Por: Gonzalo Toca
La madurez es algo inevitable y, sin embargo, inesperado. También para las empresas. Las grandes tecnológicas como Apple están viendo cómo las ventas de sus productos estelares se ralentizan o cómo envejece y se cuartea sin remedio su imagen de inocencia infantil. Mientras tanto, Silicon Valley y Estados Unidos han dejado de ser el epicentro mundial del comercio electrónico. Los años pasan. El ocaso llega.
2007 fue un momento asombroso que iba a cambiar el mundo. Entonces estalló la crisis subprime en Estados Unidos, por supuesto, pero también fue el primer año de Facebook como un fenómeno realmente social, publicitario y masivo (hasta septiembre de 2016 se dirigía solo a los usuarios de instituciones educativas), Google lanzó Android y ultimó el buscador que activaría al año siguiente (Chrome), Amazon sacó a la venta su Kindle y superó los 100 millones de socios con su programa Prime, y Apple hizo historia estrenando su iPhone, que empezó como un teléfono y acabó convirtiéndose en un grito de guerra.
Había comenzado el reinado de los smartphones, que no tardarían en dominar las ventas y el consumo de contenidos por internet. Aquel fue el inicio de la ‘era del iPhone’, en la que los ingresos de estas grandes multinacionales y sus valoraciones bursátiles –Facebook empezó a cotizar en 2012– ascendían casi sin parar. Apple, Alphabet (Google) y Amazon llegaron a ocupar la plaza de la compañía más valorada del planeta, las tecnológicas eclipsaron Wall Street como el destino preferente de los jóvenes más ambiciosos, cualificados y adictos al trabajo de Estados Unidos y, por fin, los medios de comunicación se rindieron al clamor considerándolas prácticamente invencibles o fiando a sus ingenios su propia supervivencia.
Durante su apogeo, la imagen de las compañías de tecnología era que contribuían a vertebrar la sociedad mejorando su comunicación y creando comunidades y nos lo daban todo por casi nada.
Silicon Valley se erigía entonces como el vórtice del comercio electrónico mundial y la solución para algunos de los desafíos más intratables de la humanidad: desde la muerte de la que nos liberarían las máquinas hasta la lucha contra el cambio climático. Naturalmente, la influencia de las grandes multinacionales americanas se consideraba benéfica, porque se asumía que estaban multiplicando el acceso a la tecnología y el conocimiento de millones de personas y destruyendo a los avariciosos intermediarios que no añadían valor.
Además, contribuían a vertebrar la sociedad mejorando su comunicación y creando comunidades y nos lo daban todo por casi nada. O rebajaban los precios de los productos y servicios existentes u ofrecían los suyos de forma gratuita. Solo teníamos que rellenar un inocente perfil de usuario.
Mientras tanto, apenas se discutía la utilización que hacían de los datos privados, las posibles prácticas anticompetitivas disfrazadas de meras adquisiciones (los ejemplos más citados son la compra de Instagram por parte de Facebook en 2012 o la de Quidsi por parte de Amazon en 2010) y la minimización hasta el hueso del pago de impuestos que el tiempo demostró que incluía condonaciones fiscales en países como Irlanda.
Esplendor y decadencia
El apogeo de la ‘era del iPhone’ coincidió en gran medida con el mandato de Barack Obama en la Casa Blanca, que defendió una considerable porción de la agenda de Silicon Valley mientras sus prebostes donaban millones de dólares a sus campañas. Por eso, no sorprendió demasiado que Donald Trump, que recela de cualquier aliado de Obama, atacase brutalmente la hegemonía del Big Tech y la que algunos analistas como Siva Vaidhyanathan entendieron como la mayor concesión de Obama a Google: la neutralidad de la red. Gracias a ella, proveedores de internet como Comcast o AT&T no podrían, por ejemplo, cobrar más a unos proveedores de contenidos digitales que a otros. Toda aquella euforia ha comenzado a resquebrajarse. El amanecer del iPhone se ha transmutado en ocaso.
En China se produce el 40% del e-commerce mundial
A principios de enero, Tim Cook, el CEO de Apple, anunció que los ingresos del primer trimestre serían peores de lo esperado. Hablamos de 9.000 millones de dólares menos que debían atribuirse, principalmente, al enfriamiento de las ventas previstas de iPhones en los mercados emergentes en general y en China en particular. Silvia Terrasa, profesora del Departamento de Informática de Sistemas y Computadores e investigadora del Instituto Universitario de Automática e Informática Industrial de la Universidad Politécnica de Valencia, apunta que “la competencia de los móviles chinos es muy fuerte”.
Para Giulia Redigolo, profesora adjunta de Contabilidad en ESADE, “Apple atraviesa una crisis porque sus ventas se están estancando aunque no quiera revelar las cifras con detalle”. En estas circunstancias, concluye, “necesita encontrar un producto tan revolucionario como el iPhone y apuesta ahora por una estrategia cada vez más basada en los servicios”. Según las estimaciones de Gartner y UBS, Tim Cook vendió en el gigante asiático 59 millones de teléfonos en 2016, 49 millones en 2017 y, probablemente, 47 millones el año pasado. Su declive no es un fenómeno nuevo.
Las dificultades que presenta la segunda economía mundial no afectan solo a Apple. Amazon, con una cuota de mercado inferior al 3%, está siendo incapaz de superar la potencia de las aplicaciones móviles de sus rivales chinos y, probablemente, la ayuda de su gobierno.
“Apple atraviesa una crisis porque sus ventas se están estancando aunque no quiera revelar las cifras con detalle”, dice Gulia Redigolo, profesora de Contabilidad de ESADE
Podía haber sido peor: Google perdió casi todo su poder en el país porque los reguladores lo expulsaron prácticamente del mercado en 2010, es decir, solo un año antes de que bloqueasen Facebook. Baidu y Tencent, dos campeones nacionales con muchas coincidencias con Google y Facebook, ya no tuvieron que preocuparse por ellos.
La debilidad o discriminación en China están dañando la hegemonía, la imagen de invencibilidad y los balances de las multinacionales estadounidenses porque allí se produce el 40% del ecommerce mundial. Las transacciones digitales chinas equivalieron, por ejemplo en 2016, a las de Francia, Alemania, Japón y Estados Unidos juntas.
Hace años que ni Estados Unidos ni Silicon Valley son el epicentro del comercio electrónico del planeta. WhatsApp es el presente pero el futuro, según Joan Miquel Piqué, director del Trend Lab de EADA, “se parece más a WeChat”, la aplicación de mensajería instantánea del gigante asiático.
Otro aspecto donde se aprecia el ocaso de la ‘era del iPhone’ es la erosión de esa imagen benéfica e inocente de las grandes tecnológicas que están desmontando los reguladores europeos a golpe de multa de investigación.
‘SCOUT’, EL ROBOT DE AMAZON
Amazon comenzó a probar en los alrededores de Seattle, donde se encuentra su sede, la entrega de paquetes con un pequeño robot llamado Scout, anunció el gigante estadounidense del comercio en línea. Seis modelos de robots eléctricos del tamaño de una «pequeña nevera» circulan por las aceras a la velocidad de un hombre caminando y pueden «esquivar animales, peatones o lo que haya en su camino», explica en el blog de la empresa Sean Scott, responsable del proyecto. Los clientes piden como de costumbre en el sitio de Amazon y el pedido se entrega por un mensajero tradicional o por Scout.
Decepción
Facebook ha sido multado desde 2017 en Europa por cruzar ilegalmente los datos de los perfiles de sus usuarios con los de WhatsApp después de adquirir esta última y por la filtración de los datos de millones de clientes de Facebook a Cambridge Analytica.
El pasado mes de diciembre, el New York Times reveló cómo les ofrece a Amazon o Apple acceso preferencial a la información privada de miles de personas. En el frente fiscal, en agosto de 2016 Apple sufrió una multa de 13.000 millones de euros porque Irlanda le había perdonado los impuestos y en 2017 Bruselas exigió que Amazon devolviera 250 millones de euros en tasas a Luxemburgo. Google recibió dos sanciones en 2018 que, en total, superan los 6.500 millones de euros por no competir limpiamente.
El pasado mes de septiembre se conoció que Amazon estaba siendo investigada por las autoridades antimonopolio comunitarias. Y todo esto ha ocurrido en el momento en el que más necesitaban el apoyo de la sociedad estadounidense o, al menos, de sus élites políticas.
Desde 2017, y tras la llegada de Trump, las multas y los escándalos de la injerencia rusa en las elecciones americanas y en el Brexit, la primera potencia mundial ha revocado la neutralidad de la red por la que tanto batalló Google. Lina Khan, una jurista que ve en Amazon un caso claro de posición dominante, se ha incorporado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores americana y el demócrata David Cicilline, que defiende una regulación sobre datos más dura que la europea, es desde este mes de enero el nuevo presidente del órgano que supervisa las prácticas anticompetitivas en la Cámara de Representantes.
Nacho de Pinedo, CEO de la escuela de negocios ISDI, cree que “es verdad que algunas de las grandes tecnológicas están viendo cómo sus ventas se ralentizan, pero también lo es que sus ingresos y capitalizaciones siguen siendo impresionantes y que todos los sectores llegan a la madurez en algún momento”.
Al fin y al cabo, matiza, “es totalmente normal que, por ejemplo, el mercado de los smartphones se haya saturado y, si lo ha hecho tan rápido, es porque el mundo de la tecnología avanza a toda velocidad”. Estas visiones ponderadas eran mucho menos comunes en el apogeo de la ‘era del iPhone’, de la que ahora solo vemos su ocaso.
Aquellos titanes parecían estar llamados a desafiar la gravedad y a dominar el mundo. Sin embargo, los dioses del Olimpo digital se han hecho mortales, se han sometido a la justicia de los hombres y sus templos se llenan de usuarios, pero se vacían de creyentes. Les podrían decir lo que les decían antes a los papas en sus coronaciones para recordarles su mortalidad: sic transit gloria mundi. Así pasa la gloria del mundo.
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