Coordinación: Ricardo Lenoir / Fotografía: Lino Escurís
Los estudiantes de Periodismo hablan sobre un nuevo modelo que afecta sobre todo a la empresa informativa. Cambian las formas, no el fondo. El resto es lo de siempre: contar una buena historia. Nunca hay que tener prisa para encontrar la verdad.
GUILLERMO INFANTES
20 años. Alcobendas (Madrid). Estudiante de 3º de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Representante de los estudiantes desde el año 2013.
El periodismo, como el Cola Cao. Sí, instantáneo. La inmediatez es lo que busca la sociedad: aquí, ahora y sencillito, hecho papilla para que se pueda digerir en un santiamén sin apenas masticar el pipo, no se vaya a atragantar. Además, se le pide al recién graduado que sepa maquetar, grabar la entrevista, editarla y hacer malabares mientras construye un castillo de naipes sobre una power plate (esa máquina que vibra para endurecer nuestros traseros, según la teletienda). Esto es lo que demanda el mercado. Por ello, la universidad, esa máquina de expedición de títulos, debe formar a “periodistas orquesta”.
Cuando estás matriculado piensas que ser periodista es llevar una Moleskine en el bolsillo, un bolígrafo molón y competir con tu médico por ver quién hace la letra más ilegible. Entonces, llegas a la uni, te fríen a prácticas y has de renunciar a tener amigos más allá de Moodle, que se convierte en la red social más popular en tu vida universitaria donde puedes abrir un chat con tu profesor. Un chat. Nuevas tecnologías. También te enseñan a utilizar Twitter como una herramienta indispensable, lo que es una gran verdad. Y es que resulta que el periodismo ha cambiado. Mejor, está en un cambio constante, itinerante y, como ya empiezo a sospechar, algo perdido. Ahora los planes de estudio incluyen asignaturas de comunicación audiovisual para que puedas jugar a ser Amenábar y descubrir que tu verdadera vocación es la producción audiovisual.
Olvidamos que el periodismo es una ciencia social que precisa de análisis y rigor, para lo cual hace falta tiempo. Voy a permitirme el lujo de citar a una de mis profesoras: “El periodismo es una ciencia que trata a sujetos y no objetos, por tanto es subjetiva en esencia”.
JUANJO CARRILLO
20 años. Madrid. Estudiante de 3º de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid.
Cuando me lancé a la angosta piscina del periodismo, los recuerdos de una infancia ligada a la prensa escrita inundaron mi pensamiento. No es que en mi familia hubiese precedentes. Puede decirse, entonces, que la famosa herencia recibida de la que tanto habla la clase política entre focos de platós de televisión no visitó mi vida. Mis inocentes evocaciones dibujan el contorno de un pequeño quiosco situado en la Carrera de San Francisco, en el mítico Madrid de los Austrias.
Hasta allí se desplazaba cada madrugada mi madre para recibir los periódicos que se convertían en el generador de noticias por antonomasia. Por entonces, la radio y la televisión iban a rebufo de las informaciones impresas que publicaban los pupilos de Pedro J. Ramírez, Jesús Ceberio o Luis María Anson. Internet era cosa de americanos y los ordenadores, proyectados en negras pantallas aderezadas con caracteres de un intenso verde, servían para poco más que para jugar al pinball. Las riendas de la actualidad las sostenía de manera firme la prensa escrita, lo que permitía a los profesionales del sector una mayor elaboración de los elementos informativos. O una elaboración, a secas.
Este curso he tenido como profesor a José María Fernández Calleja. Curtido en mil redacciones, Calleja nos ha transmitido una de esas lecciones que guardas en el bolsillo para no tirar jamás: “No tengan prisa por dar la noticia. Descuelguen el teléfono y llamen a cuantas personas sean necesarias para contrastar la información. Publicar dos minutos después una noticia no les va a costar su puesto de trabajo. Les convertirá en periodistas que se preocupan por la verdad”. Y es que, el periodismo es en esencia eso, transmitir la verdad. Y la verdad necesita tiempo y paciencia.
No pretendo menospreciar las posibilidades que las tecnologías ofrecen. La inmediatez de las redes sociales es un lujo para informar. Sin embargo, estos lujos son un arma de doble filo. Hay que saber gestionarlos bien para no convertirlos en excesos. Llegar el primero a los timeline de las audiencias de Twitter sin haber contrastado la información no nos llevará a alzarnos con el premio Pulitzer. Nos conducirá, simple y llanamente, a no cumplir nuestra verdadera función de periodistas.
El día que marqué la casilla de periodismo era consciente de todas las dificultades de la profesión. Y es que, en 2012 la inmediatez ya había desbancado al rigor periodístico. Sin embargo, también sabía –y sé– que las tornas pueden cambiar.
¿No era maravilloso encontrar sentido crítico y grandes dosis de actualidad cuando comprábamos, a principios de la década de los 90, un periódico en el quiosco? Volvamos a ese periodismo honesto, al periodismo de la verdad.
PATRICIA CHIMENO
23 años. Barcelona. Graduada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Cursando un Máster en Comunicación Corporativa en la Ramón Llull (Barcelona).
La profesión periodística ha perdido miles de empleos. La precariedad dejó de ser una amenaza para convertirse en una práctica habitual en los tiempos que corren. La retribución por artículo no se iguala ya ni al precio de un café.
El periodismo ha cambiado de bando. Ya no es la misma profesión de la que presumían nuestros maestros. El medio se ha transformado. Vivimos en un mundo globalizado donde los flujos de información circulan a velocidades de vértigo. Sin embargo, se evidencia una paradoja: a más información y más medios, más trabas para el periodista. La cantidad de información que podemos tratar es inversamente proporcional al espacio del que disponemos los periodistas en los medios para trabajarla.
Es una contradicción. Antes, los periodistas buscaban la noticia y la trataban; ahora son los partidos políticos y las instituciones las que se encargan de cocinar las noticias para después encontrarlas calcadas en medios de todo el mundo. Otra contradicción: pregonar la democracia y publicar un artículo “de parte de”.
Nos encontramos en una situación en la que un periodista tiene que hacer el trabajo de dos; un corresponsal graba, redacta y presenta; y un comentarista de radio edita y produce, además de locutar. Los periodistas cursamos másters y aprendemos idiomas con el deseo de diferenciarnos y el anhelo de aspirar a algo más para alejarnos de la mediocridad.
Actualmente, más de la mitad de los graduados ni siquiera trabaja en los medios y, de los pocos que sí ejercen, un gran porcentaje lo hace desde organizaciones o agencias, que tienen como función gestionar la comunicación corporativa o de marca de las mismas. A fin de cuentas, es donde más trabajo y estabilidad laboral hay.
Últimamente lo que más leemos sobre la situación del periodismo tiene que ver con el ya eterno debate del fin del papel y sobre los informes pesimistas acerca de la caída en picado de los medios tradicionales, circunstancia que nos lleva a aventurar que el periodismo se está muriendo, pero no es así.
El periodismo cambia de bando y, con él, la forma de trabajar de los periodistas, que tendrán que aprender a sobrellevar esta transformación y a saber adaptarse a las nuevas tendencias.
Hay talento para hacer buen periodismo. La vocación y entusiasmo profesional de los periodistas queda patente con ejemplos donde la libertad de expresión ha prevalecido por encima de cualquier intento de coacción. El periodismo de la Transición o el seguimiento de casos de corrupción y abuso de poder, destapados por la prensa, son ejemplos que hacen que una profesión como la nuestra siga siendo mañana el motor de nuestras determinaciones.