Jamás un término, una palabra había provocado un tsunami político de tal envergadura. El “relator” propuesto por Pedro Sánchez y los independentistas catalanes, además de haber sido mal explicado es una metedura de pata y un error en el galimatías en el que se encuentra la crisis catalana.
Con esta iniciativa confusa del presidente del Gobierno, que pretende a toda costa que se aprueben sus Presupuestos Generales, Pedro Sánchez se coloca en una posición de debilidad frente a los soberanistas. Esta misma debilidad es la que aprovecha toda la derecha española, PP, Cs y VOX para lanzarse a la yugular del inquilino de la Moncloa, convocando una macro manifestación en Madrid.
Trasladar la crispación a la calle es un error. Y lo es más descalificar, rozando el insulto, como lo ha hecho Pablo Casado acusando a Sánchez de alta traición, de felón, ilegítimo y mediocre… Invitándole, además, que acuda al diván de un psicólogo.
Un llamado a la serenidad
La política desde las vísceras no es lo más aconsejable y menos cuando se pretende utilizar la calle en contra de las instituciones. No es casual que los conservadores que tanto ignoran a la calle cuando gobiernan, la utilicen cuando están en la oposición, como fue en contra del aborto, la negociación con ETA o en contra del matrimonio gay.
La descalificación y la escalada verbal nunca pueden sustituir al diálogo. Es hora de llamar, a toda la clase política y empezando por los mandatarios catalanes, al sosiego y a la serenidad. No puede ser y a pesar de su gravedad, que el tema catalán esté permanentemente en la agenda nacional.
No puede ser, que el soberanismo divida a los constitucionalistas con sus intereses personales. Se mire por donde se mire, la crisis de Cataluña se tendrá que resolver mediante el diálogo y el acuerdo tarde o temprano.
Mientras tanto que cada uno asuma su responsabilidad y salga del cortoplacismo electoral. Porque ceder ante los independentistas o envolverse en la bandera española, para ver quien es más patriota, nunca resolverán los problemas de fondo ni los problemas reales de la gente.
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