento constituyen el combustible de las grandes revoluciones y enmascaran el miedo a la libertad

Como las pasiones que describe, Áxel Capriles M. se muestra con una personalidad dual y, en ocasiones, contrapuesta. Depende de quién sea su interlocutor. En el mundo de los negocios –es un empresario de éxito en el mercado inmobiliario–, muchos le consideran un progre de ideas avanzadas. En el ámbito académico, se le ve como un liberal con inquietudes intelectuales. Psicólogo, economista y psicoanalista, es conocido por su labor al frente de la Fundación C. G. Jung de Venezuela y por sus conferencias y ensayos académicos. También por sus artículos periodísticos.

Las reflexiones que contiene su último libro –Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones en la vida contemporánea, Editorial Turner–, a excepción del primer capítulo, que fue la base de su ponencia La experiencia de la pasión, presentada en el XVI Congreso de la Asociación Internacional de Psicología Analítica (IAAP), celebrado en 2004 en Barcelona, fueron escritas durante los «extraños e inciertos» meses de confinamiento a causa de la pandemia, «momentos de interioridad que permitían mirar la vida social con mayor distancia».

Las pasiones, para Capriles, colorean y perfilan la vida de los seres humanos y se erigen en emociones capaces de transformar la sociedad. Todo cambia: los paradigmas, la forma de pensar, las costumbres, las sensibilidades y las conductas, pero solo las pasiones permanecen inalterables, inmutables, como puntos cardinales que marcan el paso de la humanidad.

EL ÚLTIMO MISTERIO
Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones en la vida contemporánea es un ensayo sobre la forma en que la pasión, último misterio de la psique, condiciona la conducta humana también es un análisis detallado de cuatro estaciones pasiona­les: el erotismo y las razones por las que nos atrae lo exótico y diferente, el imán del polo opuesto; el poder patológico, no solo desde el punto de vista del que lo ejerce, sino de las masas cautivadas; el afán de acumular sin medida, y el mundo de la vanidad reflejado en la pulsión de las redes sociales.

Comparte con Hume la afirmación de que la razón es esclava de la pasión y aborda el análisis de las pasiones como un proceso de introspección y autoconocimiento del alma humana en el que afloran las pulsiones inconscientes para iluminar la conciencia individual. ¿Es posible racionalizar las pasiones?

Las pasiones tienen sus propias intenciones y razones, muchas veces inconscientes para el sujeto que las vive. Comparto con David Hume la idea de que la razón no nos mueve, no es lo que motiva e impulsa a la acción. En el mejor de los casos, nos ayuda a ver, a entender qué es lo que nos lleva en determinada dirección. El curso de la historia nos ha demostrado que yo no puedo cambiar el dominio de una pasión o emoción, sea individual o colectiva, con un raciocinio.

Se ha intentado de múltiples formas. La idea de la pasión compensadora es reveladora. Una pasión solo cede frente a otra más fuerte, y la razón solo nos ayudar a escoger cuáles pasiones vale la pena propiciar a efectos de un mayor bienestar integral. El quehacer de hacer consciencia pasa por aprender a diferenciar las pasiones, entendiendo como tal el inmenso mundo sentimental, el espacio interior de representaciones con carga afectiva.

Según Jung, un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. ¿Es preciso abandonar la idea de dominar la pasión para entregarnos a la libertad subjetiva de las pasiones?

Si hablamos de dominio estamos en poder y no es asunto de supremacía. Llevamos miles de años intentando dominar o erradicar ciertas pasiones, por represión, por el discurso moral, por la autoridad. Y de lo que se trata es de desplazar el centro de la consciencia, de hacerla más flexible, capaz de nivelaciones y compromisos. Para el aprendizaje psíquico es necesaria la experiencia, atravesar el infierno e integrar nuestra propia sombra.

¿Son equiparables las pasiones a las emociones, sentimientos y afectos?

Pasión es un término muy amplio, usado hasta, por lo menos, el siglo XVIII y XIX para designar el espectro completo de la vida afectiva, desde los apetitos hasta los sentimientos morales o ciertas disposiciones inte­lectivas. Hoy en día, utilizamos preferiblemente la pa­labra para designar el dominio de la personalidad total por una emoción o estado afectivo determinado. Por lo general, no usamos la palabra para designar las emo­ciones primarias, sino las más complejas, de segundo y tercer nivel.

¿Está de acuerdo con Walter Benjamin en que la tristeza, la melancolía, el esnobismo, la pereza, la ambición, la sole­dad o el tedio son pasiones fundamentales que se derivan del modo de producción capitalista?

No estoy de acuerdo. La pereza y la ambición son pe­cados capitales desde mucho antes de que surgiera el modo de producción capitalista. Lucifer, el ángel caído, es expulsado por su ambición. La Torre de Babel tiene la misma implicación bíblica. Basta leer la Anatomía de la melancolía, de Robert Burton, para ver el largo histo­rial de la depresión. En la antigüedad la melancolía era causada por un exceso de bilis negra. Lo que el capita­lismo va a hacer es matizar las disposiciones humanas. Por ejemplo, con la ruptura de las formas de producción tradicional, en las que la pertenencia al gremio daba sen­tido de continuidad y pertenencia, la soledad del obrero industrial apareció de otra manera.

Desde la soledad de la conciencia, Sartre describió el amor, el odio, la angustia, la envidia, la cólera, la piedad, el fraca­so y la venganza como pasiones abstractas que debemos conceptualizar. ¿Rechaza el existencialismo el poder de la pasión porque la propia vida es una pasión inútil?

Jean-Paul Sartre entendía las pasiones como estrategias para evadir la responsabilidad y para evitar enfrentarnos a nosotros mismos. Es decir, las veía como mecanismos defensivos y como si una suerte de yo indiferente pudie­ra tener un cuerpo separado del mundo afectivo. El exis­tencialismo, por otra parte, se concentra en una pasión de espera, la angustia. Pero sí, Sartre rechaza el poder de las pasiones porque su mundo es el vacío, es el de la desilusión que atrapa el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. En el existencialismo no hay nada que valga la pena, nada que pueda entusiasmar y dar sentido a algo que, por su propia conceptualización, carece de él.

En una sociedad condicionada por la realidad líquida y su­mida en la incertidumbre y la volatilidad, ¿se erige la pa­sión en la tabla del náufrago?

La realidad líquida, la relatividad, la desaparición de nor­mas tradicionales, la destrucción de los puntos de orien­tación, la ausencia de verdades en las que creer, han limitado las formas rituales con que trabajamos y refi­namos las pasiones. Estas se han vuelto más autónomas, polares. Vemos así un siglo XXI aparentemente más irra­cional del esperado, lleno de fanatismos y populismo, polarizado, instintivo, violento. No sé si las pasiones son tablas de salvación, pero luce que las personas se aferran a algunas como única forma de soporte o sentido.

Sostiene que el amor pasional tiene un carácter luminoso. ¿Cree que el instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre y que está relacionado con la más alta for­ma de espíritu?

Instinto y espíritu tienen vasos comunicantes. El erotis­mo místico es una muestra de la potencia de su fusión. Entre cuerpo e instinto está el espacio psíquico. El ero­tismo es un paso más allá del instinto, implica su pos­tergación y su diferenciación a través de la imagen, la imaginación. Y pareciera que la naturaleza fundamental­mente humana es la creación de ese espacio intermedio que nos separa del instinto y nos conecta con las expe­riencias de sentido del espíritu.

Entiende que tener dinero para tener más dinero puede pa­recer un despropósito, pero es el fundamento arquetipal de la codicia. ¿Tiene algo de positivo esta voracidad o simple­mente es un síntoma de insatisfacción?

La voracidad va de mano con la insatisfacción. Anhelamos la satisfacción, saciarnos, pero al conseguirlo nos aburri­mos. La insatisfacción es lo que nos mantiene en movi­miento, en búsqueda. Se trata, entonces, de una interre­lación dinámica muy complicada, de mantener un cierto sentido de “incompletitud”, de insatisfacción, para mante­nernos en movimiento, pero no tanto como para hacernos profundamente infelices. El dinero puede ser un gran ve­hículo de creación, el problema es cuando nos lo tomamos de manera literal, cuando quedamos fijados en él.

¿El dinero es más importante que el sexo?

El complejo del dinero abarca un universo muy amplio de representaciones. Como medio de intercambio para la supervivencia se comporta de manera muy distinta a como medida de logro o valor. Creo que sexo y dinero son los dos temas que más ocupan la mente del ser hu­mano contemporáneo.

¿En qué consiste la erótica del poder?

En muchas especies animales, el macho dominante, lla­mado a veces alfa, tiene el control de las mejores hem­bras. Desde el punto de vista evolutivo, estas se sienten atraídas hacia él porque significa la seguridad y provi­sión de sus descendientes. Pero hay un largo recorrido del mundo animal al del ser humano contemporáneo. Creo que la argumentación evolucionista no da cuenta de la complejidad del asunto.

«Hay una epidemia psíquica de narcisismo»

Áxel Capriles

La mayoría de las personas tenemos debilidades y fracturas que encuentran con­suelo con la seguridad que se siente al identificarnos con figuras de poder. Pero hay también un elemento sado­masoquista en el poder. Recuerdo haber leído un estu­dio histórico de entrevistas a personas que habían esta­do presas en campos de concentración durante la época de Stalin. En su mayoría, las que más habían sufrido eran las que más exaltaban la grandeza de Stalin. Engrande­cerlo parecía dar sentido a la inutilidad de su sufrimien­to. Como una respuesta a Job en la Biblia.

¿Por qué el resentimiento, el rencor y la venganza son pa­siones políticas?

El resentimiento, como lo expresa la palabra, es un sen­tir redoblado, una frustración penetrante por nuestros propios incompetencias y fracasos que atribuimos a la injusticia del mundo y las barreras que nos han puesto otros para que no alcance el éxito. Es una emoción fácil­mente manipulable por líderes que la vuelvan en forma de rencor y venganza en contra de la sociedad y el orden establecido. Esperanza y resentimiento son las principa­les emociones políticas que han servido como combus­tible para las grandes revoluciones.

¿Existe alguna relación entre el vacío anímico y las nuevas formas de populismo autoritario? ¿Se visualiza en la co­munión entre el poder y la inferioridad psicopática?

Sí, hay una comunión entre la inferioridad psicopática, el poder y el populismo autoritario. Todos tenemos, en me­nor o mayor medida, nuestros vacíos y lagunas de alma, nuestra propias cárcavas y fracturas, nuestros secretos irreparables. Al idealizar a una figura grandiosa que re­presenta nuestros defectos, nos sentimos redimidos y curados. Al encumbrarlas y hacerlas dueñas de la ver­dad absoluta, nos sentimos seguros.

¿Por qué encumbramos a líderes tóxicos?

Ese es el gran misterio ¿Por qué le damos nuestro voto de confianza a personas que manipulan y engañan, a lí­deres que procuran la división de la sociedad y juegan con la necesidad de la población? Hay una inmensa ne­cesidad de idealizar, un escondido miedo a la libertad, a la toma de decisiones. Cuando el manipulador y char­latán nos ofrece soluciones mágicas tendemos a caer bajo su influjo. Por eso es tan importante el trabajo in­dividual de hacer consciencia, de diferenciar emocio­nes. Tenemos que desarrollar nuestra capacidad de ver a través de las máscaras.

Describe con humor a los visitantes del Museo del Prado para quienes lo importante no es el cuadro de Las lanzas de Velázquez, sino hacerse un selfie delante de la obra de arte. ¿Las redes sociales han sublimado el mito de Narciso en un mundo fake?

Hay una epidemia psíquica de narcisismo. Todo está re­ferido al Yo. Yo lo hice, yo estuve allí, yo lo logré, es mío. Las grandes obras de arte, el maravilloso espectáculo de la naturaleza, ya no invitan a su contemplación. Se han con­vertido simplemente en marcos de fondo para la repre­sentación del Yo. Ya no nos quedamos extasiados mirando el milagro de la creación artística o natural. Nos tomamos un selfi frente al espectáculo, sin verlo, e inmediatamente buscamos compartirlo por las redes sociales.

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Juan Emilio Ballesteros

Juan Emilio Ballesteros

Español. Licenciado en Ciencias de la Información, Universidad de Navarra y en Periodismo, Universidad Complutense de Madrid. Experto en temáticas de diversa índole. Subdirector y secretario del Consejo Editorial, responsable de cierre y publicaciones (versiones digitales e impresas de Cambio16 y Energía16, y de la revista Cambio Financiero). Con amplia experiencia en el periodismo de investigación. Fundador y director del Diario de Andalucía y director de Cuadernos para el Diálogo (segunda época). Autor del libro El sindicato clandestino de la Guardia Civil, Serie Reporter, Ediciones B, Grupo Z. Membresía: Asociación de Revistas ARI, Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía, Asociación de la Prensa de Sevilla (APS) y Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE).

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