Por Andrés Tovar
30/05/2017
Nueva York, Tokio, Mumbai, Londres, Beijing. Las grandes ciudades del mundo tienen personalidades distintas, pero comparten algunas características que las definen: edificios, coches y personas.
Si alguna vez ha caminado por una acera urbana en el verano, usted sabe que puede estar muy caliente. Esto se debe a todo el asfalto y hormigón crea algo que se llama el “Efecto Isla Urbana”, donde los colores oscuros absorben la luz del sol y el calor y amplifican la temperatura, como un horno poniéndose caliente. Todo el calor generado por los automóviles y aparatos de aire acondicionado aumenta aún más ese efecto.
Así, en esta era de calentamiento global, esta dinámica hace que las ciudades especialmente vulnerables: se espera que las ciudades del mundo se calienten al menos 2,6 grados centígrados más que el resto del planeta para el año 2100, según un nuevo estudio publicado en Nature Climate Change.
«El foco ha estado tanto tiempo en el cambio climático global que nos hemos olvidado de los efectos locales,» dijo Richard Tol, co-autor del estudio y profesor de economía en la Universidad de Sussex, Inglaterra, a Reuters. «Ignorar el ‘efecto isla’ nos ha llevado a una subestimación bastante drástica del impacto total del cambio climático».
Los costos económicos de este sobrecalentamiento serán drásticos, apunta el estudio. Las ciudades más afectadas podrían perder hasta el 10,9% del producto interno bruto ya que los trabajadores se vuelven menos productivos y el clima se vuelve inhabitable.
Para el año 2050, hasta el 70% de la población mundial podría estar viviendo en ciudades que actualmente conforman el 1% de la superficie de la Tierra.
No es sólo un sobrecalentamiento que puede dañar las ciudades en el futuro. Muchas de las ciudades más bulliciosas del mundo también son costeras, lo que los hace vulnerables al aumento del nivel del mar y las tormentas extremas, según diversos estudios. De hecho, ciudades como Miami, Mumbai, Chengdu y Nueva Orleans podrían estar bajo el agua a finales de siglo, por lo que sus habitantes serán los nuevos desplazados debido al cambio climático.
Pero todo este pronóstico sombrío también está estimulando a algunas ciudades para combatir el cambio climático de frente. Muchas son las ciudades que están tomando medidas para limitar las emisiones y crear ambientes más resistentes.
Por ejemplo, Nueva York tiene como objetivo reducir sus emisiones respecto a los niveles de 2005 para el 80% en 2050. La ciudad también se ha embarcado en un proyecto para pintar los techos de asfalto blanco para que reflejen en lugar de calles atrapan el calor y la línea con tantos árboles como sea posible.
Es este tipo de inventiva – aprovechando al máximo los activos – lo que podría convertir las ciudades en oasis en lugar de desiertos.