Por Marta Jurado
11/10/2016
¿Es posible liberar la agenda de obligaciones? ¿Podría pasar un fin de semana sin móvil? ¿Me acostumbraría a moverme más despacio por la ciudad? ¿Es sostenible nuestro ritmo de consumo? Preguntas como éstas son las que desde hace años se plantea la filosofía slow, un movimiento sin sede ni dirigente único que cuestiona el culto a la velocidad de la sociedad actual, que nos ha conducido a un torbellino incesante de actividad las 24 horas del días, los siete días de la semana. Lejos de ser un sinónimo de pasividad, los partidarios del slow proponen reflexionar sobre nuestro modo de vida, consumir de manera responsable y desacelerar ciertas tareas para dedicarle a cada una su tiempo, valiéndose además de la tecnología para disponer de más ocio. Es decir, lograr un equilibrio para controlar nosotros el tiempo, y no al contrario.
El movimiento lento comenzó como un alegato en contra de los restaurantes de comida rápida en Italia hace ya 30 años de la mano de Carlo Petrini en el área gastronómica, pero pronto se extendió a otras disciplinas como la moda, los viajes o incluso la política. “Cada decisión que tomamos afecta a otros, ya sean empresas, productores locales o el planeta… La comida es solo el principio”, declaraba recientemente el sociólogo italiano en uno de los foros en los que participa y que congrega cada vez a más adeptos.
También han proliferado las reivindicaciones del derecho a desconectar a medida que han sido visibles los inconvenientes y las patologías de la multitarea y la hiperconectividad, como el estrés, la ansiedad o la falta de sueño. “Necesitamos bajar de revoluciones”, afirma Fernando Tobías, psicólogo y experto en Mindfulness, una técnica de atención plena que coincide con el concepto slow, influida también por la filosofía oriental. “Hoy en día parece que pensamos demasiado. Tanto que no nos detenemos en el momento que estamos viviendo”, reflexiona el psicólogo. Una de las maneras de paliarlo es “hacer menos cosas, pero mejor, es decir, de manera consciente”, defiende. Para ello solo se necesita práctica.
Moda transitoria o no, los beneficios de un modo de vida slow han sido reconocidos por psicólogos y sociólogos y comienzan a ser valorados en el mundo empresarial ya que favorecen la productividad, la motivación y la concentración. Quién sabe si este es el momento de plantearnos un cambio para ser más felices, pero también más eficaces, porque como recuerda Carl Honoré en su libro Elogio de la lentitud (RBA, 2006), recordemos que fue la tortuga quien ganó la carrera. Miles de profesionales en todo el mundo, desde empresarios, diseñadores o cocineros ya se han unido a esta manera de pensar. Le presentamos a algunos de ellos.
CALÍGRAFO
De controlador ferroviario a calígrafo, Sadik Haddari lleva el movimiento slow en la sangre aunque asegura que no conoce exactamente en qué consiste. Después de una vida en el andén, este marroquí jubilado decidió dedicarse a tiempo completo a su pasión: la caligrafía árabe. Su atelier marroquí refleja una dedicación plena a esta disciplina, que define como “el lenguaje del cuerpo, la alegría de la consciencia, la revelación de la idea,” acercándose a los conceptos del movimiento lento.
Una fascinación que siente desde niño y que le ha hecho convertirse en lo que él mismo llama “arquitecto de palabras”. “Yo visualizo cada palabra como una construcción. De esta forma, será importante definir qué letra será el pilar principal que sostenga nuestro edificio, cuál o cuáles serán la fachada, las puertas y ventanas, el tejado…”, aclara. Así, considera el grafismo como una vía para trasladar mensajes y conservar el patrimonio.
La conversación poco a poco fluye hacia una conexión total con la necesidad de desaceleración para ser más conscientes de la actividad que se está realizando a partir de su nueva ocupación. “Ahora imparto clases de caligrafía como elemento de meditación”, explica Haddari en un ritmo pausado sentado en una silla de madera. “Consiste en ejercicios gráficos que facilitan la conexión con uno mismo”, añade. Se le puede encontrar dando clases en Barcelona, Toulousse o Asilah, en su Marruecos natal, donde pasa los veranos e invita a curiosos y paseantes a contemplar el tiempo sin prisa.
DISEÑADORA ECOLÓGICA Y YOGUI
Liza Sansou confecciona prendas de vestir para pequeños talleres locales con telas y tintes ecológicos bajo la firma Water Puppet. Cáñamo o alpaca son algunos de sus tejidos en los que impregna historia, estilo y dedicación. La misma pasión con la que se adentró en el mundo del yoga y desde entonces no ha podido abandonar esta forma de vida. “Mi acercamiento al movimiento slow me vino de manera natural más que racional. Primero empecé a vivirlo y luego descubrí todo lo que podía ofrecer” afirma. “Creo que es posible y sobre todo necesario”, afirma Sansou en referencia a un mundo agobiado por las prisas, que ella misma ha podido vivir en su campo de trabajo, el diseño de vestuario teatral, que lleva un ritmo frenético.
En cuanto a la práctica de yoga, considera que le ha ayudado mucho tanto mental como físicamente, sobre todo la modalidad ashtanga que es muy exigente. “El ejercitar el cuerpo desarrolla mayor capacidad de concentración, mayor serenidad… El no tener tanta prisa en ver los resultados me ha ayudado mucho en mis proyectos, me ha dado paciencia para dejar que las cosas cogieran forma”, asegura.
La moda es un uno de los sectores en los que está teniendo más peso el movimiento lento debido a que es una de las industrias más contaminantes y precarias del planeta. “El mayor problema (el impulsor de todo los demás desastres) es la idea de temporada y sobre todo esas temporadas intermedias”, asegura Sanzou, que trata de crear con sus prendas una alternativa. Otras marcas como la catalana Sunsais también han lanzado colecciones slow ante la exigencia de la clientela y debido a la existencia de recursos cada vez más limitados.
CHEF SLOW
Comer es otro de esos actos cotidianos que deberíamos tomarnos con más calma, recuerda Carl Honoré en su libro. Pero la desaceleración comienza antes, en la cocina, e incluso en el origen de los productos, que según propone la asociación Slow Food deberían ser saludables, libres de tóxicos y locales. Il Cellaio di Don Gennaro es uno de los restaurantes que apuestan en Nápoles por este tipo de alimentación y cuenta entre sus ingredientes tradicionales con el ajo de Acerra, los tomates secos, el Papaccella napolitano o el pan de higos. Los clientes de su establecimiento, ubicado en un apacible jardín, se olvidan del reloj. “Les explicamos que con nuestros productos y tipo de preparación, los platos no salen rápido. A cambio de la espera, se obtiene un plato bueno y sabroso”, argumenta Franca di Mauro, dueña del restaurante.
El primer acercamiento al movimiento slow de Il Cellaio se produjo hace diez años cuando visitaron por primera vez el Salón del Gusto, una cita anual para chefs y productores de todo el mundo que se celebrará el próximo 22 de septiembre en Turín. “Para nosotros, que siempre hemos apostado por los productos de calidad y del territorio, fue como un gran regalo”, afirma di Mauro. “Cerca del 50% de los productos de la carta los cultivamos en nuestra huerta y el resto vienen de los pequeños productores locales, con lo que tenemos muy buena relación”, explica di Mauro, que ahora forma parte de la Alleanza Slow Food dei Cuochi .
Y es que este movimiento gastronómico busca además una mejor relación con los pequeño productores, los cocineros, el entorno y en último término la cultura democrática. “Mejorando nuestra relación con la comida, lo hacemos también con el planeta”, afirma Piero Sardo, presidente en Italia de la Fundación Slow Food para la Biodiversidad. “Pero el cambio de mentalidad nunca es fácil”, opina.
COACH Y EXPERTA EN TÉCNICAS ORIENTALES
La variada trayectoria de Cristina Ramón refleja una tendencia hacia una vida en armonía que se ha ido perfeccionando con los años y se podría resumir en la frase latina: “Mens sana in corpore sano”. Comenzó como fisioterapeuta en España donde conoció técnicas orientales como el reiki, la meditación o el yoga, pero su camino le llevó a trabajar en una ONG en la India, donde el tiempo tomaba otra dimensión. Ahora ayuda a las personas a escucharse a sí mismas a través del coaching.
En la sociedad actual, que va excesivamente rápido en su opinión, reivindica la necesidad de un “equilibrio entre los resultados (el trabajo tiene que salir adelante) y el llevar un ritmo pausado que te permita estar más presente. En general diría que se trata de desacelerar, estar más en cada momento y escuchar más (a ti mismo y a tu entorno). Hacer una cosa a la vez y hacerla a conciencia. Hacer las cosas con prisa y varias tareas a la vez al final te dispersa más y te hace menos eficaz”, opina.
“Para mí el movimiento slow es vivir con conciencia y presencia, sin dejar que las prisas y las distracciones externas dirijan mi vida”, afirma. “Como todo, es un entrenamiento, ¡no viene de serie! El tomar conciencia de su importancia y de tus hábitos es lo primero”, explica Cristina, que se define como una persona pausada y reflexiva.
Y una advertencia, “a veces aún llevando un ritmo pausado no quiere decir que estés presente, porque la cabeza sigue en 10 cosas a la vez”. Por eso afirma que su trabajo le ha enseñado a conseguir escuchar mejor a las personas.
HOTELERO SLOW
Viajar de una manera diferente también es posible. En vez de llenar la agenda de lugares que visitar, la experiencia slow propone un turismo pausado y con posibilidades de interactuar con la cultura local. Esto es precisamente lo que ofrece el Cluc Hotel, situado en la localidad catalana de Begur, considerada como “ciudad lenta” por la asociación internacional CittàSlow. “La atmósfera aquí en Empordà es muy tranquila, se respira una paz increíble, rodeados de mar y pinares. La gente es muy tranquila y la gastronomía local, muy variada”, opina Santi Gusart, dueño del alojamiento que apostó hace dos años por este nuevo tipo de vida.
“Yo mismo podría ser un ejemplo del cambio de mentalidad que propone el movimiento slow. Llevaba 23 años trabajando en una multinacional hasta que a los 50 di un giro a mi vida y monté este alojamiento destinado a gente que quiera pasar unos días desconectado, con cero tensión, en un lugar que cuida los detalles”, explica. El Cluc Hotel está ubicado en una casa indiana de 1800, que dispone de biblioteca, terraza y desayunos con productos Km0 (locales, comarcales y estacionales).
Todo suena tan idílico que la pregunta es obligada. ¿Crees que esto es una moda pasajera para facilitar el marketing? “No, creo que la filosofía slow ha llegado para quedarse. Cada vez veo más indicios que instan a un cambio de mentalidad. La gente joven ya se ha dado cuenta de que no tiene sentido comprar casas, coches, objetos, sino que es más interesante alquilar, reutilizar y aprovechar el entorno”, explica Gusart, quien asegura que él está satisfecho con el cambio. “Lo interesante del movimiento slow es que no esté organizado sino que cada vez hay más personas con este tipo de conciencia distribuidas por el mundo”, afirma.
Suscríbete y apóyanos «Por un mundo más humano, justo y regenerativo»
Gracias por leer Cambio16. Vuestra suscripción no solo proporcionará noticias precisas y veraces, sino que también contribuirá al resurgimiento del periodismo en España para la transformación de la conciencia y de la sociedad mediante el crecimiento personal, la defensa de las libertades, las democracias, la justicia social, la conservación del medio ambiente y la biodiversidad.
Dado que nuestros ingresos operativos se ven sometidos a una gran presión, su apoyo puede ayudarnos a llevar a cabo el importante trabajo que hacemos. Si puedes, apoya a Cambio16 ¡Gracias por tu aportación!